
Película fundamentalmente hablada, de verbo rico y generoso, Copia certificada podrá fascinar a unos espectadores mientras irrita a otros. En este sentido Kiarostami no esconde sus cartas y propone, desde el primer momento, un juego de verdades a medias y de medias mentiras, que el público podrá o no disfrutar según acepte el envite. Como es habitual, detrás de una austeridad formal muy reconocible se oculta agazapado un trasfondo que, lejos de toda evidencia, sugiere y apunta, eludiendo las conclusiones fáciles. Es en esta parcela donde se muestra el Kiarostami de A través de los olivos o El sabor de las cerezas: el contenido complejo en una envoltura de apariencia sencilla. En todo lo demás, el director y guionista iraní se deja embriagar por el influjo europeo, encontrando en Juliette Binoche a su mejor aliada. La actriz francesa vuelve a ofrecer aquí un recital interpretativo, una prueba de talento que redimensiona y, en última instancia, da sentido a Copia certificada. Así, el binomio Kiarostami/Binoche se erige como un solo ente creador, y la suma de sus capacidades da como resultado una película rara y fascinante, hermosa, triste y reflexiva como es ésta.