El cisne. "The swan" 1956, Charles Vidor

Charles Vidor fue un director laborioso y constante, que cumplía con el plan de rodaje de los estudios sin traslucir estilo alguno ni nada que le identificase como un autor. Lo que comúnmente se conoce como un artesano. En su irregular carrera pueden encontrarse cumbres como "Gilda" y películas menos destacables como "El cisne", cuya trascendencia consiste en ser el último trabajo de la hasta entonces actriz Grace Kelly.
A partir de unas premisas interesantes que no resultan bien aprovechadas, "El cisne" deja demasiado en evidencia su origen teatral. El argumento narra las tribulaciones de una familia noble que fue despojada del trono, y los intentos por recuperarlo mediante un casamiento. Lo que se prometía como una historia de amor, adquiere el tono de un sainete y termina desembocando en un inesperado drama. "El cisne" está relacionada con esa recuperación que hubo durante los años cuarenta y cincuenta del cuento tradicional ("Bola de fuego", "Vacaciones en Roma", "Sabrina"), adaptando antiguas fórmulas para insuflarles un aire nuevo. ¿Por qué "El cisne" no alcanza el mismo escalafón que sus antecesoras? Principalmente, porque la acción no consigue desligarse nunca de los diálogos, y porque la puesta en escena tiende a confundir el clasicismo con la rigidez, sin llegar a aprovechar los aciertos de un guión que empiezan pronto a diluirse en la trama. La película adolece de un sentido de la comedia que no llega a definirse por completo: los personajes faltos de carisma, el texto poco inspirado y el desenlace que traiciona sus aspiraciones de fábula, tienen buena culpa de ello.
Alec Guinness y Louis Jourdan hacen esfuerzos por dotar de contenido a sus personajes, sin obtener demasiados méritos. En definitiva, mucha producción para tan pobres resultados. Grace Kelly exhibe su proverbial fotogenia al tiempo que ensaya la vida que le estaba aguardando en la realeza, ahí comienza y termina la curiosidad por esta película que, si bien se ve con facilidad y agrado, de la misma manera puede olvidarse.
LEER MÁS

Crumb. 1994, Terry Zwigoff

El hecho de que Terry Zwigoff y Robert Crumb fuesen amigos hizo posible la realización de este documental. De otra manera, hubiese sido imposible. Es conocido el rechazo a los focos de Crumb y su misantropía, lo que otorga a la película un valor excepcional.
Más allá de la biografía al uso o del anecdotario, Zwigoff construye un retrato del artista partiendo de lo que le rodea (sus familiares y lugar de residencia), para hacer hincapié en los aspectos psicoanalíticos del personaje. La influencia de unos padres castradores y la incapacidad para mantener una relación normal con las mujeres marca el devenir de Crumb y el de sus hermanos, aquejados por el desorden mental. La película es incisiva en las cuestiones que plantea: ¿dónde está el límite entre lo común y lo extravagante? ¿Puede considerarse sano quien se excluye de un sistema enfermo, o es al contrario?
Zwigoff expone estas preguntas huyendo de los detalles sórdidos y de la solemnidad, a la búsqueda de lo que se considera cotidiano y que a veces resulta tan difícil de asimilar. La camaradería que el director establece con Crumb traspasa la pantalla y condiciona el relato de un hombre que ha conseguido que el término contracultural sea más que un adjetivo, una opción de vida. Erigido hoy como uno de los ilustradores más importantes del último siglo y padre del cómic underground, Robert Crumb es todo un ejemplo de coherencia y de libertad. Genial, provocador, divertido, visionario... el autor es diseccionado en el documental a partir de testimonios propios y ajenos, por medio de una cámara que tiene la habilidad de fundirse con el paisaje.
En su segundo largometraje, Terry Zwigoff lleva a cabo un ejercicio de observación atenta, que deposita en la fotografía y en el montaje algunos de sus logros. En definitiva, "Crumb" es un documental apasionante y muy revelador que desentraña no sólo a un artista único, sino también a una generación mordida por las expectativas del baby boom y por los sueños truncados del estado del bienestar.
A continuación, uno de los trabajos más conocidos de Crumb: "A short history of America". Doscientos años de historia resumidos en doce viñetas sin texto. Sobran las palabras cuando hay tanto talento: 

