Biutiful. 2010, Alejandro González Iñárritu

Alejandro González Iñárritu se ha erigido, película tras película, como el cineasta de las situaciones al límite. Sus personajes se encaminan invariablemente hacia el abismo, e Iñárritu les retrata en su trayecto sobre el alambre con una fascinación no exenta de crueldad. Sin embargo, la escritura fragmentada de Guillermo Arriaga venía hasta el momento a diversificar el cúmulo de desgracias que poblaban sus guiones, convirtiendo los dramas oscuros de "Amores perros", "21 gramos" y "Babel" en depurados ejercicios narrativos de historias cruzadas y de alternancia de puntos de vista.
Una vez producido el divorcio artístico entre Arriaga e Iñárritu, lo que queda es la tragedia en bruto y sin retóricas que "Biutiful" exhibe con crudeza. El aire documental y el acabado realista de las imágenes de "Biutiful" conviven con ciertos apuntes de irrealidad que, lejos de aliviar tensiones, las potencia en una extraña amalgama de crónica y fantasía, vigilia y pesadilla, vida y muerte. Iñárritu deja traslucir así su propia identidad de autor y la emplea como recipiente para que Javier Bardem, el actor protagonista, vierta su desmesurado talento.
El tópico suele definir como recital interpretativo la labor ejemplar de un actor. Pero lo que Bardem logra en "Biutiful" es digno de una orquesta filarmónica completa, en la que cada instrumento está perfectamente afinado y donde cada nota suena con su timbre, color y tono exacto. Un trabajo más que esforzado, hiriente, que sigue con rigor la partitura de un guión que es capaz incluso de mejorar. Es sin duda un alarde de creación que, engañosamente, parece producirse frente a los ojos del espectador, y que justifica la visión de una película, por otra parte, emocionante, apasionada y lúcida en su dolorosa intensidad.
A continuación, el cortometraje que Alejandro González Iñárritu realizó en 2001 para la serie promocional de BMW "The hire", todo un ejercicio de montaje y planificación con el sello del director mexicano.


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Chico y Rita. 2010, Fernando Trueba, Javier Mariscal, Tono Errando

Hermosa película que supone todo un precedente en el cine de animación español. Se trata de la primera obra dirigida directamente a un público adulto, y para ello no se han escatimado los medios. El director Fernando Trueba se estrena con los dibujos animados en compañía del ilustrador Javier Mariscal y del realizador Tono Errando, dando como resultado un fascinante ejercicio de estilo alejado de la pirotecnia tridimensional que puebla las pantallas, y poniendo todo el esmero en el acabado artístico y en el narrativo. A través de una historia de amor que se prolonga durante varias décadas, "Chico y Rita" funciona como un emotivo romance a dos bandas. Por un lado, la historia de amor de la pareja protagonista. Por otro lado, el no menos apasionado idilio de los directores con una música y una época: el jazz latino y los días de las grandes orquestas en la Habana de los años cuarenta. El proceso de recreación de ambientes resulta no solo atractivo estéticamente, sino también muy ilustrativo. Pero el trabajo historiográfico no se termina en sí mismo, no es el fin sino el medio, el soporte y el trasfondo de un relato que satisfará por igual a los amantes del cine y de la música. "Chico y Rita" cuenta con una banda sonora de excepción, firmada por el veterano Bebo Valdés, que multiplica la belleza y la trascendencia de un film que ojalá suponga un punto de partida dentro de la animación en España. Se debe reconocer el encomiable esfuerzo de producción de esta película singular, que deja traslucir el entusiasmo en cada una de sus imágenes.

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Un tipo serio. "A serious man" 2009, Joel y Ethan Coen

Si algo han demostrado los hermanos Coen tras veinticinco años de carrera y más de una docena de películas, es una independencia creativa y una libertad a la que pocos directores en Hollywood pueden aspirar. Y es que al contrario que la mayoría de los realizadores que trabajan para los grandes estudios, ellos han sabido servirse de la industria para llevar a cabo su obra sin hacer concesiones ni tergiversar un estilo que, desde el principio, se ha demostrado inconfundible. Se trata de un estilo muy definido y lleno de señas de identidad tanto en en el fondo como en la forma, en el cual la personalidad de estos dos cineastas ha sabido imponerse sin terminar diluyéndose en una amalgama de referencias que van desde los dibujos animados de Tex Avery hasta el cine de género más clásico. “Un tipo serio” es un muestrario del universo Coen comprimido en menos de dos horas, seguramente la película que mejor les retrata y más se acerca a sus obsesiones.
El relato arranca con un prólogo fabulador y desconcertante, al estilo de “El gran salto”, para dar paso a una historia que contiene el humor bizarro de “Arizona baby” y “Quemar después de leer”, la ironía de “Muerte entre las flores”, la mordacidad de “Crueldad intolerable”, el surrealismo de “El gran Lebowski”, la negrura de “El hombre que nunca estuvo allí”, la profundidad de “Barton Fink” y la sequedad de “No es país para viejos”, sólo por citar algunos títulos de los Coen. Aunque temáticamente, “Un tipo serio” puede hacer pensar en una versión hebrea de “American beauty”, ya que narra el descenso a los infiernos de lo cotidiano de un padre de familia de mediana edad. La originalidad consiste en enmarcar la historia dentro de una comunidad judía de clase media que los Coen demuestran conocer bien, y a la que retratan al borde de la sátira. Porque esta es una película de límites: ahí radica su grandeza. “Un tipo serio” está al límite de resultar grotesca, no es ni demasiado triste ni demasiado cómica, ni demasiado realista ni demasiado irreal, es, en definitiva, puro hermanos Coen. El guión es rico en cuanto a situaciones y personajes, sabe alterar los estados de ánimo del espectador con una naturalidad que sólo se alcanza con sabiduría narrativa y riesgo. Los acontecimientos se suceden en la pantalla como arrastrados por un hilo invisible que, sólo al final, dejará al descubierto una madeja tan redonda como bien estructurada. Algo a lo que contribuye la realización, ágil y efectiva, con un montaje que llena los tiempos muertos de puro dramatismo.
“Un tipo serio” se puede ver como una pesadilla cargada de humor o como una comedia profundamente triste, pero sobre todo como un film inteligente, la quintaesencia de unos directores que demuestran no necesitar estrellas en el reparto, sino un buen puñado de actores que encajan a la perfección en el molde de sus personajes, para construir una película fascinante que da buena cuenta de su talento como guionistas, como directores y como productores. En definitiva, como cineastas en el amplio sentido de la palabra.

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El Navegante. "The Navigator" 1924, Buster Keaton / Donald Crisp

Si alguien ejemplifica a la perfección la lucha del hombre contra los elementos, ese es sin duda Buster Keaton. Prueba de ello es "El Navegante", una comedia que mantiene la estructura clásica basada en la sucesión de gags es un entorno determinado - el barco que da título a la película - para alcanzar un objetivo romántico que en un principio parecía imposible. Keaton elabora como nadie este tipo de comedias a través de una realización prolija y efectiva, siempre al servicio de la acción, un ritmo perfectamente medido y una dirección de actores que se concentra en su propio rostro y en el de Kathryn McGuire, una actriz que asume el reto de completar cada uno de los gags de Keaton sin palidecer ante el talento tranquilo y arrollador de su compañero. "El Navegante" es un magnífico divertimento, el ejemplo de que frente a la ausencia de diálogos, hubo una época en la que bastaba con la elocuencia de las imágenes.


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La red social. "The social network" 2010, David Fincher

Resultará muy interesante recuperar esta película transcurridos unos cuanto años. Porque "La red social" funciona como una fábula moderna sobre mitos antiguos, a modo de drama acerca del poder y del efecto que causa en quienes lo detentan, a la vez que supone una lúcida y certera crónica de su tiempo. Tomando como base el libro "Multimillonarios por accidente", que relata los avatares de los creadores de Facebook, David Fincher es capaz de retratar el repentino cambio de paisaje que las nuevas tecnologías han propiciado a principios del siglo XXI en lo que a relaciones sociales se refiere, la revolución tecnológica de internet y su incidencia en las personas. En ese sentido, "La red social" cumple sus objetivos. En los demás también, porque resulta a ratos divertida, a ratos emocionante y siempre muy entretenida, todo por obra y gracia de un guión bien construido y bien rodado por un director que parece alejarse ocasionalmente de las concesiones a la taquilla para elaborar un trabajo pulcro y exigente. Bien es verdad que hay elementos disonantes (el videoclip de la competición de remo o la afectación de algunas interpretaciones) pero la buena elección del actor protagonista, Jesse Eisenberg, es también responsable de que "La red social" se siga más que con interés, con fascinación.


