Destino: Woodstock. "Taking Woodstock" 2009, Ang Lee

Ang Lee continúa explorando aspectos de la cultura norteamericana con su habitual acierto para encontrar, en los detalles, las piezas que completen una visión de conjunto. El concierto de Woodstock celebrado en 1969 sirve como vehículo para retratar a una generación adulta que asistía desconcertada a los cambios de una época convulsa, mientras que las nuevas hornadas pujaban por abrir vías alternativas y dejar atrás los modos y maneras que ejemplificaban desastres como la guerra de Vietnam. Para reflejar ese ambiente, Ang Lee construye una comedia de personajes en un entorno que, trasladado a la pantalla, conserva toda su aureola mítica. Lo interesante de "Destino: Woodstock" es que la cámara apenas llega a adentrarse en el recinto del concierto, concentrando su atención en la amplia fauna que pobló los alrededores aquellos días, hasta completar un paisaje donde la anécdota y el homenaje alcanzan al mismo valor. La historia cuenta por ello con una gran cantidad de personajes, y sus relaciones con el joven protagonista son las que hacen avanzar el relato con pulso firme pero sin prisas, recreándose algunas veces en las peripecias del momento histórico. El guión sabe encontrar el tono adecuado para cada escena, un acierto que el largo elenco de actores potencia con sus interpretaciones y permite que el público disfrute con un divertimento que, como espectáculo inteligente que es, oculta un trasfondo menos amable de lo que dan a entender sus elaboradas imágenes.



LEER MÁS

The tune. 1992, Bill Plympton

La mayoría de las veces, los autores que toman el camino de la libertad creativa y de la independencia económica deben pagar a cambio el peaje de acceder a un público minoritario. En un mundo tan mercantilizado como es el del celuloide, esta opción entraña no pocos riesgos, por eso cineastas como Bill Plympton merecen ser tenidos en cuenta y ser rescatados de ese cajón de las etiquetas que, desde hace tres décadas, le define como director de cine independiente de animación, con la marginalidad que eso conlleva. Una condición que Plympton ha exhibido en una larga lista de cortometrajes, algunos de ellos antológicos, siempre fieles a un estilo original y reconocible desde el primer trazo.
En el aspecto visual, el dibujo de Plympton puede parecer simplemente abocetado, como si se tratara del story board de una obra que ha sido interrumpida en algún proceso de la producción, sin embargo, la frescura y la inmediatez de la animación difícilmente se podría igualar de otro modo más convencional, de mayor acabado y refinamiento. El espectador es así consciente de la animación en su estado más artesanal y directo, más puro al fin y al cabo. La gran imaginación de Plympton pone siempre a prueba la capacidad de sus propios dibujos, creando un universo absolutamente peculiar y divertido, donde conviven el humor, la crítica, el surrealismo y el musical, y del que el espectador no logrará abstraerse. Todo esto se encuentra en "The tune", el primero de los largometrajes de Plympton, un musical delirante y libérrimo que Matt Groening definió con acierto como el "Yellow submarine" de los años noventa. Lamentablemente, "The tune" no consigue alcanzar entidad como obra compacta y unitaria, convirtiéndose en una sucesión de los cortometrajes característicos del mundo Plympton, esto es: numerosos juegos visuales, gags ocurrentes y reflexiones más o menos veladas tras un humor descacharrante. Aún así, la película supone una buena ocasión para acercarse al trabajo de Bill Plympton, un gran autor y, sobre todo, un artista necesario.
A continuación, una pequeña muestra del talento de Plympton, el videoclip que realizó en 2008 sobre una canción de Parson Brown.

