El treinta aniversario de su publicación sirve de motivo al cineasta Alejandro G. Salgado para dedicarle el documental Un día Lobo López, que toma su título del primer verso que abre el disco. El director se aparta de los temas sociales que hasta entonces han caracterizado su trayectoria y se emplea en la tarea de reflejar el proceso creativo llevado a cabo por Kiko Veneno con la ayuda de Santiago Auserón, en compañía de los guitarristas Pájaro y Lolo Ortega, quienes prestan su testimonio junto a otros de los implicados. Se trata de un ejercicio de memoria que desentraña aspectos de la producción, decisiones meditadas y chispazos de ingenio que dieron como resultado una obra fundamental de la discografía española, además de las circunstancias previas que vivió el cantante, recuperando material de archivo de la época. Un día Lobo López mantiene una narrativa bien estructurada y utiliza la pantalla partida como rasgo de estilo, aunque este recurso se puede cuestionar en algunas ocasiones por excesivo y arbitrario... en otras, sin embargo, añade contexto y multiplicidad en el punto de vista, aparte de enriquecer visualmente las canciones. La puesta en escena de Salgado se muestra eficaz a la hora de hacer convivir las nuevas grabaciones con las antiguas, deteniéndose en algunos temas en concreto (y obviando otros, con la ausencia llamativa de Echo de menos).
En suma, Un día Lobo López contiene elementos suficientes para interesar no solo a los seguidores de Kiko Veneno, sino también a todos aquellos que se quieran acercar a las tareas de elaboración de un disco y entender las singularidades de la industria musical en un país que muchas veces ha encontrado la modernidad escarbando en las raíces, como sucede en este caso. Valga la película para reivindicar el legado de un autor emblemático al que rinde tributo su convecino, Alejandro G. Salgado, por medio de la productora sevillana La Maleta Films. Idiosincrasia andaluza en favor de una exquisita cultura de barrio.