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Fantástico Sr. Fox. "Fantastic Mr. Fox" 2009, Wes Anderson

Después de una carrera jalonada por comedias extrañas que han ido construyendo un estilo personal muy reconocible, el cineasta Wes Anderson se estrena en la animación con una película deliciosa, inteligente y tremendamente divertida. Con un acabado formal que explota todas las posibilidades del absurdo, Anderson demuestra su buen pulso a la hora de conducir un relato cargado de situaciones y de personajes, mediante secuencias cortas, de gran concisión narrativa y con un ritmo apabullante, en el que tienen la misma importancia los diálogos que las acciones.
La vieja animación en stop-motion se vuelve moderna gracias a un sentido de la estética depurado y carente de elementos superficiales, más cercano a la ilustración clásica que a las nuevas tecnologías. Esta conjunción entre vigor narrativo y estilización formal da como resultado una comedia brillante, capaz de seducir por igual a grandes y pequeños, y que sabe trasladar a la pantalla el universo mágico y con trasfondo de Roald Dahl, autor al que Fantástico Sr. Fox adapta de forma ejemplar. Sin duda, un divertimento fascinante que el espectador exigente sabrá aprovechar tanto en el fondo como en la forma, un maravilloso cuento sobre las consecuencias de madurar en un entorno que te obliga a ello.

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Una educación. "An education" 2009, Lone Scherfig

La periodista británica Lynn Barber recuperó en sus memorias los acontecimientos que la llevaron a madurar precipitadamente cuando era una escolar en el Londres de 1961. Su relación con un hombre mayor que ella y el descubrimiento de una nueva vida llena de estímulos y de emoción, más allá de los estrictos márgenes académicos y familiares, despertaron el interés del reputado novelista Nick Hornby para darle forma de guión cinematográfico. Se trataba de exponer el retrato de dos modelos de educación tan enfrentados como prototípicos: por un lado, la educación cerrada y restrictiva dentro de una gran ciudad que está a punto de conocer la ebullición de los años sesenta y el advenimiento de los Beatles. Por otro lado la educación personal, basada en la experiencia, aquella que obliga a madurar a golpes para avejentar a los débiles y volver sabios a los fuertes. El guión de “Una educación” trata con gran destreza narrativa todos estos temas sin excesos ni dramas altisonantes, con una tendencia naturalista que encuentra en el rostro de la joven actriz Carey Mulligan su mejor aliada. Su interpretación rica en matices y de una elocuencia siempre controlada, ha provocado el aplauso unánime de crítica y público, el anuncio de que ha nacido una actriz en ciernes, un talento en bruto a la que aguarda un prometedor futuro. Su encarnación de Jenny encuentra en Peter Sasgard la réplica perfecta, pues este actor es capaz de acompañarla en su tránsito a la madurez dejando entrever una ambigüedad que resultará determinante en el desenlace de la historia. Porque “Una educación” es una película de experiencias y de apariencias, de posturas y de imposturas, un film con un amplio trasfondo y de calculada sencillez, que funciona como un relato de iniciación a la manera de las novelas victorianas a las que rinde tributo. Para llevar el barco a buen puerto era necesario situar al timón a una directora como Lone Scherfig, que cuenta en su haber con títulos tan destacables como “Italiano para principiantes” (2000) y “Wilbur se quiere suicidar” (2002). El hecho de que “Una educación” sea una producción británica y esté rodada fuera de su Dinamarca natal, potencia lo que sin duda es una de las cualidades de la película: la recreación de una época y de unos modelos de conducta ajenos a su propia vivencia, algo que ya estaba presente en los textos de Barber primero y de Hornby después, pero que a través de los ojos de Scherfig cobra una fascinación y un sentido de lo plástico de gran personalidad. Las imágenes del film aparecen como postales de un tiempo pasado, y son el decorado por el que los personajes pasean sus anhelos y frustraciones a modo de cuadro naturalista, con una puesta en escena sobria y elegante que coloca a Scherfig en una posición destacada dentro del reciente cine europeo.


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Chantaje contra una mujer. "Experiment in terror" 1962, Blake Edwards

Emocionante película de suspense que demuestra la versatilidad de Blake Edwards y supone uno de sus mejores trabajos como director. "Chantaje contra una mujer" es su incursión en el film policíaco revestido de terror psicológico, tan en boga en la época, mediante un ejercicio de vigor narrativo y de elegancia escénica. Éstas son las mejores bazas de un Edwards en plenas facultades. Por un lado, la realización de la película funciona como un tratado de clasicismo en la planificación y en la puesta en escena. Por otro lado, el eficaz pulso narrativo de Edwards y su inteligente concepción del montaje aportan a "Chantaje contra una mujer" una impronta de frescura y de fuerza que dan como resultado, al mismo tiempo, una obra muy situada en su época y profundamente moderna, dos virtudes que hacen que las grandes películas resulten intemporales. "Chantaje contra una mujer" lo es además por su hábil guión, que sabe manejar con acierto la multiplicidad de escenarios y de personajes, por la dirección de actores, donde brillan con relevancia Glenn Ford, Ross Martin y la excelente Lee Remick, y por una inmejorable factura técnica en la que destaca el montaje de Patrick McCormak y la fotografía en blanco y negro de Philip H. Lathrop, cuya estilización dota de dramatismo unas imágenes capaces de seducir los ojos del espectador y de inquietarle a partes iguales. La sugerente música de Henry Mancini termina de redondear el conjunto de una película que mantiene la tensión de la trama de la primera hasta la última escena. Sin duda, "Chantaje contra una mujer" se encuentra entre las obras más importante de Blake Edwards, un director irregular que vivió aquí su mejor época.


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Carancho. 2010, Pablo Trapero

No se hacen películas como "Carancho" todos los días."Carancho" comienza con sangre y termina con sangre, es un bautismo y un funeral, una catarsis, un viaje hemoglobínico hacia lo oscuro del alma humana. "Carancho" es un auténtico vía crucis en el que sus integrantes, una pareja de mártires abocados a la fatalidad, se purifican a través del dolor en una búsqueda constante de luz en medio de una noche eterna. "Carancho" es eso y mucho más. Es un retrato despiadado de una ciudad, Buenos Aires, y de una época, la actual. "Carancho" es el dibujo de sus glorias y de sus miserias, del oro que se esconde en el barro, "Carancho" es Ricardo Darín. Un actor prodigioso que lejos de acomodarse en papeles gratificantes y en éxitos fáciles, se pone a prueba en encarnaciones como ésta, directa, descarnada. Tan real como la de Martina Gusman, una mirada y unas maneras que para siempre serán la luz de "Carancho". Su luz difusa. Porque en "Carancho" no hay claros ni oscuros, no hay ángulos simples, hay distorsión, hay gris, hay términos medios y ambiguos como el parte de un seguro amañado. "Carancho" es el ejercicio de estilo de un director, Pablo Trapero, que había dado muestras de su capacidad para aprehender la realidad en films lúcidos como "Mundo grúa" y "Familia rodante". Trapero tensa esas costuras y las hace reventar en un alarde de tiempos lentos y rápidos, de ficción y de crónica, de drama y de thriller como es "Carancho". La sintaxis de sus imágenes apenas permite el aliento, los planos son cortos, cortísimos, y la profundidad de campo es una promesa negada en el desenfoque y en el tránsito de un tráfico que encierra a los personajes. Son planos que huelen y que sacuden y que salpican al espectador sangre, sudor y lágrimas, todos los fluidos que revisten a "Carancho" de una sustancia tan imposible como fascinante llamada Realidad. La verosimilitud y la emoción son una mezcla difícil que sólo los autores que se arriesgan pueden llegar a conjugar. ¿Cómo conseguir que el público participe de la pesadilla que "Carancho" propone? Obviando el cine. Eliminando el montaje y los trucos visuales, rodando planos secuencia larguísimos donde el desgarro se concentra en unos metros de película. Y buscando un buen material narrativo. Trapero elabora en "Carancho" un documental apresurado y enérgico sobre la desolación, capaz de agarrar de las tripas al público en la primera escena y de no soltarle hasta la última. Por eso, afortunadamente, no se hacen películas como "Carancho" todos los días. Desgraciadamente, tampoco.

