Adiós, Mr. Chips. "Goodbye Mr. Chips" 1939, Sam Wood

Segunda de las dos películas rodadas en El Reino Unido por Sam Wood, esta vez adaptando una de las más exitosas novelas de James Hilton. Adiós, Mr. Chips participa del mismo espíritu de propaganda que definió el cine inglés durante la década de los cuarenta, sumido en plena Guerra Mundial. No hay nada que temer: al contrario que la propaganda evidente de Powell y Pressburger, la película de Sam Wood no busca el alistamiento sino la defensa de unos ideales colectivos. La cámara no necesita introducirse en las trincheras, basta con el clásico college donde profesores con toga y alumnos encrespados ensayan la vida que les espera detrás de los muros. Y quién mejor que Sam Wood para salvaguardar los valores tradicionales (honor, rectitud, fidelidad, respeto...) y el viejo orden mundial. En este sentido, Adiós, Mr. Chips contiene lo mejor y lo peor del director norteamericano.
Lo mejor es conocido: la capacidad de Wood para narrar de forma fluida y equilibrar la lógica con las emociones del relato. En sus películas siempre se libra un combate entre la parte racional y la sentimental de la historia, sin que ninguna de las dos se imponga. Adiós, Mr. Chips esquiva la frialdad y la sensiblería, aunque a veces bordee peligrosamente este segundo terreno. Hay que situar el contexto: la película trata de hacer un homenaje a los profesionales de la educación al tiempo que plantea un debate entre los antiguos y los nuevos métodos de enseñanza. Y es aquí donde salen a relucir los aspectos más cuestionables del director, aquellos que tienen que ver con su actitud conservadora y su percepción un tanto añeja de lo moral.
La película no pretende sentar doctrina, aunque tampoco oculta su intención ejemplarizante. El contenido antibelicista de la novela queda un tanto amortiguado por la equidistancia del director, quien no termina de posicionarse. Por supuesto que hay escenas de denuncia en la película (el recuento de los alumnos caídos en el frente), pero sin mostrar el drama de forma explícita. Al fin y al cabo, el enemigo todavía no había sobrepasado las fronteras del país en el momento del rodaje. Adiós, Mr. Chips se sigue con interés porque está bien construida en su narración, está interpretada con voluntad por Robert Donat y Greer Garson, y está dirigida con pulcritud por Sam Wood. Méritos que no pueden desdeñarse a la hora de valorar un film que cuenta, además, con un diseño de producción cuidado y elegante. La carrera del director continuaría durante muchos años más, pero es justo reconocer el impulso que esta película destacable supuso en la trayectoria de Sam Wood y en el entusiasmo del público, tan hambriento de estímulos en aquellos tiempos.
A continuación, la escena del primer día de escuela del profesor Chipping. Un estreno capaz de derribar hasta la vocación más sólida... Claro, que nadie contaba con la perseverancia del que luego sería apodado Mr. Chips. Relájense (si pueden) y disfruten:

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Irrational man. 2015, Woody Allen

Es conocido el gusto de Woody Allen por la literatura rusa. Desde La última noche de Boris Grushenko hasta Blue Jasmine, su filmografía está salpicada por referencias a la obra de Tolstói, Chéjov y, en especial, Dostoievski. De ellos adquiere la visión del ser humano como un peón insignificante que lucha por mantener su identidad dentro de una sociedad que ya ha programado su destino. Además está el ideal romántico como tabla de salvación y cierta mirada melancólica sobre la vida. En mitad de este caos, surge el crimen como un resorte de poder y de autoafirmación. Allen ha tratado estos temas en Delitos y faltas, El sueño de Casandra o Match point, unas veces recurriendo a la comedia, otras al drama y la mayoría a ese terreno intermedio en el que se siente tan cómodo. Sucede en Irrational man, donde el director vuelve a introducirse en el universo literario de Dostoievski adaptando libremente Crimen y castigo, una de las novelas emblemáticas del escritor ruso.
El actor Joaquin Phoenix interpreta al personaje protagonista, un profesor de filosofía en horas bajas que entabla relación con una de sus alumnas. La trama narra el proceso por medio del cual el profesor pasa de ser un suicida vocacional a convertirse en artista del crimen, un arco de transformación que incluye un asesinato y varios enredos sentimentales. La joven universitaria adopta los rasgos de Emma Stone, actriz que repite con Allen después de Magia a la luz de la luna. Como es habitual, el trabajo de ambos intérpretes es solvente y asume el mismo riesgo que la película: una tendencia indisimulada al cliché y la ligereza. El hecho de que una obra de la trascendencia de Crimen y castigo se haya trasladado a la pantalla en forma de divertimento refleja la inteligencia de Woody Allen. Pocos como él saben suavizar el contenido moral de sus referencias con el tono de comedia adecuado, acercando los tótems de la alta cultura (Freud, Kafka, Bergman) al público mayoritario. Esta actitud le ha valido algunas críticas que le tachan de superfluo y de descuidado en lo formal. En efecto, Irrational man es un film despojado de todo artificio y ejecutado sin ambiciones estéticas. ¿Se puede considerar esto un error? Si lo que se pretende es santificar el nombre de Dostoievski y dotarlo de sofisticación y complejidad, entonces sí lo es. Allen ya había cumplido el protocolo en Delitos y faltas, una de sus mejores películas, por lo que volver sobre el camino andado hubiese sido redundante, algo de lo que también se le suele acusar.
En definitiva, Irrational man nunca se encontrará en una selección de las grandes películas de Woody Allen, pero resultará necesaria para comprender el presente de un autor fundamental en el cine de los últimos cuarenta años. A continuación, un fragmento del documental que Robert B. Weide realizó en 2011 en torno a la figura del director, en el que reflexiona sobre su propio trabajo:

