La película reúne 108 piezas de Louis y Auguste Lumière del periodo comprendido entre 1895 y 1905, lo cual permite valorar una parte del conjunto en perspectiva. Es una década que el director Thierry Fremaux va desmenuzando en diferentes bloques temáticos: París, las comedias, los trabajadores, los viajes... todo conducido por la contante voz en off de Fremaux, un experto que dirige el Instituto Lumière, el Festival de Cine Lumière y, en la actualidad, el Festival de Cannes. Lejos de adoptar un tono académico, el documental mantiene una gran cercanía con el público y concita la atención de manera apasionante y didáctica, con momentos para la reflexión, la curiosidad y el humor.
¡LUMIÈRE! COMIENZA LA AVENTURA. "Lumière! L’aventure commence" 2016, Thierry Fremaux
CANCIONES DEL SEGUNDO PISO. "Sånger från andra våningen" 2000, Roy Andersson
La película presenta los rasgos narrativos y estéticos del autor: escenas que se suceden huyendo de la continuidad convencional, filmadas en planos fijos y distanciados de los personajes, como cuadros que relacionan a las figuras con el escenario donde acontece la acción. Hay algo brechtiano en esta conciencia del espectador respecto a la imagen observada, una actitud que invita a la reflexión, aunque Andersson no propone ejercicios intelectuales en su cine. El director pone en práctica aquella frase de Juan Ramón Jiménez que decía: "Desconfiad de una poesía que, para gustar, tiene que ser analizada". Al igual que el resto de la filmografía de Andersson, Canciones del segundo piso es profundamente lírica sin necesidad de desciframiento, son situaciones que se explican por sí mismas, aunque todas guardan un misterio y están representadas bajo una atmósfera casi onírica. La clave es el humor. Humor negro y surreal, que no busca la risa unánime y sirve para amortiguar la derrota como concepto predominante.
Estos elementos confieren a la película una sensación hipnótica. Los planos que compone Andersson contienen profundidad de ideas pero también profundidad visual, ya que al permanecer estáticos deben ser leídos en toda su amplitud, con acciones que se suceden en diferentes términos. Se trata de una ilusión semejante al teatro que el director obtiene aplicando técnicas artesanales (fondos pintados, trucos de perspectiva) como se hacía en el cine del pasado. Estas y otras cualidades otorgan a Canciones del segundo piso un carácter intemporal, que escapa de las calificaciones y supone un género en sí mismo. El género Roy Andersson.
A continuación, uno de los temas compuestos por Benny Andersson para la banda sonora. La pieza tiene unos arreglos posteriores a la película elaborados por el propio músico con su formación, la Benny Anderssons Orkester. Relájense y disfruten:
UNA HISTORIA DE AMOR. "En kärlekshistoria" 1970, Roy Andersson
Cuando Andersson emprende la película, ya tiene el bagaje de dos cortometrajes y un mediometraje en los que ha plantado la semilla de Una historia de amor. Son pequeñas obras que ofrecen una mirada cercana sobre situaciones comunes muy enclavadas en la época, una actitud que el director perfecciona en su opera prima. La cámara no se aparta de los personajes y predominan los primeros planos, con imágenes de gran belleza que poseen la calidez y la textura del kodachrome. Andersson todavía no ha desarrollado el estilo que le hará reconocible, pero sí deja entrever algunas obsesiones como son la familia y el absurdo de determinadas situaciones que revelan la condición humana. De hecho, Una historia de amor tiene un núcleo central en el que se aborda las evoluciones de la pareja protagonista (que representa el mundo juvenil) antecedido y precedido por escenas en las que son desplazados por los adultos y cuya atmósfera se enrarece, alejando la película de lo convencional. El conjunto puede desconcertar en un primer vistazo, sin embargo, esta contradicción marca la personalidad original e inquieta del autor.
