El misterio de Picasso. “Le mystère Picasso” 1956, Henri-Georges Clouzot

En el año 1956, Heni-Georges Clouzot era un director que había alcanzado la gloria tras el éxito consecutivo de dos películas imperecederas: “El salario del miedo” y “Las diabólicas”. A partir de entonces se sentía libre para acometer cualquier clase de proyecto, decidiéndose para sorpresa de propios y extraños por un documental atípico, revelador: “El misterio de Picasso”.
El hecho de que Pablo Picasso decidiese destruir las pinturas realizadas durante la filmación confiere a la película el carácter de obra artística en sí misma, lo que los modernos llamarían una performance audiovisual. Porque los trabajos que el pintor malagueño llevó a cabo frente a la cámara de Clouzot no pueden apreciarse en museo alguno, sino que han sido hechos en exclusiva para las imágenes de este peculiar documental que, lejos de acomodarse en la contemplación pasiva, recurre a la técnica como herramienta cómplice del pincel.
Por medio de unos lienzos semitransparentes que permiten observar las evoluciones de cada pincelada, en una suerte de animación in situ, Clouzot captura la labor de Picasso en su proceso completo, con las dudas, correcciones y búsquedas propias del acto creativo. En eso se resume “El misterio de Picasso”, por lo que resulta un film de obligada visión para los amantes del pintor, que son muchos y variados, y para los artistas en ciernes, pero que me temo puede aburrir al resto de espectadores. Esto se debe a que Clouzot deposita el interés narrativo exclusivamente sobre el proceso plástico, corriendo el riesgo de que lo excepcional se vuelva monótono.
Hay también unas breves escenas en blanco y negro, rodadas con esmero, en las que queda patente la prodigiosa fotogenia de Picasso y su arrolladora personalidad. Son imágenes bellas y fascinantes, pero que terminan sabiendo a poco. Porque Picasso hizo de sí mismo una obra de arte, y la camaradería que estableció con Clouzot durante el rodaje apunta a una película que, quizás con otro título y en otras circunstancias, hubiese sido el perfecto complemento a ésta. Aún así, conviene observar con detenimiento “El misterio de Picasso” por lo que tiene de homenaje respetuoso y cómplice hacia un autor que se encontraba en su madurez, un gigante que aglutina en sus manos el arte del siglo XX.