Respira. "Ein atem" 2015, Christian Zübert

La crisis económica sigue alimentando los argumentos de películas a lo largo y ancho del planeta, con todas sus derivaciones: precariedad laboral, descrédito político, desmantelamiento de los servicios sociales, sanitarios, educativos, culturales... ya sea como tema principal o como trasfondo. El director Christian Zübert hace que la crisis sea el detonante de las situaciones que se muestran en Respira. Para ello toma a dos mujeres provenientes de los países con posiciones más extremas: Alemania y Grecia. La mujer griega queda en paro y debe salir a buscarse la vida desempeñando trabajos por debajo de su formación. La mujer alemana la acepta como cuidadora de su hija, mientras lidia con los problemas del primer mundo: cuándo incorporarse tras la baja por maternidad, cómo avivar la relación con su marido... La habilidad de Zübert consiste en no convertir Respira en un cuento moral, sino en un thriller de sentimientos.
El director germano elabora una película que contiene cargas de profundidad, pero sin resultar aleccionador o doctrinario. Zübert exhibe una rabia de origen político y social, que aleja el film de la proclama para zambullirse directamente en el cine de género. Y aquí está la novedad, porque este género es el suspense. El drama que se cruza en la vida de las protagonistas está cargado de tensión y de nervio, eliminando cualquier tentación lacrimógena. Más bien al contrario, Respira invita a agarrarse a la butaca y a apretar los dientes.
Gracias al ritmo que imprime Zübert en la narración y al realismo de la puesta en escena, el espectador se hace partícipe de cuanto sucede en la pantalla. Con la llegada del segundo acto, el guión rompe la linealidad y cambia el punto de vista de la historia, que hasta el momento pertenecía al personaje de la mujer griega. Así, la película se divide en dos viajes: el de Elena y el de Tessa. Ambas mujeres se verán unidas por el mismo drama, visto desde dos perspectivas diferentes. Al estilo de los guiones de Guillermo Arriaga, con la diferencia de que la intensidad del mexicano se ve aminorada por el pragmatismo alemán de Zübert. En efecto, Respira está calculada al detalle y funciona como un perfecto mecanismo de relojería, equilibrando las emociones y manejando las expectativas del público hasta desembocar en un desenlace que llama a la rebeldía. Por eso, aunque carece de pancartas y moralejas, Respira podría ser tenido en cuenta como un film revolucionario.
Buena parte de la credibilidad que desprende la película se debe a sus actrices protagonistas. Jördis Triebel y Chara Mata Giannatou realizan dos interpretaciones comprometidas y sinceras, de las que insuflan aliento a los personajes. Las mujeres que encarnan son las caras de un espejo donde no caben los gestos a la galería ni los diálogos altisonantes, un aliciente más de esta película de enorme energía que ayuda a completar la crónica de una época difícil. El cine como reflejo de la realidad y como altavoz de los que son silenciados demasiadas veces.