La mayoría de los actores del film o bien no son profesionales o bien debutan aquí, lo cual otorga a la película cierta frescura que Andersson refuerza desde la dirección. La lente permanece atenta a los gestos y las inflexiones de cada uno de los rostros, siempre interesada en el comportamiento de los personajes y en capturar el instante preciso para que la historia avance. Sin aspavientos que aparten la película del realismo poético al que Roy Andersson aspira y con el que logra transmitir una sensación de intimidad sencilla y directa, tal y como queda sintetizado en el siguiente tema musical de Björn Isfält compuesto para la banda sonora. Relájense y disfruten:
MUJERCITAS. "Little women" 2019, Greta Gerwig
Tal vez la gran habilidad de la cineasta sea desprender a Mujercitas de la carga de azúcar que han ido depositando sobre ella las sucesivas versiones, así como subrayar los aspectos sociales y culturales del texto original. Por supuesto que esta nueva película es esteticista, relamida y no evita cierta cursilería presente en las imágenes y en la historia, siempre teniendo cuidado de no rebasar los límites del buen gusto. La fotografía de Yorick Le Saux recurre a referencias pictóricas en los interiores y en los espacios abiertos, sin aspirar al realismo sino a trasladar una atmósfera de cuento y de postal idealizada de la época. Los decorados, el vestuario, la peluquería... cada elemento de la producción artística refuerza la identidad del film y proporciona placer visual. El placer sonoro corresponde a Alexandre Desplat, quien compone una música evocadora y expresiva, muy presente en la narración.
La propuesta de Gerwig respeta la letra de May Alcott aunque cambia el orden de la estructura dramática, ya que intercala tiempos pasados y presentes (a veces de manera un tanto arbitraria) para remarcar la idea de que las decisiones que se toman en un determinado momento tienen repercusión más adelante. La película presenta un juego de espejos que contiene los reflejos de May Alcott, el personaje de Jo y la propia Gerwig, lo cual adquiere un carácter meta-narrativo cuya influencia se expande de la pantalla y llega hasta cualquier mujer que se sienta libre y con capacidad de crear. Este es el valor que proporciona Mujercitas de manera clara y accesible, gracias al lenguaje ágil que articula la directora mediante el montaje, los emplazamientos de cámara y los movimientos internos y externos del plano para generar dinamismo y provocar las emociones adecuadas.
En suma, Greta Gerwig sale bien parada del reto y logra renovar un relato que no por conocido debe ser obviado, con la ayuda de un elenco en el que brillan especialmente Ronan y Pugh. Ambas actrices justifican por sí solas la existencia de esta película amable, cálida y entrañable, sin que por una vez estos adjetivos signifiquen nada malo. Todo ello se aprecia en el tema principal de la banda sonora de Alexandre Desplat que pueden escuchar a continuación. Relájense y disfruten:
MANK. 2020, David Fincher
Firmado en los años noventa, el guion de Mank no obtuvo entonces el interés necesario para salir adelante hasta que, dos décadas después, el director David Fincher, hijo de Jack, retoma el proyecto para convertirlo en un homenaje a la profesión en general y a su padre en particular. La película adquiere el empaque de una gran producción respaldada por Netflix y con actores conocidos en el reparto, aunque sin dejar de asumir por ello ciertos riesgos como son la fotografía en blanco y negro (que puede ahuyentar al espectador convencional), las referencias constantes al universo wellesiano (que pueden ahuyentar al profano) y el tono sombrío del conjunto (que puede ahuyentar a todos). Para solventar estos posibles impedimentos comerciales, Fincher se esfuerza por dotar el relato de dinamismo mediante la planificación y el montaje, ya que abundan las secuencias de diálogo, y en recubrirlo todo de un malévolo sentido del humor que aligera la densidad del film. El resultado sale bien: Mank es divertida y consigue entretener, a pesar de que exige estar familiarizado con el sistema de los grandes estudios y sus celebridades.
Además de sacar a ventilar algunos trapos sucios de la industria, Mank es el retrato de un escritor en plena decadencia que debe batallar también contra sí mismo. El afán autodestructivo de Mankiewicz requiere la labor de un actor que no se limite solo a hacer de borracho, sino que sea capaz de expresar las tormentas internas del personaje y su profundo descreimiento, algo que Gary Oldman logra con cada músculo de su cuerpo. Los habituales excesos del intérprete británico encajan bien con los de Mankiewicz y los demás nombres que intervienen: Amanda Seyfried (como Marion Davies), Charles Dance (Randolph Hearst), Arliss Howard (Louis B. Mayer) y tantos otros que completan el paisaje mitológico representado en Mank. La película supone un placer para el cinéfilo de la vieja escuela, aunque es difícil que entusiasme por igual al público mayoritario por su hermetismo y su naturaleza antropofágica.
