IS THE MAN WHO IS TALL HAPPY? 2013, Michel Gondry

En 2010, el lingüista y filósofo Noam Chomsky cumple ochenta y dos años en plenitud de facultades y con la agenda lo suficientemente ocupada para sobrellevar el fallecimiento de su primera mujer. Una circunstancia que despierta en Michel Gondry la idea de hacer una película que contenga su legado, un compendio de sus pensamientos y recuerdos extraídos durante varias entrevistas que el cineasta mantiene con Chomsky. Lo curioso es que, en lugar del documental convencional que cabría esperar, Gondry opta por la animación artesana con dibujos hechos por él mismo, lo cual confiere a Is the man who is tall happy? un aspecto muy singular, de gran belleza estética.

El hilo narrativo fluye a través de la conversación y divide la estructura en segmentos referidos al desarrollo del lenguaje, la comunicación, la ciencia, la enseñanza... la complejidad de algunos de estos temas es amortiguada por el dispositivo formal que Gondry pone en escena mediante diseños y colores que retrotraen al imaginario infantil. Tal y como defiende Chomsky, se trata de simplificar el discurso para llegar a la esencia de los razonamientos que los dos exponen desde puntos diferentes, uno en el papel de entrevistador y otro de entrevistado, si bien ambos coinciden en la búsqueda de respuestas. Ciertos momentos interesantes se producen, precisamente, cuando surgen desentendidos y es necesario clarificar algún concepto... y es que el film proporciona un buen número de reflexiones que a veces son difíciles de seguir. Por fortuna, las imágenes acuden al rescate y llenan la pantalla de estímulos visuales que logran aligerar el peso de las disertaciones, convirtiendo la película en un gozo para los ojos y para el intelecto.

Este diálogo entre lo que se representa y cómo se representa hace que Is the man who is tall happy? sea un feliz experimento capaz de hacer accesible la sabiduría de Noam Chomsky, por medio del cine de animación y de una cuidada selección de composiciones musicales de Howard Skempton. En definitiva, una nueva demostración de ingenio por parte de un autor casi siempre ingenioso como es Michel Gondry.