LEER MÁS

45 años. "45 years" 2015, Andrew Haigh

No es habitual que un director de apenas cuarenta años realice su tercera película en torno a un matrimonio de ancianos, y menos con la madurez que emplea Andrew Haigh en este film. Partiendo de un relato de David Constantine, 45 años explora las tormentas que se ciernen sobre una pareja durante la semana en la que celebra su aniversario.
Aunque la película trata cuestiones graves como la dependencia emocional, la relación de pareja o la persistencia de la memoria, aparecen expuestas con naturalidad y respeto, casi con pudor. Haigh aleja la película del melodrama o del folletín y opta por una narración fría, que guarda siempre distancia con los personajes. El motivo es no interferir en sus emociones y dejar que sea el espectador el que juzgue las actitudes y comportamientos de Kate y Geoff, el matrimonio protagonista.
Buena parte de la melancolía que desprende 45 años se debe al trabajo de Charlotte Rampling y Tom Courtenay. Los veteranos actores consiguen insuflar humanidad a unos personajes que ocultan más que muestran, y que callan más que hablan. Por encima del esfuerzo físico que pueda suponer para estos dos septuagenarios, está el compromiso y el oficio que despliegan con los mínimos recursos interpretativos: apenas un gesto o una mirada bastan para sugerir el abismo al que se asoman desde la pantalla.
Otro aspecto importante del film concierne al estilo visual, acorde con el relato. El director de fotografía Lol Crawley captura la luz fría y neblinosa del este de Inglaterra, acentuando la sensación de aislamiento de los personajes. El entorno rural tiene mayor presencia que el urbano, lo que influye en la elección de los encuadres: más abiertos y descriptivos los primeros, y más cerrados y narrativos los segundos. Haigh reserva los espacios interiores para la intimidad, sin llegar a abusar nunca de los primeros planos y otorgando a la casa una función que trasciende la del mero escenario. El hogar del matrimonio es el campo de batalla silencioso donde se afianza y se destruye la relación según las circunstancias de la trama, con rincones en los que descubrir secretos, lugares comunes y privados.
Por todas estas razones, 45 años es un film que mide con cuidado la tensión dramática y que sujeta las emociones con un muro de contención invisible, levantado por el director y los actores con inteligencia, austeridad y talento. En definitiva, una pequeña joya que merece la pena descubrir.

LEER MÁS

What happened, Miss Simone? 2015, Liz Garbus

La directora de documentales Liz Garbus vuelve a abordar la biografía de un personaje célebre tras haber retratado las figuras de Bobby Fischer y Marilyn Monroe. En esta ocasión elige a Nina Simone, una artista a la que resulta imposible acercarse de manera templada. Y es que la cantante norteamericana tuvo una trayectoria tan intensa que cualquier relato quedará a la fuerza sesgado y reducido por el formato. En este sentido, Garbus realiza un trabajo admirable. What happened, Miss Simone? es un reflejo duro y emocionante de la mujer, de la activista y de la estrella que se congregaron tras el nombre de Nina Simone. Pero la película captura además el pálpito de una nación y de una época muy determinadas, que encontraron en Simone el catalizador perfecto de sus inquietudes.
Garbus hace girar el film en torno a la idea de la libertad. Pero no la libertad utópica ni idealizada, sino la libertad que exige sacrificios y que cobra su tributo a los que se comprometen con ella. La lucha que mantuvo Simone durante toda su vida por alcanzar la libertad artística y personal conduce el argumento de What happened, Miss Simone? Y todo ello sin que Garbus ceda a la tentación de la hagiografía. Aunque el retrato que se hace de Simone es elogioso, se exponen también sus contradicciones y se guarda la distancia adecuada que exige todo buen documental. Esta actitud esquiva el sensacionalismo y el docudrama al que fácilmente se presta el recuerdo de Simone, dando como resultado un film serio, honesto y lleno de sentimiento. No es para menos. La presencia de la cantante evoca por sí misma tantas sensaciones que cualquier adorno o condimento hubiese podido saturar la narración. Por eso, Garbus es hábil a la hora de seleccionar el ingente material que tiene entre manos: grabaciones de televisión, entrevistas, material de archivo, imágenes recreadas por actores... y sobre todo, los escritos de puño y letra de Simone que revelan aspectos importantes de su personalidad. Mucho de este material permanecía inédito, lo que revaloriza el documental producido por la plataforma de televisión Netlix.
What happened, Miss Simone? despertará el interés de los espectadores que se acerquen por vez primera al personaje, y hará las delicias de aquellos que alguna vez se han sentido emocionados por la prodigiosa musicalidad de Nina Simone. Una mujer irrepetible que encuentra en este documental la oportunidad de ajustar cuentas con un pasado difícil... y también con el futuro. Porque el talento, cuando es verdadero, no tiene tiempo ni condición.