Fincher padre e hijo imitan la estructura fragmentada de Ciudadano Kane y los saltos en el tiempo, lo cual unido a la abundante información que se maneja, obliga a concentrar la atención durante el metraje. Para resarcir el esfuerzo, el director de fotografía Erik Messerschmidt elabora imágenes de gran belleza que aprovechan el contraste de la luz dura de California y las noches de brillo y alcohol, todo reforzado por una cuidada dirección artística. En suma, David Fincher conjuga los elementos para que Mank adopte la forma de un espectáculo revisionista, que desvela las glorias y las miserias de un tiempo perdido y restablece el mérito de Herman Mankiewicz en la elaboración de una película esencial en el desarrollo del cine moderno.
PLAY. 2011, Ruben Östlund
Quedan avisados: el visionado de Play no es ninguna experiencia agradable. La película logra agitar el subconsciente de la audiencia y explica muchos comportamientos producidos en situaciones de estrés individual y colectivo. Östlund ilustra la naturaleza de algunos traumas de manera distante y fría, la cámara rara vez se acerca a los personajes y, por primera vez, se rompe la quietud de los anteriores trabajos del director, incorporando el movimiento en el plano pero sin involucrarse en los acontecimientos. Esta lejanía refuerza el verismo de los hechos (a veces da la sensación de estar presenciando imágenes de una cámara de seguridad) y hace soportable la odisea que atraviesan los protagonistas. El público puede sentir que no es difícil cruzarse con ellos, y que los escenarios son equiparables a los de su entorno, por eso se trata de un drama sin aditivos que invita al debate, como así ha ocurrido en Suecia. Solo por eso merece tener en cuenta esta película incómoda y audaz, que está filmada con la precisión de un cirujano.
INVOLUNTARY. "De Ofrivilliga" 2008, Ruben Östlund
Al contrario que en su anterior trabajo, Östlund se adentra en el terreno de la ficción e incorpora el progreso dramático en cada uno de los episodios, intercalados entre sí dentro de una estructura fragmentada. Los diálogos y los personajes adquieren peso en la trama, aunque seguimos sin conocer a ninguno de ellos más allá de lo que muestra la pantalla. Hay dos chicas adolescentes desbocadas por el alcohol, un señor mayor asediado por la familia, una profesora que se revela ante sus compañeros, un joven que no comparte los ritos sexuales de sus amigos y una actriz que es retenida por un conductor de autobús junto al resto de los viajeros. Situaciones que buscan una catarsis que nunca llega porque aquí el cine se parece a la vida, hecha de tiempos muertos y de conclusiones tardías.
Para ilustrar dichos momentos, Östlund vuelve a emplear planos estáticos sin intervención del montaje, pero en esta ocasión elige encuadres que escapan de lo convencional y ahondan en el concepto de la descomposición, tanto a nivel visual como narrativo. La información contenida en las imágenes a veces se escamotea en la distancia de la cámara, o en la interposición de objetos, o en la ausencia de contraplanos que muestren la acción completa. El director comienza aquí a experimentar con el fuera de campo y a convertirlo en una seña de estilo, buscando la implicación del espectador.
Las propuestas presentes en The guitar mongoloid adquieren en Involuntary plena identidad y comienzan a dar forma a un ideario cada vez más rico y más variado, adaptando el lenguaje cinematográfico según las exigencias del relato. El acabado técnico está más cuidado y se percibe la intención por parte del director de construir un discurso fílmico más ambicioso, en el que por primera vez la interpretación de los actores resulta importante. En definitiva, se trata de una película-tesis que depara momentos de inquietud y reflexión, en ambos casos por medio de un punto de vista original que identifica a Ruben Östlund como un autor a tener en cuenta en el panorama europeo.