A continuación, el cortometraje "Sobras", que Pablo Trapero realizó como parte de un proyecto conjunto sobre los Derechos Humanos, en el año 2008.


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Submarino. 2010, Thomas Vinterberg

Jonas T. Bengtsson es un joven escritor danés que con su novela "Submarino" consiguió formar un buen revuelo en Dinamarca, a causa de la crudeza del argumento y de los personajes, retratando el lado menos amable de la perfecta sociedad del bienestar. Su compatriota el cineasta Thomas Vinterberg, quizás ansioso por escapar de la sombra de "Celebración", la película que le otorgó fama internacional y el justo reconocimiento de la crítica, regresa al drama familiar esta vez multiplicado por ciento, y adapta el libro de Bengtsson sin escamotear ni una coma de la sordidez del texto original. El resultado es una película de extremada dureza, una loa a la desolación que pone a prueba la sensibilidad del público hasta la llegada de los títulos de crédito finales, recibidos como un bálsamo. Hasta entonces, "Submarino" es un film que duele en cada una de sus escenas. Las interpretaciones de los actores alcanzan la excelencia y permiten un lejano resquicio de identificación con sus personajes, realmente la tarea más ardua que deben afrontar frente a unos caracteres que les convierten al mismo tiempo en víctimas y en verdugos. Tal vez Vinterberg hubiese necesitado mayor pudor y mesura en el tono del relato, pues el exceso de tremendismo está a punto de arruinar en más de una ocasión la credibilidad de la película. La frialdad de las imágenes y de la puesta en escena resulta hiriente, y la ausencia de filtros de ningún tipo que puedan aliviar el desgarro de esta historia obliga al espectador a acorazarse durante el visionado para salir indemne. Porque "Submarino" funciona demasiadas veces como una exhibición de la desgracia, corriendo riesgos como los de resultar, de tan valiente, temeraria, y de tan realista, casi irreal.

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Anticristo. "Antichrist" 2009, Lars von Trier

Una vez que se ha fundido el último plano de “Anticristo”, una leyenda nos avisa de que la película está dedicada al cineasta Andréi Tarkovski. Desde luego, Lars von Trier demuestra tener sentido del humor. Porque cuesta imaginar un trabajo más alejado del genial director ruso que éste, y porque es muy difícil tomarse “Anticristo” en serio. Resulta tan exagerada, que las interesantes premisas del argumento se van deshinchando según avanza el metraje, al mismo tiempo que la trama desaparece por completo para convertirse, únicamente, en un catálogo de escenas desagradables vacías de todo contenido. El distanciamiento del espectador respecto a lo que ve en la pantalla se produce sin remedio cuando el film quiere impresionar por todos los medios, y para ello no duda en recurrir a los trucos necesarios del género de terror hasta llevarlos a lo más lejos. Von Trier ha buscado siempre subvertir los diferentes géneros, ya lo hizo y con buenos resultados con el musical, el melodrama o el policíaco. Por eso, el terror parecía un terreno abonado para que el autor danés diese rienda suelta a sus obsesiones y nos deleitara con un ejercicio personal y sorprendente. Desde luego que “Anticristo” lo es, el problema es que carece de un guión al que agarrarse, un hecho imperdonable tratándose del escritor de “Rompiendo las olas” y “Dogville”. Es de alabar, una vez más, el riesgo y la evidente falta de prejuicios. Es de lamentar la carencia de exigencias y lo poco en serio que se toma el autor una película, por otro lado, enterrada por la seriedad. Ni siquiera las esforzadas interpretaciones de Charlotte Gainsbourg y Willem Dafoe logran resolver una película que hace añorar mejores tiempos en la carrera de von Trier.

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Malditos bastardos. "Inglourious basterds" 2009, Quentin Tarantino

Quentin Tarantino ha dado a lo largo de su carrera evidentes muestras de su talento como director, a la vez que ha sabido crear un estilo muy personal basado en todo tipo de referencias bien asimiladas, y que abarcan un amplio arco que va desde Godard hasta Russ Meyer. "Malditos bastardos" amplifica sus señas de identidad, consiguiendo que sus escenas serias resulten solemnes, y las cómicas, delirantes. Es el refinamiento de un modo de hacer cine que se sabe poderoso, un referente indiscutible dentro del cine moderno –en el buen sentido de la palabra– y una película que funciona como un elogio de la autosatisfacción, sin que esto conlleve menoscabo. En efecto, Tarantino consigue hacer los films que quiere y se preocupa de que el espectador lo sepa, en un ejercicio de libertad que pocos autores se pueden permitir. Quien sea capaz de asimilar esas claves y participar en el juego, tendrá la diversión asegurada. Una diversión auténtica, primaria, casi infantil. El resto del público asistirá desconcertado a esta reinvención de la historia y a la sucesión de homenajes más o menos encubiertos del autor. El guión de Tarantino se recrea en uno de los motivos de su éxito: unos diálogos inconfundibles, ricos y llenos de posibilidades para unos actores que se crecen diciéndolos. La división de la trama por capítulos y los personajes episódicos forman parte del sello Tarantino. La estupenda dirección de actores aprovecha al máximo las posibilidades de cada intérprete, y nos da la oportunidad de descubrir a un excepcional Christoph Waltz, que logra elaborar un personaje inolvidable. La cámara de Tarantino, como es habitual, se sitúa siempre en el lugar correcto para conseguir los máximos resultados sin dejar de resultar ecléctica: es dinámica, ágil, serena, juguetona o solemne según proceda. La fotografía de Robert Richardson lleva la marca inherente del talento, y el empleo de la música es un desafío a todas las convenciones. "Malditos bastardos" supone por todos estos motivos la quintaesencia de su autor, un regalo para sus seguidores y un chorro de gasolina para el fuego de sus críticos. A estas alturas, no se puede pedir más.

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El globo blanco. "Badkonake sefid" 1995, Jafar Panahi

Jafar Panahi exhibe, en su ópera prima, los preceptos que hicieron del cine iraní un distintivo dentro del panorama cinematográfico internacional: Actores no profesionales, historias sencillas, escenarios naturales y un costumbrismo austero y directo que sedujo en festivales a críticos con pedigrí. Siguiendo los pasos de su maestro Abbas Kiarostami, responsable del guión de esta película, Panahi recupera el neorrealismo de "El ladrón de bicicletas" para esbozar, con un argumento mínimo, el paisaje social y a pie de calle de la ciudad de Teherán. Ya sea cine disfrazado de documental o documental disfrazado de cine, lo cierto es que "El globo blanco" conmueve por su falta de pretensiones y porque es capaz de convertir un ejercicio aparentemente anticinematográfico en un entretenimiento apasionante, un espectáculo sobre la realidad. No hay que olvidar que esta clase de fábulas llegadas del medio oriente se prestan a interpretaciones de todo tipo, y en ocasiones las imágenes de un relato aparentemente nimio ocultan la crítica a un sistema que prohíbe las imputaciones directas, obligando a autores como Panahi o Ghobadi a practicar el arte del escamoteo. Se trata de velar acusaciones que de otro modo resultan imposibles, aunque la sensación que "El globo blanco" reserva al espectador es la de recuperar el placer puro y antiguo del cuento contado con sencillez.
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Obsesión. "Ossessione" 1943, Luchino Visconti

