El Havre. “Le Havre” 2011, Aki Kaurismäki

Aki Kaurismäki traslada su cámara desde Finlandia hasta la ciudad portuaria de Le Havre, en Normandía, para filmar un cuento sobre la solidaridad repleto de buenas intenciones. El viaje no es sólo geográfico, sino también anímico, sentimental. Kaurismäki deja de lado su habitual melancolía nórdica y ofrece en El Havre una oda a los buenos sentimientos, un film alegre y luminoso, como un caramelo capaz de endulzar los ojos sin saturarlos de almíbar. Y lo hace del modo más sencillo posible, que suele ser también el más complicado.
Desde el principio queda patente el carácter fabulador de la historia, la posibilidad de adentrase en un terreno donde caben la denuncia social, el drama, la comedia y la crónica disfrazada de parábola ejemplarizante. Es el Kaurismäki de siempre, pero como nunca antes. Mucho más abierto y accesible, el guión de El Havre reúne a los vecinos de un barrio obrero que se ven alterados por la llegada de un joven inmigrante sin papeles, y por el hostigamiento de un policía que no es como aparenta ser. Kaurismäki convoca a los fantasmas de Chaplin y Carné creando un espacio intemporal, de celuloide casi primigenio, y lo hace practicando esa austeridad formal tan característica de su cine, en la que la economía de medios suma en vez de restar.
La concreción de un estilo limpio y depurado hasta el extremo no aminora la emotividad del film sino al contrario, la engrandece, pues prescinde de filtros y ortopedias, permitiendo que la comunicación con el espectador sea más directa que nunca. De nuevo el puente es el humor. Un humor que hace de El Havre una experiencia gozosa, una llamada a la conciliación en tiempos difíciles.
A continuación, el cortometraje que Aki Kaurismäki realizó en el año 2002 para la película conjunta Ten minutes older: the trumpet, bajo el título de Dogs have no hell. El universo Kaurismäki comprimido en apenas diez minutos. Que lo disfruten:

LEER MÁS

Lluvia. “Rain” 1932, Lewis Milestone

El mito de Lulú es uno de los más perdurables dentro del imaginario colectivo, un estereotipo mil veces explotado por la cultura culta y popular,  un referente que ha encontrado en el cine su hábitat natural. ¿Qué sería del género negro sin Lulú, cuántos dramas recurrieron a su influjo? La femme fatal, la que conduce a los hombres a la perdición y conspira para conseguir lo que quiere, la mantis religiosa que ofrece su sexo antes de devorar al macho.
En “Lluvia”, Lulú adopta el nombre de Sadie Thompson en uno de los personajes icónicos de Joan Crawford, actriz que tuvo que convivir con el estigma de ser la otra Bette Davis hasta que se batieron juntas en “¿Qué fue de Baby Jane?”. El resultado quedó en tablas. Aquí la joven Crawford demuestra su ya maduro talento y su capacidad para dar vida a un personaje inmortal, la Miss Thompson creada por la pluma de W. Somerset Maugham. Frente a ella otro gigante de la interpretación, Walter Huston, en la piel de un fanático salvador de almas. El cruce de ambos es lo más parecido a un choque de trenes: sus caracterizaciones, sus miradas y sus réplicas prenden fuego en un entorno tropical alejado de la estampa turística, una pequeña isla azotada por la lluvia incesante, capaz de purificar los pecados de Lulú como de hacer rebosar los instintos más peligrosos.
El director Lewis Milestone se esfuerza por esquivar la teatralidad de la puesta en escena a través de una cámara inquieta y juguetona, que se mueve al compás de las pasiones de los personajes. Fuertemente influido por las corrientes europeas, (no hay que olvidar que era de origen ruso, aunque nunca llegase a trabajar en su tierra), Milestone hace de la planificación de “Lluvia” un despliegue visual de planos largos y complejos, algunas veces llegando a la coreografía entre los actores y la cámara. La inspirada fotografía de Oliver T. Marsh y la partitura de Alfred Newman aportan identidad y refuerzan un drama que habrá quien pueda tachar de excesivo, inverosímil o excéntrico. Y no le faltará razón. Porque “Lluvia” es eso y mucho más, es sobre todo el hechizo de unas imágenes que recuerdan a lo mejor de Sternberg o Pabst, es un juego en el que hay que entrar con picardía, la necesaria para dejarse arrastrar una vez más por el mito de Lulú en una trama con vocación para el escándalo. Porque “Lluvia” no se conforma sólo con mojar. También ahoga, arrastra, cala hasta las entrañas.