LEER MÁS

Las dos tormentas. "Way down East" 1920, David W. Griffith

Para que el cine fuera cine, pioneros como David W. Griffith debieron echar mano a los referentes que tenían más cercanos: en el aspecto visual, recurrieron a la pintura y a las posibilidades que la fotografía y su técnica podían aportar. En lo narrativo, la novela y sobre todo el teatro fueron la base para adaptar argumentos, personajes y situaciones a la gran pantalla. Griffith supo aprovechar estas materias primas para desarrollar un lenguaje en ciernes, ordenando las palabras que articulaban una nueva forma de expresión capaz de reinterpretar, por primera vez, siglos de cultura culta y popular de un modo directo y accesible a todos los públicos. Esa fue la grandeza de los primeros directores y así deben ser tenidos en cuenta. Al mismo tiempo, los pioneros del cine en Europa introdujeron las vanguardias otorgando a las películas el rango de artísticas y sacándolas para siempre de las barracas de feria. Autores como Murnau y Eisenstein redujeron el texto de sus obras hasta la mínima expresión, algo que Griffith no pudo igualar debido a la fuerte dependencia de sus historias respecto al material literario original, casi siempre piezas de teatro y folletines novelescos como "Las dos tormentas", a partir de un texto de Lottie Blair Parker.
El guión de esta película alterna las situaciones cómicas con las dramáticas, dándole relevancia a las segundas, por medio de una galería de personajes que se corresponden a arquetipos reconocibles y muy funcionales (la joven inocente, el Don Juan, el romántico soñador, el padre puritano...) El aprovechamiento de los diferentes decorados denota el dominio de la puesta en escena de Griffith, trascendiendo los márgenes teatrales a través de elipsis, flashbacks y demás herramientas narrativas. Su musa habitual, Lillian Gish, realiza una interpretación sentida y esforzada dentro de los parámetros de la época, más cercanos a la pantomima, en un personaje que pone en tela de juicio la hipocresía de ciertas costumbres y las profundas diferencias entre sexos y clases sociales. "Las dos tormentas" es un drama de alto voltaje cuyo desenlace, lleno de garra y emoción, funciona como catarsis de todo lo acontecido anteriormente, el colofón a una película muy enraizada en su tiempo que supone el paradigma de un autor, David W. Griffith, con el que el cine tendrá siempre una deuda pendiente.
A continuación, una de las numerosas películas cortas que Griffith rodó bajo la producción de Biograph, "The house of darkness" de 1912, con la participación de Lillian Gish y Lionel Barrymore entre otros actores.

LEER MÁS

Help! 1965, Richard Lester

El talento de los Beatles resulta tan rotundo e inabarcable que ni siquiera daños colaterales del estrellato como haber rodado "Help!" pudo despeinarles. Un año después de hacerles debutar en el cine, Richar Lester volvió a convocar a los cuatro de Liverpool abandonando el free cinema de "A hard day´s night" y doblando el presupuesto sin potenciar con ello los méritos de "Help!", sino más bien al contrario. El resultado es de difícil definición. Los más entregados podrían etiquetarlo como humor absurdo, aunque ciertamente se necesita ser un espectador voluntarioso para apreciar la comedia en esta sucesión de momentos producto del delirio que ninguna relación guarda con los números musicales. Éstos aparecen arbitrariamente y sin una coherencia narrativa más que la del capricho, convirtiéndose en la única excusa para ver el film. A ellos se reduce la escasa inventiva visual aplicada por Lester, en el resto de las escenas impera la realización más amateur combinada con una producción espartana y una total ausencia del sentido del ridículo. El espíritu libertario que "Help!" exhibe con alegría no consigue calar en unas imágenes más cercanas al cartoon que a cualquier otra cosa, pero cuya resolución en la pantalla resulta tan pobre y deslabazada que termina imponiéndose la sensación de talento desperdiciado, de ejercicio lisérgico que -es de suponer- hizo disfrutar a los Beatles de unos buenos ratos en Londres, las Bahamas y los Alpes suizos sin que el público pueda apreciarlo desde sus butacas más que como simples e impacientes espectadores, excluidos de cuanto sucede ante sus ojos. Los Beatles, al fin y al cabo, podían permitirse estas cosas y muchas más.
A continuación, un clásico imperecedero:

LEER MÁS