"Obsesión" pasa por ser la película que inauguró uno de los movimientos fundamentales en la historia del cine, el neorrealismo italiano. Además, fue la primera obra que dirigió Luchino Visconti, uno de sus autores más importantes. Ninguno de estos dos hechos fundacionales afecta al resultado de este gran film. El pulso tras la cámara de Visconti es el de un veterano lleno de energía y dinamismo, un prodigio de planificación que extrae toda su fuerza de los primero planos y que juega con la profundidad y los decorados a la manera elegante de sus mejores películas. Los actores Clara Calamai y Massimo Girotti saben transmitir la atracción necesaria para que se convierta en el motor de la historia, la obsesión del título como puerta hacia la fatalidad, que tanto sería aprovechada en versiones posteriores declaradas ("El cartero siempre llama dos veces") como en las no declaradas ("Perdición", "El hombre que nunca estuvo allí"). A pesar de todo, el punto flaco de "Obsesión" reside en un guión exhaustivo y cargado de detalles, que en su parte final se pierde en divagaciones y da vueltas sobre sí mismo estirando la trama hasta lo imposible. Una lástima que aleja a esta película de la excelencia para situarla en un ejercicio de cine apabullante, lleno de atractivos, pero que deja en el espectador una sensación final de hastío y de desaprovechamiento.
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Eros. 2004, Michelangelo Antonioni, Steven Soderbergh, Wong Kar-Wai

Fue en la década de los cincuenta, y sobre todo de los sesenta, cuando surgieron las películas con capítulos, aquellas que aunaban los trabajos de uno o más directores en torno a un tema en común. Este formato se ha ido manteniendo con los años con mayor o menor fortuna, dando lugar a producciones tan interesantes como irregulares. El motivo es que en un mismo film se suelen congregar pequeñas joyas cinematográficas junto a piezas de bisutería carentes de atractivo, bajo el pretexto de una unidad temática, argumental o de estilo. "Eros" es un ejemplo paradigmático que cuenta con un planteamiento ciertamente prometedor, reunir a tres directores de diferentes partes del planeta y con carreras fuera de toda duda, el italiano Michelangelo Antonioni, el norteamericano Steven Soderbergh y el chino Wong Kar-Wai, para completar un retrato conjunto del amor y el erotismo, de las relaciones afectivas desde distintos puntos de vista. El hecho de que el elemento de unión temática resulte más una excusa que un objetivo, obliga a tener en cuenta cada episodio por separado, pues en nada se relacionan unos con otros.
Para empezar, es triste constatar que el último trabajo del gran Antonioni derive en un ejercicio tan decepcionante como el que aquí se expone. El director parece parodiarse a sí mismo en un relato anodino y autocomplaciente, una engolada vacuidad falta del poder de fascinación que Antonioni demostró a lo largo de su filmografía.
"Eros" levanta el vuelo gracias a la eficiente labor de Soderbergh, que presenta una deliciosa comedia tremendamente estilizada, cuyo guión y realización resuelve con inteligencia y que cuenta con dos actores que bordan sus papeles, Alan Arkin y Robert Downey Jr. Un divertimento muy ingenioso que recupera al Soderbergh más brillante.
El tercer y último capítulo de "Eros" es el que aporta entidad cinematográfica al conjunto y asume el reto de este proyecto con mayor nitidez. De alguna manera, esta historia escrita y rodada por Wong Kar-Wai que lleva por título "La mano" es la que mejor asimila el espíritu de "Eros". Cine de envergadura, donde la estilización característica del director toca el cielo y se convierte en un ejercicio de plena sofisticación. Se trata del Wong Kar-Wai de las imágenes depuradas y del relato hipnótico, porque "La mano" es una pieza de orfebrería, un capricho barroco y deslumbrante tan triste como bello. Esta historia permitirá la trascendencia de una película, "Eros", aquejada de indefinición, una obra a tres manos que cae en el error común de no establecer diálogo alguno entre sus componentes, pero donde resaltan el talento del mejor Wong Kar-Wai, la agudeza de un sorprendente Steven Soderbergh y el aliento postrero de un Antonioni que nunca debió involucrarse en un proyecto que él mismo auspició.
A continuación, un ejemplo del cuidado diseño de producción de "Eros", con una de las secuencias que sirve para separar un capítulo de otro. Las pinturas son del gran ilustrador italiano Lorenzo Mattotti, mientras que la canción corre a cargo de Caetano Veloso. Una bellísima composición que lleva por título "Michelangelo Antonioni". Sirva como homenaje para el maestro.

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Sin conciencia. "The enforcer" 1951, Bretaigne Windust, Raoul Walsh

Una joya que cuenta con elementos suficientes para seducir a los amantes del género negro: un relato intrincado, cargado de electricidad, una galería fascinante de personajes, y Humphrey Bogart. El director británico Bretaigne Windust hubo de ser sustituido durante el rodaje por el maestro Raoul Walsh, un hecho que sin duda benefició al resultado final y convirtió un discreto producto de género en un vigoroso ejercicio narrativo que el siempre eficaz Walsh condujo con el pulso firme y conciso que la historia requería. Mediante una estructura de cajas chinas que ocultan siempre otras en su interior, la trama consigue desarrollarse con fluidez sin que el espectador pierda el interés en ningún momento, a pesar de los sucesivos saltos en el tiempo que el guión de Martin Rackin resuelve con eficacia. La acción avanza sin descanso y la multitud de personajes evoluciona en torno a Bogart, que ejerce además las labores de producción, y está magnífico en su papel de capitán de policía que lucha a contrarreloj por resolver un caso mucho más complejo de lo que parecía en un principio. La música de David Buttolph, la fotografía de Robert Burks y la fabulosa dirección de actores terminan de redondear el conjunto. Seca como un licor de alta graduación, directa como un disparo a bocajarro y turbia como una bocanada de humo en blanco y negro, "Sin conciencia" es un ejemplo del mejor cine negro, aquel que se sirve de las claves de un género de ficción para mostrar las miserias de la realidad y el lado menos amable del sueño norteamericano.

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Conocerás al hombre de tus sueños. "You will meet a tall dark stranger" 2010, Woody Allen

En ningún otro autor como en Woody Allen se aprecia mejor la dicotomía entre el escritor y el director de cine, hasta tal punto que puede afirmarse que Allen es un literato que filma con su pluma y un cineasta que escribe con la cámara. "Conocerás al hombre de tus sueños" es un ejemplo modélico, ya que se trata de una película recorrida de principio a fin por la literatura. Desde la cita de Shakespeare que abre la película hasta la voz en off que invita, al final, a cerrar el cuento, pasando por todas las referencias argumentales, narrativas y de personajes que pueblan sus imágenes, el enésimo trabajo de Allen funciona como una fábula antigua en tiempos modernos con personajes que poseen el don de la intemporalidad. A ello contribuye el extenso reparto que, como es habitual, amolda el rostro perfecto para cada papel, además de un ritmo y de un sentido del relato que permiten que "Conocerás al hombre de tus sueños" se siga con diversión, interés y congoja. Porque como también es costumbre en el cine de Allen, esta película disfrazada de comedia ligera invita detrás de sus ingenios a la reflexión. Y la metáfora, aunque deje una sonrisa en la boca del espectador, resulta tan reveladora como dolorosa. Woody Allen vuelve a hacer cierta la vieja fórmula de que comedia mas tiempo equivalen a drama. En este caso, como en tantos otros, el orden de los factores no altera el producto de una obra que si bien no ofrece novedades respecto a películas anteriores de Allen, tiene la virtud de presentar historias que ya se han visto antes como si fuesen nuevas. Porque al final, el director continua haciendo variaciones sobre los mismos temas y demostrando esa capacidad que le corresponde casi en exclusiva para reaprovechar los mismos materiales sin agotarlos. Como sólo los buenos directores y los buenos escritores saben hacer.

