Al principio, esta dislocación narrativa se contempla con extrañeza, hasta que el espectador la asume con naturalidad y se convierte en el gran hallazgo del film. No es el único. También hay un tono muy bien equilibrado entre el humor y el drama, personajes que rebosan humanidad, diálogos construidos con inteligencia y una puesta en escena que favorece el desarrollo de cada situación, mediante planos largos y movimientos sencillos que describen lo que está pasando sin manierismos, al estilo de Woody Allen. Por contra, hay recursos igual de eficaces que sí explicitan el artefacto cinematográfico, como la pantalla partida o el jump cut (atención al que muestra las diferentes reacciones del personaje de Fernando Trueba en primer plano). Además de Allen, hay alusiones a Bergman, Truffaut y otros nombres del pensamiento como Kierkegaard o Stanley Cavell. Trueba incluye en el metraje algunas referencias directas y otras muchas veladas, reconociendo las fuentes que le inspiran y compartiéndolas con el público, en un ejercicio de retroalimentación que hace que el visionado resulte muy estimulante.
Sin embargo, ninguna de estas menciones agrava el peso del conjunto, que tiene la virtud de la ligereza. Volveréis es divertida sin dejar de ofrecer reflexiones, es entretenida sin acelerar el ritmo más de lo necesario, y posee una envoltura visual que vuelve a contar con la fotografía de Santiago Racaj, capaz de capturar la luz cambiante de la ciudad en el final del verano. Jonás Trueba repite con colaboradores habituales como Marta Velasco en el montaje, Miguel Ángel Rebollo en la dirección artística y actores como Francesco Carril, dentro de un reparto sólido y armonizado. En suma, la familia de Los Ilusos Films al completo, en la que probablemente sea la película más redonda y compacta de las creadas hasta la fecha por esta pequeña productora que supone una fabulosa rareza en el panorama español.