Martín toma como inspiración su propio curso de Erasmus en Berlín para escribir el guion de Júlia Ist, personaje que da nombre a una estudiante de arquitectura de Barcelona que marcha a la capital germana dejando atrás a amigos, familiares y un novio con el que no se atreve a romper. La difícil adaptación y el descubrimiento de nuevas realidades definen un hilo argumental bastante sencillo, en el que la directora centra la atención en los detalles y en los gestos. La cámara en mano cierra el encuadre sobre los dispositivos que mueven la intimidad de la protagonista: la expresión, la mirada, la conversación, el silencio... son herramientas con las que Martín construye su cine. No hace falta nada más, y tampoco nada menos. El hecho de que la técnica pueda lucir una apariencia algo amateur no supone un problema, al contrario: dota a las imágenes de la calidad de lo cercano y de ausencia de artificio. Algo que se traslada también a la interpretación de los actores y al tono general de Júlia Ist, una estimulante opera prima que tiene su mayor virtud en la falta de pretensiones.