Reiner desarrolla esta premisa trabajando la improvisación con el elenco, sin guion ni diálogos, apenas con unas cuantas situaciones que van surgiendo sobre la marcha y que exponen los clichés en los que incurren ciertos músicos de renombre: anécdotas de ensayos y conciertos, de convivencia en la carretera y de lucha de egos. Así, la película adopta la forma de falso documental y acuña el término de mockumentary que se mantiene hasta el presente. Se trata de fingir la realidad imitando el lenguaje del reportaje audiovisual, con entrevistas y filmaciones con cámara en mano y luz natural... es una decisión arriesgada para una opera prima que Reiner resuelve con brillantez, ya que consigue dotar de frescura y dinamismo a This is Spinal Tap.
Si bien las cualidades cinematográficas que exhibe el film son modestas e incluso convencionales (puede que lo más destacable sea el montaje), lo cierto es que cumple con creces su objetivo de hacer reír. El humor tiene a veces ese toque tan popular de la época al estilo de Saturday Night Live, con gags autoconclusivos, buen ritmo y una gran variedad de escenarios. Cada elemento funciona y logra sobreponerse al caos al que todo parece abocarse, gracias a la entregada labor de los actores y a Rob Reiner, cineasta que debuta con esta película que ha concitado el culto y que inaugura una trayectoria en la que brillan títulos como Cuenta conmigo, La princesa prometida, Cuando Harry encontró a Sally o Misery. Casi nada.