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Still walking (Caminando). "Aruitemo, aruitemo" 2008, Hirokazu Kore-Eda

Hermosa película que bebe de las fuentes de maestros como Ozu, y utiliza sus mismas herramientas para provocar la emoción. Esto es, la honestidad en su sentido más amplio para retratar a los personajes, para describir situaciones y para detener el tiempo entre un fotograma y otro. Kore-Eda, al igual que sus antecesores, no juzga a sus criaturas ni interfiere en sus acciones, deja que los avatares de la cotidianidad se posen frente a su cámara para completar un paisaje del natural que por momentos parece espontáneo cuando responde, inevitablemente, a una atenta elaboración. Ese es el milagro que Still walking ofrece, hacer parecer lo difícil como fácil y lo trascendental como liviano. Kore-Eda lo consigue gracias a los elementos que conforman el film, desde la cuidada fotografía hasta la bella banda sonora, dándole especial importancia al trabajo con los actores. Son ellos, en definitiva, los que hacen grande a esta película. El dibujo preciso y austero que hacen de sus personajes establece un diálogo silencioso, casi confidente, con el público, en un prodigio de naturalidad que impregna cada imagen de esa materia que tantos autores buscan y pocos encuentran: la verdad. Verdad narrativa, verdad descriptiva y verdad emocional en una película que recoge el testigo de obras importantes del pasado como si el futuro siempre hubiera estado ahí.
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La casa de bambú. "House of bamboo" 1955, Samuel Fuller

Dentro del cine negro existe un subgénero de larga tradición cuyas posibilidades se siguen explorando hoy en día, las películas de infiltrados, entre las cuales "La casa de bambú" ocupa un lugar preeminente. El hecho de trasladar su intriga policíaca a decorados tan alejados de los habituales como las calles de Tokyo, confiere a la película originalidad y una cualidad fascinante, la de integrar perfectamente los escenarios naturales con el desarrollo de la acción, algo que la emparenta con films míticos como "El tercer hombre" o "Noche en la ciudad". Para ello, Samuel Fuller sabe potenciar los méritos de un guión ajustado, bien medido y bien dialogado, a través de una realización rica, dinámica y sin aspavientos, que se ve favorecida por una impecable factura técnica. Hay en "La casa de bambú" una ejemplar utilización del cinemascope, lo que permite que la magnífica fotografía de Joseph McDonald brille con luz propia. Dentro del eficaz reparto sobresale la labor de un inolvidable Robert Ryan, capaz de crear un personaje multidimensional con los recursos adecuados, un volcán dormido que amenaza con erupcionar en cualquier momento dilatando la tensión de cada escena hasta el final. Sin duda, "La casa de bambú" es una de las grandes obras del cine negro, todo un derroche del vigor y de la fuerza narrativa de un cineasta, Samuel Fuller, en plenitud de facultades.

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I´m not there. 2007, Todd Haynes

La vida y la obra de Bob Dylan ofrecen el material perfecto para una biografía, pues contiene los elementos necesarios de un drama de profundidad: descubrimiento, rebeldía, amor, desamor, transformación, compromiso, redención y una larga lista de términos que se pierden en medio del misterio y la leyenda que el propio personaje se ha encargado de propagar a su alrededor, como una cortina de humo o un reguero de pistas falsas. Por eso hacía falta un director como Todd Haynes, amante de los retos, para adaptar a la pantalla el rico y basto universo de Dylan. Consciente de la multidimensionalidad del personaje y del carácter poliédrico que durante tantos años se ha dejado entrever, Haynes afronta la prueba huyendo del biopic al uso y elaborando una aproximación al más puro estilo Dylan: fecunda, abigarrada, intuitiva, provocadora y sin admitir nunca si de lo que se trata es de revelar una verdad o de sugerir una invención. Haynes recurre para ello a los métodos más arriesgados, forzando las expresiones narrativas por medio de la fragmentación de espacios y de tiempos, buscando la alegoría, y jugando también con las expresiones visuales al alternar distintos tratamientos estéticos que unas veces conviven en la pantalla y otras se enfrentan abiertamente. Aunque la vocación suicida de Haynes queda patente en lo que es el máximo reclamo de "I´m not there": la recreación de Bob Dylan por parte de una variedad de actores de diferente sexo, procedencia y color de piel, una prueba de la que sale bien parado y que convierte a esta película no sólo en un ejercicio peculiar sino en mucho más, en una obra fascinante que recupera el concepto de cine de autor con todas sus consecuencias. Esto significa que "I´m not there" hará las delicias de los admiradores de Dylan mientras que puede llevar hasta la irritación a los no conversos del genial artista.
A continuación, un interesante montaje que compara al Dylan real con una sus recreaciones en la película, la magnífica Cate Blanchett.

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Mi vecino Totoro. "Tonari no Totoro" 1988, Hayao Miyazaki

"Mi vecino Totoro" es un ejemplo -uno más- del talento de Hayao Miyazaki para la fabulación. La creatividad y la imaginería que este artista único despliega en sus trabajos le emparenta con otros autores de distintas disciplinas como los hermanos Grimm, Christian Andersen y, más directamente, con Lewis Carrol. De una naturaleza profundamente oriental, las películas de Miyazaki hablan de tú a tú con las grandes obras de estos autores, y tienen la misma capacidad intemporal y la misma virtud de seducir a públicos de todas las edades y latitudes sin hacer ninguna concesión. Hay un vaso comunicante entre las imágenes de Miyazaki y el subconsciente del espectador, y es, seguramente, el referido a la infancia. El director japonés sabe trasladar a la pantalla como pocos ese universo misterioso y reconocible de una forma natural, asombrosamente sencilla. Por eso sus historias, hasta las más fantásticas, tienen un fuerte componente naturalista. En unas más que en otras, conviven sin esfuerzo la fantasía y la realidad, el ensueño y lo cotidiano, de tal forma que ambos territorios se solapan y arrojan luz para crear cuentos tan maravillosos como "Mi vecino Totoro". Los espectadores libres de prejuicios disfrutarán con la experiencia liberríma de sus imágenes, y tendrán el privilegio de retornar a lugares que probablemente tenían olvidados. Del resto de público sólo cabe compadecerse.

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Aguas pantanosas. "Swamp water" 1941, Jean Renoir

Insólita película de Jean Renoir en la que el director francés demuestra su versatilidad para acometer toda clase de proyectos. Esta producción de Hollywood hunde sus raíces en un relato profundamente sureño, cuyos escenarios y personajes cobran protagonismo construyendo un drama vigoroso, lleno de garra y emoción. La narración avanza concisa, sin detenerse en nada que no haga progresar la acción y con un tono en el que Renoir sabe dosificar con inteligencia las informaciones para estar solamente un paso por delante de lo que sabe el espectador. Este juego dota de interés a la historia y saca el máximo partido de un reparto de pesos pesados donde brillan Walter Huston, Dana Andrews, Anne Baxter, Walter Brennan o Ward Bond. La fotografía de J. Peverell Marley extrae el mejor resultado de unos escenarios que son el eje central de "Aguas pantanosas" y que dotan a la película de un carácter especial y muy atractivo. El viejo maestro Jean Renoir demuestra por estos y otros motivos que su cámara no conocía fronteras ni limitaciones temáticas, el ejemplo de un talento en bruto cuyos ecos siguen reverberando hoy en día.
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Vals con Bashir. "Waltz with Bashir" 2008, Ari Folman

Las buenas obras no permiten disociar la forma del contenido. Y "Vals con Bashir" es una gran película cuyas imágenes animadas ayudan a digerir lo que se cuenta, que son los terribles sucesos de la guerra del Líbano. El fascinante aspecto visual de este film, la fuerza que su sencillez otorga, sirve de vehículo para que el espectador se adentre en terrenos que, bajo otra mirada, nunca querría visitar. Esa es la hazaña que el director israelí Ari Folman logra con este relato valiente y descarnado que encuentra en la indefinición otro de sus atractivos. En efecto, allá donde tantos narradores se estrellan, Folman consigue que las piezas de este puzle formado por la ficción, el documental, el drama y el ensayo lleguen a encajar y alcancen la coherencia final sin que el objetivo último de "Vals con Bashir", que es la denuncia, se vea afectado. Tan solo cabe lamentar una tendencia mal disimulada por la violencia y su exhibición, lo que está a punto de transformar en algunas ocasiones el retrato del horror en regodeo, trivializando el discurso antibelicista y haciéndolo naufragar en una suerte de pornografía de la violencia. En cualquier caso, "Vals con Bashir" merece un puesto de honor dentro del cine de animación, en el que se sitúa en vanguardia, al tiempo que convierte su visionado hipnótico y atroz en un ejercicio necesario. Forma y contenido, en fin, que se dan aliento mutuo en la pantalla y hacen que la crítica y el espectáculo se conjuguen en el mismo verbo.