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Gente en domingo. "Menschen am sonntag" 1930, Robert Siodmak y Edgard G. Ulmer

Antes de que eclosionase el huevo de la serpiente del nazismo, Berlín era una de las principales capitales culturales en Europa. Un privilegio obtenido gracias a artistas de todos los ámbitos como Max Reinhardt, Bertolt Brecht, Kurt Weill, George Grosz... y un nutrido grupo de cineastas (Lang, Murnau, Pabst) que durante los años veinte del pasado siglo exploraron las vanguardias y el expresionismo. Entre ellos, Walter Ruttmann consiguió trasladar a la pantalla toda la efervescencia de la urbe en Berlín, sinfonía de una ciudad, película de referencia para cineastas venideros.
Por aquel entonces, las calles de la capital germana eran frecuentadas por jóvenes inquietos como Robert Siodmak, Fred Zinnemann, Billy Wilder o Edgard G. Ulmer, cinéfilos que buscaban la oportunidad de hacer su primera película inspirados por el film de Ruttmann, el realismo poético francés y la vanguardia soviética. Fruto de todo ello surgió Gente en domingo, una película de autoría compartida rodada de forma amateur, con una cámara prestada, actores no profesionales y un guión escrito en servilletas de papel. Vista hoy, la película mantiene fresca su vocación innovadora y su enorme valor documental.
El punto de partida es sencillo: después de una semana de rutina laboral en la gran ciudad, dos parejas se reúnen para pasar el domingo en el campo. Acaban de conocerse y la naturaleza es el escenario perfecto para camuflar inseguridades y desatar pasiones, para mostrar cómo son y cómo les gustaría ser. Las situaciones cotidianas que transcurren en la pantalla son en realidad el marco para mostrar una sociedad joven y despreocupada, que no podía sospechar la magnitud de lo que estaba a punto de suceder: la llegada al poder de Hitler y la implantación del Tercer Reich. De esta manera Siodmak, Ulmer y los demás debutantes construyeron sin proponérselo el relato de una realidad pre-bélica, ajena al horror que se estaba cocinando en las esferas del poder. Es por este motivo que Gente en domingo adquiere un importante valor testimonial, además del cinematográfico.
Los méritos fílmicos tampoco pueden obviarse. Sin llegar a la experimentación de autores de referencia como Vértov o Epstein, Gente en domingo contiene fogonazos de inspiración (la secuencia de los retratos callejeros es un buen ejemplo) producto de la inmadurez y la audacia. Se podría decir que la sensación de libertad que se respira en cada fotograma del film es el verdadero argumento. La narración fluye con ritmo a través de una planificación rica en tamaños y en ángulos de cámara, con un montaje dinámico que da cuenta del virtuosismo que alcanzó el cine antes de la incorporación del sonido. El director de fotografía Eugen Schüfftan era el único profesional del equipo, condición que aprovechó para sacar el máximo partido de la luz natural y conseguir una estética cercana al documental en muchas de las escenas del film, sobre todo al principio, cuando se presenta la ciudad de Berlín y los personajes. Por esta razón Gente en domingo ha sido considerada como un anticipo de la nouvelle vague, además de por su apariencia de improvisación y su espíritu fresco y contestatario.
Pero las buenas historias no siempre tienen un final feliz. Una vez que Gente en domingo estuvo terminada, después de muchos fines de semana de rodaje y habiéndose hecho realidad el sueño de sus creadores de presentar la película a estreno, se encontraron con la aparición del cine sonoro. La magia de El ángel azul desbordaba las pantallas rindiendo al público alemán a la fascinación del nuevo invento, y dejando inmediatamente obsoleta la opera prima de Siodmak, Ulmer, Zinnemann y Wilder. Un golpe que trataron de aminorar introduciendo algunas frases de diálogo y efectos de sonido, aunque ya era tarde. La película no podía ocultar su naturaleza de cine mudo, a pesar de lo cual contó con suficiente repercusión como para impulsar las carreras de sus autores, que pronto habrían de exiliarse huyendo de la barbarie nazi. Las escasas copias que pervivieron de Gente en domingo se dispersaron con diferentes metrajes hasta completar la versión que hoy conocemos, un prodigio cinematográfico de gran belleza, lirismo y humor que demuestra que antes de que Alemania se transformase en uno de los escenarios más terribles del siglo XX, era un país donde la gente convivía, se enamoraba y esperaba con ilusión la llegada del domingo después de una larga semana de trabajo.
A continuación, la película. (No se olviden de activar la opción de subtítulos). Que la disfruten:

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