    
LEER MÁS

Un gato en París. "Une vie de chat" 2010, Jean-Loup Felicioli, Alain Gagnol

En el año 2010, Jean-Loup Felicioli y Alain Gagnol realizaron su primer largometraje después de haber completado un ramillete de cortos en los que dejaron constancia de su estilo. "Un gato en París" endulza las anteriores propuestas de sus directores y rebaja el contenido psicológico para acercarse al gran público, sin escamotear por ello los aspectos turbios de la trama.
Una niña enmudecida tras el asesinato de su padre por un mafioso y la fijación de la madre policía por capturarlo, conforman el hilo argumental en el que se enredan también un ladrón noctámbulo y el gato que sirve como nexo entre los personajes. Esta historia con aires de cuento conjuga el humor con el drama y el intimismo con la acción, hasta derivar en un desenlace de espectacularidad imprevista. Pero lo que otorga valor al film es su estética, más cercana a la ilustración que a la animación convencional.
El aspecto visual de "Un gato en París" define bien el espíritu de la película, sencillo y colorista, seña reconocible de sus dos autores. Bonitas imágenes para una obra de artesanía que merece ser reconocida dentro del panorama europeo de los dibujos animados.
A continuación, el cortometraje "El pasillo", de 2005. Un ejemplo perfecto de la capacidad de Felicioli y Gagnol para crear universos propios donde se confunden lo excepcional y lo cotidiano, la alegoría y el misterio. Que lo disfruten:




LEER MÁS

¿Arde París? "Paris brûle-t-il?" 1966, René Clément

Si ya de por sí la adaptación cinematográfica de cualquier novela supone una selección del texto original, cuando se trata de filmar una obra de la magnitud de "¿Arde París?" las dificultades se agravan considerablemente. La multitud de situaciones, personajes y escenarios diferentes que se reparten a lo largo de la novela de Dominique LaPierre y Larry Collins encuentra difícil acomodo entre los márgenes de una pantalla de cine. No en vano la película, cuya duración sobrepasa las dos horas y media, debe dejarse muchas cosas por el camino. O por lo menos esa es la sensación que se tiene durante buena parte del metraje, ya que los personajes y sus motivaciones aparecen abocetados, faltos de información, lo que provoca cierto desconcierto en los espectadores legos en hazañas bélicas.
Carente de un único punto de vista, "¿Arde París?" adopta la forma de un relato poliédrico, en cuyas caras se refleja el acontecimiento histórico y la implicación de sus protagonistas, desde el panadero colaborador con la resistencia francesa hasta el mismísimo führer. La producción del film no escatima en medios ni en actores, así, se pueden descubrir los rostros de Simone Signoret, Yves Montand, Glenn Ford, Kirk Douglas, Jean-Louis Trintignant y un largo etcétera, interpretando brevísimos papeles. Esta idea de hinchar el reparto de la película con nombres de relumbrón puede terminar resultando perjudicial, ya que se corre el peligro de que el público esté más pendiente de ver cuál va a ser la siguiente cara conocida en asomarse a la pantalla, que en los propios personajes. En definitiva, se sacrifica la credibilidad del relato por el elenco de campanillas. Una opción peligrosa cuando es verosimilitud lo que persigue René Clément en el intento de construir una crónica completa de los días previos a la liberación del París ocupado por los nazis.
La película transcurre entre la acción y los diálogos, sin que ambas partes lleguen del todo a compensarse. El guión de Gore Vidal y de un veinteañero Francis Ford Coppola trata de rellenar con estrategias y conspiraciones los huecos que anteceden a la batalla, provocando que la narración gane interés cuando la cámara de Clément desciende de los despachos y se asienta sobre los adoquines de París. El cine sustituye entonces a la literatura y consigue empatizar con el espectador abrumado por los datos históricos.
A través de unas imágenes en blanco y negro cercanas al fotoperiodismo de contienda, el director atrapa la realidad intercalando planos de archivo rodados apenas veinte años antes en las mismas calles. La emoción de muchos figurantes no es fingida, y la ficción coquetea con el documental. Este es el punto fuerte de "¿Arde París?", lo que convierte su primera parte en un largo preludio del momento de la liberación de la ciudad. Clément se recrea para ello en una épica sin heroísmos, que conjuga bien lo doméstico con lo militar y el drama con el humor. Las virtudes de esta última parte alivian las torpezas y los desequilibrios del conjunto, en una película que si bien no demuestra todo el potencial de René Clément como director (se acusan ciertas tosquedades tanto en la planificación como en el montaje), sí logra reconducir las ambiciones de su producción hasta tocar la sensibilidad del público.
A continuación, un extracto de la banda sonora que Maurice Jarre compuso para la película, cuyo espíritu se sintetiza en una marcha militar desplazada por el aire del vals. Que lo disfruten:

LEER MÁS