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El forajido. "The outlaw" 1943, Howard Hughes

El multimillonario Howard Hughes quiso convertirse en un gran director de cine empezando desde arriba. Así, para su segunda y última película como realizador contó con los mejores profesionales posibles: Gregg Toland en la fotografía, Victor Young en la música, Jules Furthman en el guión, y un elenco en el que sobresalen Thomas Mitchell, Jane Russell y un genial Walter Huston. Sin duda, "El forajido" es una producción ambiciosa que Hughes no logró redondear en su conjunto, debido a algunos desajustes con el ritmo y con la mezcla de géneros, que terminaron aligerando el elemento dramático de la película y añadiendo cierta trivialidad al relato. Y es que en "El forajido" cobra mayor importancia la parte sobre el todo, haciendo que el metraje tienda a la dispersión, en especial desde que el personaje interpretado por Jane Russell, la inolvidable Río, pierde importancia dentro de la trama. Ella es el verdadero puntal de la película, y su exuberante presencia es la responsable de que "El forajido" haya trascendido hasta nuestros días. Paradójicamente, algunos de los defectos del film son los que han acabado por definir su carácter, confiriéndole cierto halo de extrañamiento y de peculiaridad que le alejan de ser un western al uso, una comedia o una película romántica convencional, sino todo ello al mismo tiempo y a su modo. Por estos y otros rasgos se puede definir "El forajido" como una película irregular que es necesario ver, aunque sólo sea para comprobar cómo los mitos de Pat Garrett, Doc Holliday y Billy el Niño son reducidos a escombros por el mito corpóreo de Jane Russell.
Sirva como homenaje a la actriz el siguiente montaje de fotografías, con un catálogo de cortinillas que no tiene desperdicio, animado por un tema musical interpretado por la propia Russell. Y es que hubo una época en que los artistas sabían cantar, montar a caballo, practicar esgrima e incluso actuar. Que lo disfruten.

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Capitalismo: una historia de amor. "Capitalism: a love story" 2009, Michael Moore

El documental fue el primero de los géneros cinematográficos, y desde aquellos golpes de manivela de los pioneros hasta las últimas capturas digitales se ha recorrido un largo camino que ha transformado sustancialmente la forma de retratar la realidad de numerosos cineastas. Uno de los cambios más importantes tiene que ver con la búsqueda de la objetividad y de la imparcialidad, directamente heredados del periodismo, una pretensión que a lo largo de los años se ha visto afectada por la intromisión del concepto de autor, menguando las facultades del reportero para potenciar las del narrador. En este ámbito, el nombre de Michael Moore se ha revelado como el último de sus profetas, librando al documental de algunos de sus corsés y molestando a los que creen en la inalterabilidad del género. Moore puede ser al documental lo que Tarantino a la ficción, esto es, un enfant terrible que subvierte las reglas a su antojo en pos de un resultado que logra contentar a un público fiel. Por lo tanto, la capacidad del espectador de participar en el juego que Moore propone condicionará su empatía por una obra de la cual "Capitalismo: una historia de amor" supone el último eslabón. Sus armas resultan tan infalibles como de costumbre: una pluma ágil y mordaz, cargada de veneno, una inteligente captación de ambientes y de personajes y, sobre todo, un habilísimo empleo del montaje que convierten el visionado del documental en un ejercicio apasionante y revelador. Los críticos de Moore le acusan de demagogo, narcisista y sectario. Los seguidores ven en su cine el altavoz perfecto para difundir mensajes combativos y necesarios, proclamas que alienten el debate y la rebelión contra lo que se quiere acallar. Mientras tanto, el cineasta disfruta con ambas perspectivas, la de sus críticos y sus seguidores, porque su objetivo es el de colocar bombas-trampa disfrazadas de películas para provocar y azuzar las conciencias de un público que, a favor o en contra, nunca puede permanecer indiferente. Y esto es lo mejor que se puede decir de un autor cuyo trabajo es el producto de estos tiempos burdos y terribles, de los cuales él extrae litros de jugo de creatividad y clarividencia, mediante una fórmula que conjuga humor, compromiso y emoción. No se trata de dar respuestas, sino de plantear las cuestiones adecuadas. Y es que si no existiese Michael Moore, habría que inventarlo.

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La mujer rubia. "La mujer sin cabeza" 2008, Lucrecia Martel

Con apenas tres películas, la cineasta argentina Lucrecia Martel se ha confirmado como una atenta retratista de los dobleces del alma humana. Su terreno natural son las aristas, y sus historias van completando un mosaico donde la vulnerabilidad de las personas y su atracción por la fatalidad son piezas clave. "La mujer rubia" esconde en sus imágenes todas estas señas y muchas más, que el personalísimo estilo de su autora nunca convierte en evidencia, sino más bien sugiere o insinúa, haciendo partícipe al espectador de cuanto sucede en la pantalla. Con un lenguaje visual fascinante y arriesgado, basado en el encuadre y en el desencuadre, y que juega en todo momento con la subjetividad del personaje protagonista, Martel nunca llega a completar su relato, sino que lo apunta mediante pinceladas cargadas de intencionalidad que establecen un diálogo a media voz con el público, testigo y cómplice de los avatares que se narran. La labor interpretativa de de María Onetto termina de redondear el conjunto, y hace que el infierno doméstico que retrata Martel resulte extraño y cotidiano al mismo tiempo, una habilidad de esta autora que se ha destacado por crear atmósferas y personajes al borde mismo del desastre. Argumentalmente, "La mujer rubia" podría ser considerada como una hija ilegítima de "Un cierto día" de Ermanno Olmi, filtrada por el carácter de una de las figuras más interesantes del reciente cine hispano.

A continuación, un interesante cortometraje documental con la firma de Lucrecia Martel.



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Noche de circo. "Gycklarnas afton" 1953, Ingmar Bergman

Las películas de Ingmar Bergman funcionan como intersecciones, como cruces de caminos donde se congregan un gran dramaturgo, un gran escritor y gran cineasta. "Noche de circo" contiene todas las virtudes del maestro sueco y aúna esas tres facetas con ejemplaridad. Es hermosa y extraña, amarga y entrañable, triste, terriblemente triste. Trata sobre la imposibilidad de realizar los sueños en un entorno proclive a ellos: el circo. Sin embargo, el circo de Bergman no es como el de Fellini, aquí no hay espacio para la magia ni el romanticismo, mucho menos para los sueños. La cámara, rica en tamaños y angulaciones, resulta tan inspirada como de costumbre. La luz de Sven Nykvist atrapa a unos actores tan perfectos como siempre, entre los que brillan Åke Grönberg y Harriet Andersson. Y como suele suceder, los años no han permitido que "Noche de circo" haya perdido ni un ápice de su poder de fascinación. Ese es el misterio de Bergman. Porque todas sus películas resultan únicas y semejantes, todas son especiales. También "Noche de circo", la quintaesencia de un autor que no admite comparaciones. Bergman es Bergman. Amén.

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El cantante de jazz. "The jazz singer" 1927, Alan Crosland

Resulta muy difícil, por no decir imposible, desvincular "El cantante de jazz" de lo que representa en la historia del cine. El hecho de ser la primera película parcialmente sonora condiciona su valoración como obra fílmica y afecta al desarrollo del argumento y de la narración. Así, la película se convierte en una exhibición del invento de la época, el sonido, y utiliza como vehículo de expresión el talento y el carisma de Al Jolson. Vista hoy, lo más llamativo son las imágenes casi documentales de los exteriores, y aunque la primera parte de la película tiene más ritmo y resulta más entretenida que la segunda, que peca de sentimental y reiterativa, el conjunto conserva el encanto de lo añejo. Un trabajo interesante dirigido por Alan Crosland que proyecta en la pantalla un espíritu tal vez demasiado inocente.