LEER MÁS

Buscando a Dory. "Finding Dory" 2016, Andrew Stanton y Angus MacLane

Pocos estudios como Pixar pueden presumir de haber creado tantas películas de calidad en un periodo tan breve. Veinte años de trayectoria han bastado para acumular títulos del calibre de Bichos, Monstruos S.A, Los Increíbles, RatatouilleWall-EUp, Del revés o la trilogía de Toy Story, entre otros. En los últimos tiempos, la compañía ha tratado de rentabilizar este patrimonio mediante continuaciones que hacen justicia al original con mayor o menor fortuna, como es el caso de Buscando a Dory. Transcurrida una docena de años desde Buscando a Nemo, Pixar retoma uno de sus mayores éxitos para perpetuar las andanzas marinas de los personajes. La secuela cuenta con el mismo autor, Andrew Stanton, acompañado esta vez de un miembro de la cantera de Pixar, Angus MacLane.
Buscando a Dory contiene los mismos méritos que su antecesora: es inteligente en la mezcla de drama y comedia, incluye personajes secundarios atractivos y aprovecha las habilidades técnicas para favorecer la trama. Sin embargo, no es capaz de añadir nuevos logros a los ya conseguidos con anterioridad. El argumento reproduce el mismo esquema narrativo de la primera parte, sin más cambios que los flashbacks de la infancia de la protagonista y una mayor abundancia de escenas de acción. Stanton prima el espectáculo sobre todo lo demás y hace demasiadas concesiones al público infantil, simplificando sus propuestas y rebajando las exigencias de Pixar. Buscando a Dory no es una mala película, pero tampoco es lo suficientemente buena. Su problema es la corrección y la ausencia de sorpresas.
El argumento recrea el mito homérico de Ulises (es decir, el héroe que regresa a su lugar de origen para encontrarse con su destino y consigo mismo), a un ritmo acelerado. Por el camino nos vamos encontrando con algunos personajes que cumplen una función meramente instrumental (las nutrias, las focas, la beluga) y otros que están tan sobrecargados de carisma que roban el protagonismo a cuantos están a su alrededor (el pulpo, la gaviota). Falta ingenio, naturalidad y cierto equilibrio que refuerce la coherencia del relato... Aún así, la película depara cien minutos de puro entretenimiento bien aderezados de humor y de algunas secuencias emotivas. ¿Suficiente? No cuando se trata de Pixar. La breve pero intensa andadura de la compañía ha puesto muy altos sus propios niveles de calidad.
Como no solo de animación vive el hombre, a continuación se muestra un ilustrativo vídeo que revela algunas de las referencias cinéfilas de Pixar, (algunas evidentes y otras no tanto). Guiños, tributos, homenajes... en definitiva, películas que se alimentan de otras películas. Que lo disfruten:

LEER MÁS

El cuento de la princesa Kaguya. "Kaguya-hime no Monogatari" 2013, Isao Takahata

El prestigioso estudio Ghibli está viviendo el final de un ciclo que dura ya tres décadas. La avanzada edad de sus fundadores Hayao Miyazaki e Isao Takahata, y el cambio del modelo empresarial obligan a la compañía a afrontar nuevos tiempos. Es por eso que El cuento de la princesa Kaguya tiene algo de concluyente, de canto de cisne de un autor fundamental dentro de la animación nipona. Yakahata escribe y dirige su octava película con la conciencia de un octogenario al que le quedan pocas cosas por contar. Ahí reside el milagro de esta gran película.
A simple vista, lo primero que llama la atención es la forma. Realizada bajo la técnica de animación tradicional, los dibujos de El cuento de la princesa Kaguya evidencian el trazo del lápiz y la mano de los artistas que dan vida a las imágenes. Es como si la propia película expusiese su andamiaje ante los ojos del espectador, desnudando un arte que emparenta el cine animado con el grabado japonés. Esta solución estética ya fue probada con anterioridad por Takahata en Mis vecinos los Yamada, entonces buscando recrear las historietas originales, y ahora para remarcar el espíritu legendario de El cuento de la princesa Kaguya.
No en vano, el argumento está inspirado en un antiguo relato popular, El cortador de bambú. Una historia llena de fantasía y emoción que sirve a Takahata para despertar los sentidos del público. No es una frase hecha. Cualquiera con un mínimo de sensibilidad puede percibir el sabor de la fruta degustada a escondidas como hacen los protagonistas, o dejarse mecer por los sonidos del koto (cortesía del gran Joe Hisaishi), o notar sobre la piel la máscara de maquillaje que exige la nobleza... y todo ello, narrado con los mínimos recursos expresivos. El cuento de la princesa Kaguya es una película de madurez que irradia, sin embargo, vitalidad e inspiración, dos cualidades asociadas por lo común a la juventud y que Takahata domina con maestría.
En suma, se trata de un film que bebe del acervo pero que no se parece a ningún otro. Complejo en su sencillez y rico en su discurso, El cuento de la princesa Kaguya eleva la animación a la categoría de arte y supone el broche de oro en la carrera de Isao Takahata. Un director que ya había tocado el cielo años atrás con La tumba de las luciérnagas o Pompoko, y que esboza aquí el anuncio de una despedida no por menos esperada igual de dolorosa. Ojalá que el relevo generacional sepa perpetuar los méritos de Ghibli y mantener viva la llama de cineastas como Miyazaki o Takahata.

LEER MÁS

Whiplash. 2014, Damien Chazelle

Damien Chazelle congrega en sus películas sus dos grandes pasiones: el cine y la música. O más concretamente, el cine y el jazz. Tras debutar en el año 2009 con Guy & Madeline on a park bench, una pequeña producción de corte independiente, el joven director echa mano de sus recuerdos para alimentar la ficción de Whiplash. Lejos del naturalismo de su primera película, Chazelle recurre a la dramatización de unos hechos vividos por el propio cineasta en el pasado: la difícil relación que mantuvo con un profesor en sus tiempos de aspirante a músico. No se trata de una película "inspirada en hechos reales" pero sí de un exorcismo personal, casi una confesión íntima.
A primera vista, Whiplash no parece del todo original. La versión sádica del mito de Pigmalión ya se ha visto antes en Oficial y caballero, El sargento de hierro o La chaqueta metálica, películas ambientadas en el ejército. Aquí no hay asomo de uniformes, pero de nuevo nos encontramos con un personaje embestido de poder que alecciona con crueldad a los pupilos a su cargo. Chazelle traslada este argumento al entorno de una prestigiosa escuela de música en la que el sufrido protagonista lucha por alcanzar la excelencia dentro de una orquesta de jazz. Filmada bajo las pautas del drama, Whiplash contiene además elementos que la emparentan con el thriller. Tal es la tensión que consigue plasmar Chazelle en la película, gracias a un guión que no se distrae con juegos florales, una dirección dinámica y la entregada interpretación de los actores.
Miles Teller y J.K. Simmons están soberbios en los papeles de alumno y maestro, a su vez víctima y verdugo. Sus interpretaciones participan del tono excesivo que mantiene la película en todo momento, aún a riesgo de perder la credibilidad. Y cuando amenaza ese peligro, Chazelle sale al rescate con una secuencia de montaje repleta de planos de detalle o insertos. Esta retórica refuerza la tensión que transmite Whiplash y proporciona un enorme estímulo al público.
Más allá de los diálogos, que Chazelle escribe con la intención de que los actores puedan medirse, brillan las secuencias musicales, con una planificación que es puro nervio. Chazelle demuestra ser un melómano, y lo hace a través de la cámara. Por eso Whiplash depara momentos de placer a los aficionados a la música, pero también a los amantes de las sensaciones fuertes. En definitiva, se trata de una película que sobrevive a sus propios riesgos y que ofrece cien minutos de emoción directa.

LEER MÁS