Siempre se ha dicho que uno de los principales valores de esta edad dorada del cine español reside en la calidad y en la variedad de los actores, buena parte de ellos procedentes del teatro. Lo cual se puede constatar en Maribel y la extraña familia, donde brillan desde las veteranas Julia Caba Alba y Guadalupe Muñoz Sampedro, hasta las más jóvenes Carmen Lozano, Gracita Morales y Trini Alonso. Todas ellas imprimen su personalidad y construyen, con unos pocos rasgos, el tono ágil y desenfadado del conjunto, valiéndose de recursos físicos y verbales para exprimir los diálogos al máximo.
El director logra que no se pierda ninguna de las cualidades de la obra en su paso a la pantalla, gracias a una puesta en escena eficaz y muy dinámica, que da importancia al movimiento interno del plano y al externo de la cámara, así como al montaje. Forqué pone cuidado en las imágenes y saca provecho de los escenarios, realzados por la fotografía en blanco y negro de José Fernández Aguayo. En suma, Maribel y la extraña familia es un ejemplo perfecto de comedia clásica con influencias de Lubitsch y La Cava, una producción de impecable acabado técnico que sabe dotar a la dramaturgia de verdadero sentido cinematográfico.