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Banda aparte. "Bande à part" 1964, Jean-Luc Godard

Fresca, irreverente, divertida... Los adjetivos se acumulan al hablar de esta película que continua resultando moderna. Puntal del cine de una época y emblema de su director, "Banda aparte" concentra todas las virtudes que hicieron de la nouvelle vague un punto de inflexión en el panorama cinematográfico europeo, un movimiento sísmico cuyas consecuencias siguen reverberando hoy en cineastas de diferente condición. La fotografía documental, el empleo de la música, las interpretaciones naturalistas, los recursos del montaje, todos los elementos funcionan a través de la lente de Godard como un mosaico cerrado, como la suma de un conjunto. Sin embargo, y ahí es donde se produce el milagro, esos elementos tienen también vida propia y entidad en sí mismos, lo que convierte a "Banda aparte" no sólo en un ejercicio de estilo libérrimo y fascinante, sino una vez más tratándose de Godard, en un homenaje sincero y orgánico al propio cine. Al cine como arte y como expresión vital. Como lenguaje, como medio y como fin en sí mismo.


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La ventana. 2009, Carlos Sorín

Un día de primavera. Una casa en medio del campo. Un anciano que aguarda en la cama la visita de su hijo, a quien hace tiempo que no ve. Las personas que cuidan del viejo enfermo, unos excursionistas, un afinador de pianos, el médico. Y la ventana, siempre la ventana. Con estos pocos elementos se puede construir una historia que trate de la memoria, la libertad, la lucidez, el paso del tiempo. Y al contrario de lo que suele suceder, sin abusar de los diálogos ni regalar a los oídos del espectador profundos discursos metafísicos. Haciendo una analogía entre música y cine, sería lógico considerar “La ventana” como una pieza de cámara. Carlos Sorín, quien ya desde “Historias mínimas” (2.002) sentó las bases de su estilo desde el propio título, ha tratado de reducir lo que ya era un reducto, y de sintetizar lo que era síntesis. “La ventana” supone la depuración de un lenguaje que, a fuerza de despojarse de capas, ha ganado en hondura. Y esto es lo que tiene de riesgo y de salto sin red, el hecho paradójico de que la búsqueda de una sencillez plena y sin aristas conduzca a la complejidad. Pero que nadie se lleve a engaños: “La ventana” es una película tan sencilla o tan compleja como lo quiera el espectador, porque es él en última instancia quien dirige la película. La labor de Sorín consiste en ir sembrando el relato de pistas y de apuntar ciertas evocaciones que la mente del espectador dispuesto sabrá traducir sin dificultad en escenas que suceden en off, siempre conjugadas en pasado, y que completan la narración y enriquecen el tejido orgánico de lo que se ve en la pantalla. Así, la aparición de unos soldaditos de plomo entre las cuerdas de un piano puede ser interpretado como un gag circunstancial o como la historia sólo sugerida de un niño que jugaba tan cerca del instrumento que acabó por dominarlo con maestría. Y es que nada de lo que sucede en “La ventana” obedece a la casualidad. O sí. Esa es su grandeza.
La única incursión que se permite Sorín en la trascendentalidad se encierra en los breves prefacio y epílogo del film. Entre medias, el espectáculo de lo cotidiano, apuntes de una vida que se extingue por la abertura de una ventana que conduce al paisaje de la infancia, el último de los destinos posibles. Y todo ello en apenas una hora y cuarto de metraje, una correcta factura técnica y unas interpretaciones solventes. Sin aspavientos ni subrayados ni efectos innecesarios, “La ventana” es un ejemplo de las cualidades que han hecho de Carlos Sorín un cineasta a tener en cuenta fuera de los palacios de la alta cultura: un naturalismo vocacional, más como fin que como medio, sumado a un humanismo sin dobleces que el público ya pudo apreciar en “Historias mínimas”, “Bombón el perro” y “El camino de San Diego”. Este director y guionista argentino tiene la habilidad de hacer un cine arraigado en la tierra que atraviesa, con facilidad, cualquier frontera, y que funciona como analgésico ante un escaparate de variedades que exhibe cada día sus fuegos artificiales perfectamente envueltos y cuyo paquete desprende, al llegar a casa, el holor y el rastro del humo.

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Moon. 2009, Duncan Jones


La mayoría de las veces, el género de ciencia-ficción ha estado ligado al cine en su vertiente más espectacular, y ha servido como vehículo para desarrollar historias de tintes épicos donde los efectos especiales tienen protagonismo. Sin embargo, también hay películas como “2.001. Una odisea en el espacio”, “Solaris” o “THX-1.138”, que buscan mayor introspección aprovechando la libertad que permiten los escenarios y argumentos. “Moon” es un ejemplo de película pequeña que aspira a algo grande, de experimento y de juego retórico que cuenta con el atrevimiento característico de una primera obra. Con un argumento ciertamente original, que bien podría haber firmado Bioy Casares, “Moon” presenta una situación insólita en un entorno atípico, lo que sirve al director Duncan Jones para elaborar un cuento triste y amargo cuya emoción contenida juega a favor del relato en todo momento. “Moon” es una producción británica ambientada en un futuro no muy lejano, y nos presenta a un astronauta que se encuentra aislado en la luna durante un periodo de tres años en una excavación minera. Su contrato está a punto de finalizar, hasta que descubre un terrible secreto que le concierne. El pulso firme de Jones, que no divaga ni toma salidas falsas para concluir su fábula, sumado a la labor interpretativa de Sam Rockwell en una verdadera exhibición de talento, un monólogo inspirado y complejo, elevan esta película hasta cotas muy altas. El trabajo de Rockwell es brillante, y tiene la grandeza de ser ambicioso sin parecerlo, de aspirar a mucho menos de lo que termina ofreciendo. Sin duda supone la consagración de un actor que nunca ha evitado los riesgos, y que alcanza en “Moon” la madurez que consiguen pocos en el oficio. Insólita y fascinante, serena y mesurada, “Moon” es uno de los comienzos más prometedores de los últimos años en la carrera de un director que tendrá muchas cosas que decir en el futuro.

A continuación y como curiosidad, un cortometraje de los años ochenta rodado en 8 mm, con un bisoño Sam Rockwell.


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Gigante. 2009, Adrián Biniez

Hay grandes películas que, como los buenos perfumes, se guardan en frascos pequeños. “Gigante” es una de ellas. La ópera prima de Adrián Biniez es un compendio de todo lo que una primera obra debería contener: un guión preciso, unos personajes bien dibujados, una puesta en escena eficaz y, por encima de todo, una altura de miras acorde a lo que se quiere contar. En otras palabras, honestidad. Es probable que la historia no resulte demasiado original: se trata de las aventuras y desventuras de un amor platónico, un guarda de seguridad de grandes dimensiones – el gigante del título – que sigue fascinado a través de los monitores los pasos de Julia, una de las empleadas de la limpieza en el hipermercado en el que ambos comparten el turno de noche. Films como “No amarás” de Krzysztof Kieslowski o “Monsieur Hire” de Patrice Leconte trataban el mismo tema del amor distante y silencioso en diferentes ámbitos. Sin embargo, este “Gigante” de Adrián Biniez consigue introducir cargas de humor bajo su intimista relato, un humor inteligente y de gran naturalidad que aligera el tono general y hace que la película resulte fresca y cercana. El acertado reparto encabezado por Horacio Camandule permite que cada actor parezca imprescindible en su papel, y refuerza el carácter profundamente naturalista de la narración. Esa es la clave de “Gigante” y su máxima virtud: un naturalismo nada impostado que hace suya la máxima de menos es más. La escasez de medios y la falta de pretensiones juegan a favor de la película, haciendo que el espectador se concentre en los verdaderos efectos especiales de esta producción: las miradas, los gestos, el deambular entre expositores de productos en oferta tras la búsqueda de un amor tan real como imposible.

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Che. El argentino. 2008, Steven Soderbergh

Estrenada como la primera parte de un díptico que tiene su continuación en “Guerrilla”, la película narra los primeros pasos de la revolución cubana que acabó con el régimen de Baptista para dar paso al régimen que conocemos hoy. El avance de las tropas que habrían de llevar al Che Guevara desde las selvas del interior de la isla hasta La Habana, es narrado casi con la exactitud de un cartógrafo, sin omitir movimiento alguno y en un tono que divaga siempre entre el documental didáctico y la película de acción. Curiosamente, nunca el cine se ha acercado a estos acontecimientos históricos con buenos resultados. ¿Por qué? El peligro de este tipo de biografías es caer en la fascinación por la figura que se retrata y dejarse llevar por la exaltación del personaje en lugar de la persona. Steven Soderbergh tiene buen cuidado de ello y se esfuerza para que su aproximación se parezca más a una crónica que a una alabanza. Quiere ser respetuoso y conciso, tal vez demasiado, lo que hace adolecer a la película de cierto distanciamiento que sitúa al espectador como un testigo y nunca como un participante de lo que sucede en la pantalla. A pesar de todo, la acumulación de fechas, personajes y escenarios hubiese enredado más la madeja de los acontecimientos si Soderbergh hubiese optado por la pirotecnia a la que nos tiene acostumbrados (véase "Traffic"). El relato conserva siempre un tono contenido, sin embargo, un poco de pasión y algo menos de frialdad hubiera aportado entidad al conjunto. La interpretación de Benicio del Toro resulta convincente, y sin lugar a dudas suyo es el mérito de que “Che. El argentino” se siga con interés. Una recomendación segura para los amantes del cine como documento histórico.

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Elegy. 2008, Isabel Coixet

Adaptar al cine una buena novela entraña el reto de hacer olvidar el material original y dotar a la película de una entidad cinematográfica propia, más allá de la mera ilustración de escenarios y de personajes. En el caso de “Elegy”, Isabel Coixet es respetuosa y hace una lectura fiel y tranquila de una novela turbulenta y apasionada como es “El animal moribundo”. Para ello traduce el universo literario de Philip Roth empleando la mesura como herramienta y aportando pinceladas de su propio carácter. El trabajo de la directora catalana es inteligente, sensible, y confirma su talento para construir atmósferas que tan buenos resultados le diera en “Cosas que nunca te dije” o “Mi vida sin mí”. La historia del maduro profesor de universidad que seduce a su joven alumna ya se ha visto antes, por eso la forma de abordar un argumento conocido como si fuera nuevo es el reto principal de esta obra. Para ello son fundamentales las interpretaciones, y Penélope Cruz y Ben Kingsley resuelven sus papeles con convicción, especialmente el segundo, que vuelve a regalar al espectador un trabajo memorable. La pareja protagonista se ve arropada por unos secundarios que no se limitan a dar la réplica. Dennis Hopper, Patricia Clarkson y Peter Sarsgaard tejen con pocos hilos unos personajes pequeños pero importantes, y completan un trenzado sobre las relaciones personales que logra emocionar por su sencillez. Una sencillez, como suele suceder, sólo aparente.

A continuación, el episodio que la directora escribió y rodó para la producción franco-alemana "Paris, je t'aime" del año 2006, con Sergio Castellitto y Miranda Richardson. Puro Coixet.




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El ángel ebrio. "Yoidore tenshi" 1948, Akira Kurosawa

Durante años, Akira Kurosawa fue el puente perfecto entre el cine de oriente y occidente. Sus películas recogían la tradición de los clásicos de Hollywood, especialmente del género negro, para trasladar sus atmósferas a escenarios japoneses dotándolas de mayor realismo sin dejar de ser por ello menos simbólicas. “El ángel ebrio” pertenece a esta etapa del director, y exhibe algunas de sus virtudes: un guión poderoso, una recreación de escenarios prolija y cargada de trasfondo, unos personajes de alto contenido dramático y una puesta en escena abigarrada, llena de fuerza y con una gran capacidad de sugerencia. La novena película que dirigió y co-escribió Kurosawa tiene como eje central un concepto fuertemente arraigado en la cultura nipona, el de la moral. Por ello el personaje protagonista, el doctor Sanada, representa muchos de los intereses de Kurosawa como autor. Por un lado, Sanada es un profesional dotado de un fuerte compromiso ético que debe luchar día a día contra las adversidades de una pobre clínica situada en uno de los barrios más deprimidos de la ciudad, al borde de una inmensa ciénaga que representa mucho más que una simple cuenca de barro y aguas podridas. Por otro lado, Sanada combate contra sus demonios interiores a los que trata de ahogar en el alcohol de las noches en vela. Él es el ángel ebrio del título, al que el destino pone a prueba cuando lleva a su consulta a un joven gángster herido de bala. La relación que se establece entre ambos transita del recelo a la comprensión, y se presenta como una oportunidad de cambio para estos dos parias que aprendieron a abrirse paso en el lado difícil de la vida. La fatalidad se cebará con uno de ellos en el momento en el que los dados dejen de rodar inevitablemente sobre el tapete de juego. A través de ésta historia Kurosawa consigue no sólo captar la atención del espectador desde la primera escena, sino que le envuelve en una narrativa que oscila sabiamente entre la contemplación y la catarsis, haciendo que la historia se cree y se recree ante sus ojos. Ese es el poder de su cámara. Las interpretaciones de Toshiro Mifune y de Takashi Shimura, la música, la fotografía, el montaje y su profundo dominio del tempo, suman aciertos en esta obra que nunca debería ser tomada como pequeña en la filmografía de este gigante del séptimo arte.

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La teta asustada. 2009, Claudia Llosa

La segunda película que firma Claudia Llosa como directora bien podría ser la de una veterana. Tal contundencia tienen sus imágenes y tan profundo es su calado, que “La teta asustada” supone un gozo para el espectador exigente. Partiendo de unos hechos terribles, las violaciones cometidas por los miembros de Sendero Luminoso en el Perú de los años 80 y sus consecuencias, la realizadora despliega su capacidad de evocación y desarrolla un discurso de un lirismo sin dobleces ni gratuidades, que va directo a la esencia de la historia y que permite que su visionado no sólo resulte soportable, sino gratificante a pesar del horror que narra. Esta habilidad pertenece a pocos cineastas, y Llosa está entre ellos. Ella tiene la virtud de saber trascender el paisaje en el que se mueven sus personajes en mucho más que un decorado, en un entorno donde conviven la ensoñación y el documento, como una nueva revisitación del realismo mágico. Llosa mueve a sus criaturas con convicción, y lleva de la mano hasta el final a su peculiar protagonista, la actriz Magaly Solier, que es capaz de arrojar luz sin apenas palabras sobre un personaje cargado de sombras y de aristas que no llegan a pulirse hasta el último plano de esta fábula profundamente triste y hermosa. “La teta asustada” es una muestra de lirismo cinematográfico que no hace rimas fáciles ni se entretiene en retóricas que no alimenten sus imágenes. Un ejercicio de estilo depurado hasta el extremo sin parecerlo, sin hacer nunca exhibición de sus méritos. En definitiva, una muestra de puro y simple talento.

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Despedidas. "Okuribitu" 2008, Yojiro Takita

La capacidad que tiene el cine para derribar fronteras y para lograr que costumbres alejadas de las nuestras resulten en la pantalla cercanas y reconocibles, encuentra en “Despedidas” un ejemplo paradigmático. Esta producción japonesa se hizo, contra todo pronóstico, con el óscar a la mejor película en lengua no inglesa en la última edición de los premios, y esto se debe en gran parte a su sabia mezcla de géneros, tan del gusto de los académicos de Hollywood. Porque esta hermosa fábula tiene su acierto en saber adentrarse en diferentes terrenos sin detenerse en ninguno en concreto. El argumento transita de la comedia al drama haciendo que el director, Yojiro Takita, asuma más de un riesgo en los múltiples tonos que adopta la narración. La prudencia y la contención convierten a “Despedidas” en un bello ejercicio reflexivo, capaz de tratar frontalmente temas que la mayoría de las comedias suelen eludir: el abandono familiar, la incomunicación en la pareja y, sobre todo, la muerte y sus aledaños. Un guión bien estructurado y el eficaz trabajo de los actores hacen creíble la historia del joven integrante de una orquesta que, de la noche a la mañana, pierde su trabajo y se ve abocado a aceptar un oficio cargado de estigmas. La película sabe conjugar con inteligencia aspectos de la cultura oriental con el punto de vista occidental, lo que otorga a la trama un carácter universal y muy accesible. De esta manera, “Despedidas” cumple con sus objetivos propuestos y consigue superar la corrección, en gran parte, gracias a su valentía y originalidad.

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