THE GUITAR MONGOLOID. "Gitarrmongot" 2004, Ruben Östlund
El tono que emplea Östlund es el del costumbrismo crítico, que retrata con asepsia los aspectos menos confortables de la realidad, para que el espectador abra los ojos y tome partido sin caer en la soflama ni en el adoctrinamiento. The guitar mongoloid adopta una actitud política alejada de todo discurso, que se asienta en la conciencia del público enfrentado a escenas en apariencia inconexas, sin otro hilo conductor que la ciudad de Gotemburgo. Puestos a buscar un argumento, se podría decir que la película cuestiona la protección de la que carecen determinados colectivos y la falta de expectativas de un sector de la población cuyo embrutecimiento se manifiesta de modo gregario, algo que el director desarrollará en su siguiente proyecto. Hay, por lo tanto, un afán de provocar por parte de Östlund que se materializa ya desde el propio título, y que encuentra eco en muchas secuencias del film. Esta provocación existe también en la forma, sin movimientos de cámara (hay un par en todo el metraje) y sin apenas montaje entre unas situaciones y otras, como una sucesión de cuadros en riguroso 4/3, cuya evolución narrativa tampoco cuenta nada. Östlund parece decir a sus espectadores: Mirad, os voy a enseñar lo que descartan los demás directores, lo que no se ve en las películas por ingrato o por inservible. Y lo voy a hacer sin adornarlo con los atributos del cine, sin entretener la mirada.
Su manera de filmar refleja la voluntad de confundir verdad y ficción, ya que entre los actores no hay ningún profesional, los escenarios son naturales y la iluminación y el sonido anteponen la inmediatez al buen acabado técnico. The guitar mongoloid es un ejercicio experimental a veces fascinante y a veces irritante que desafía a la audiencia a construir una película que no existe, o que surge mientras se ve. Östlund disemina pistas que se anuncian en la pantalla pero que no terminan de concretarse. Al igual que sucede en la vida cotidiana, hay momentos que se repiten en una rutina absurda e instantes que irrumpen una vez sin que luego sean retomados, lo cual dibuja un mosaico con pocas glorias y muchas miserias. En suma, la opera prima de Ruben Östlund evidencia el ímpetu de su cine por estimular al público dándole lo que nunca espera, aún a riesgo de hacerle sentir incómodo. Solamente al final, The guitar mongoloid se redime con una escena hipnótica y bella: un enorme globo sobrevuela la ciudad, llamando la atención de los viandantes. Algunos elucubran que puede estar fabricado con... bolsas de basura.
LAS GOLONDRINAS DE KABUL. "Les hirondelles de Kaboul" 2019, Zabou Breitman y Eléa Gobbé-Mévellec
El aspecto visual de la película ejerce de contrapeso frente al espanto de los sucesos que se narran, a modo de antídoto que tiene buen cuidado de no diluir la fuerte carga de denuncia. Lejos de suavizar el conflicto, las directoras pretenden darle visibilidad empleando recursos estéticos que facilitan el acceso del público, al mismo tiempo que se evoca la poesía (mediante ciertos ralentizados en los movimientos) y el verismo (en el tratamiento sonoro). Sin truculencia pero tampoco sin omitir la crueldad de la guerra. Son impactantes, por ejemplo, las escenas subjetivas que muestran el punto de vista desde el interior del burka, o los entornos destruidos de la ciudad a la luz del sol implacable. Las imágenes poseen una gran plasticidad y un innegable atractivo en su sencillez y depuración de elementos, con una técnica que imita la acuarela y refleja el acabado artístico y el nivel de exigencia de la productora Les Armateurs. Cada imagen busca la expresividad simple y directa, a veces empleando símbolos como los que alude el título del film. Las golondrinas de Kabul es un alegato de la belleza contra la barbarie, elaborado con rabia pero también con sensibilidad. Una joya de la animación francesa que se alinea junto a otras películas reveladoras como Persépolis o El pan de la guerra.
A continuación, uno de los temas musicales que integran la banda sonora compuesta por Alexis Rault. En esta pieza, el autor identifica el instrumento de la trompeta con el personaje de Zunaira, estableciendo una asociación de conceptos entre el viento y la libertad, en medio de un conjunto en el que predomina el dramatismo de las cuerdas. Relájense y disfruten: