El plano general que abre la película es un buen ejemplo. Se trata de un acercamiento aéreo hasta la isla que identifica el escenario principal donde van a suceder los hechos, un movimiento de cámara semejante al de un entomólogo que aproxima su lupa al objeto de estudio y que se invierte al final, alejando al espectador desde lo concreto hasta lo global para sugerir que lo que acaba de ver no es un fenómeno singular, sino una pieza más del engranaje que mueve el mundo. La conciencia política de Shindô no se manifiesta solo en el argumento y rememora además formas del pasado, con alusiones a Eisenstein en la composición de los primeros planos y en la aplicación de una mirada épica al trabajo, de acuerdo a los ideales socialistas del autor. También se puede rastrear la huella de Flaherty y de sus Hombres de Arán, sin embargo, no hay heroísmo en los habitantes de La isla desnuda puesto que son ellos quienes se explotan a sí mismos, víctimas de un sistema que les confiere el papel de Sísifo dentro de una tragedia cotidiana que alcanza, en el tercer acto, proporciones mitológicas.
Los dos actos anteriores recogen las rutinas del esfuerzo constante: primero de forma metódica y usando la repetición como recurso narrativo, y luego en ciclos estacionales que avanzan mediante elipsis de tiempo. Todo cambia (el vestuario, la luz, el clima) aunque la unidad de lugar y de personajes permanece, gracias en buena parte a la bellísima fotografía en blanco y negro de Kiyomi Kuroda, colaborador habitual del director. Shindô también vuelve a contar con Hikaru Hayashi, compositor de una música evocadora, y con dos de sus actores fetiche: Nobuko Otowa y Taiji Tonoyama, ambos excepcionales en la representación muda de emociones. Porque La isla desnuda carece de diálogos en su afán de síntesis y se confía a la elocuencia de las acciones, dando como resultado un contundente ejercicio de cine que le dio éxito internacional a Kaneto Shindô. Los reconocimientos obtenidos permitieron salvar a su productora de la quiebra y le señalaron como uno de los cineastas más originales e interesantes de la generación de la posguerra.