LEER MÁS

Another year. 2010, Mike Leigh

Menos combativo que Ken Loach y no tan ecléctico como Stephen Frears, el cineasta británico Mike Leigh se ha destacado siempre como un certero observador del comportamiento humano, sin que sus películas dejen de tener por ello un fuerte trasfondo político y sus intereses sean muchos y variados. Leigh es, sobre todo, un magnífico director de dramas, “Todo o nada” y “El secreto de Vera Drake” son buena prueba de ello. Su capacidad para traducir los problemas sociales en tragedias domésticas, al alcance de cualquier espectador más allá de su procedencia, le confirma como un atento humanista atento a los detalles y evoluciones de sus criaturas: la clase media y baja inglesa, ciudadanos apartados muchas veces del estado del bienestar y náufragos a la deriva en un mar de contradicciones sociales.
Con “Another year”, Leigh se centra más en cuestiones personales que en políticas, y aborda los dramas íntimos de un grupo de personas golpeados por la soledad. En el centro de este grupo se encuentra un matrimonio que, estos sí, son completamente felices. Son el faro que atrae con su luz a las polillas que buscan refugiarse de la oscuridad. El contraste producido entre los personajes y su relaciones cruzadas son el material sobre el que se construye “Another year”: una parábola sobre la felicidad, sobre su tenencia y ausencia.
Como es habitual, Leigh elabora una galería de personajes rica en diálogos y en situaciones, más naturalista que realista, capaz de elevar el costumbrismo a categoría de drama aliviado, ocasionalmente, por destellos de comedia. Leigh mira a sus personajes con respeto y honestidad, haciendo de la dirección de actores la verdadera baza de esta película. Cada uno de ellos está perfecto en su papel y se constituyen en piezas de un engranaje movido con lucidez y con inteligencia por Mike Leigh. “Another year” es la quintaesencia de sus cualidades como guionista y director, un film triste sobre la felicidad o, dicho de otro modo, una comedia amarga que huye de la complacencia y tiene la virtud de conmover sin hacer aspavientos, apelando al talento inmenso de sus actores.


LEER MÁS

Cuerno de cabra. “Kozijat rog” 1972, Metodi Andonov

Producción búlgara que en su día consiguió cierta repercusión internacional y que con el tiempo se ha convertido en una película de culto. “Cuerno de cabra” tiene motivos para serlo, por la crudeza de lo que cuenta y por la forma adusta y seca de contarlo.
Ambientada en la Bulgaria rural del siglo XVIII, el primer acto del guión se centra en la violación y muerte de la mujer de un pastor de cabras a manos de un grupo de desalmados. La hija es testigo del horror. El costumbrismo que deviene en tragedia se transforma, en el segundo acto, en la historia de una venganza. El pastor adiestra a María, la hija ya crecida, para que adopte apariencia y actitudes masculinas, enfocadas en ajusticiar a los agresores de su madre. Uno a uno van recibiendo su castigo hasta que María, en el tercer acto, se enamora de un hombre y comienza a mostrar recelos a la hora de terminar con la misión encomendada por el padre. La película plantea con ello cuestiones morales que son sugeridas más que evidenciadas por el director, Metodi Andonov, ya que “Cuerno de cabra” es un film parco en diálogos, cuya elocuencia queda implícita tras sus violentas imágenes.
En esta ocasión el blanco y negro no estiliza ni añade retórica alguna a la propuesta estética de Andonov, más que el verismo y cierta tendencia documental. Lamentablemente, la tosquedad del montaje y lo torpe en demasiadas ocasiones de la realización provocan una sensación de amateurismo que empobrece el resultado final. Aun así, el influjo brutal de la historia oculta y hace olvidar las debilidades de una película hecha con más vocación que medios y con mayor urgencia que esmero. Esto es algo que se debe valorar, a pesar de los inconvenientes referidos al maniqueísmo y falta de profundidad de los personajes, en especial de los antagonistas, de los que apenas conocemos más que su condición de malvados. Además, lo moroso de las situaciones y de las informaciones que hacen avanzar el relato impide cierta fluidez narrativa, con un desarrollo que padece trompicones y arritmias, pero que no obstante obliga al espectador a sentirse interesado por cuanto sucede en la pantalla, que sin duda es de hondo y doloroso calado.
LEER MÁS