El film comienza con un montaje deslumbrante de ocho minutos que cuenta el auge y caída de un presentador que trata de ganar audiencia en la franja nocturna recurriendo a toda clase de artimañas, incluido explotar la enfermedad de su esposa. Un prólogo que da paso a la última de las emisiones, un especial de Halloween que simula ser recuperado junto a grabaciones hechas detrás de las bambalinas. Los Cairnes aplican la fórmula del found footage para establecer un juego entre la realidad y su simulación, o lo que es igual: la legitimidad que adquieren las mentiras cuando se reproducen en la pantalla. Un tema que, por fortuna, se aborda con humor y sin solemnidades. Los directores adoptan un tono desenfadado que se vuelve violento en las escenas que buscan inquietar al espectador, un contraste que demuestra habilidad para construir tensiones en ascenso y el manejo de expectativas.
Los cineastas se mimetizan con el objeto de su inspiración y emplean el lenguaje catódico, con todos los modismos propios del formato (pausas dramáticas, contrapuntos cómicos, reacciones del público) y los recursos técnicos de la época (zooms, cartelas de paso a publicidad). La decisión de mostrar el espectáculo en su integridad resulta un acierto ya que así, Late night with the devil escala el horror poniendo al descubierto su andamiaje narrativo y su naturaleza de grand guignol. Porque la película es, en sí misma, un enorme truco fabricado con pequeños ardides (el más evidente es la secuencia de la hipnosis), que conducen a un clímax simbólico para enmendar al protagonista, interpretado por David Dastmalchian. Tanto él como el reparto que le acompaña son producto de un casting acertadísimo que hacen que la película mantenga el interés en todo momento, puesto que predominan los planos medios y los primeros planos, de acuerdo a los clichés que se recrean.
Si bien los aciertos del conjunto quedan claros durante el metraje, lo cierto es que los Cairnes están a punto de descarrilar la película en la parte final, subrayando la evidencia del presentador que ha vendido su alma al diablo y logra vencerlo enfrentando sus temores internos. Un conflicto que se aprecia ya desde el inicio y que los directores remarcan dejando clara la analogía entre la fama y la pérdida de humanidad, poniéndose profundos mediante un desenlace que se sale del programa de televisión y entra en la psique del personaje. Aun así, Late night with the devil se sobrepone a la tentación de querer ser una película seria y se muestra como lo que es: un divertimento mordaz que se apoya en un guion ingenioso, unos actores con talento y un diseño artístico inspirado. En suma, un film sorprendente que sabe desarrollar unas premisas originales y que hace de la escasez, virtud.