UNA HISTORIA DE AMOR. "En kärlekshistoria" 1970, Roy Andersson

En toda clase de ficciones, las palabras "amor adolescente" suelen vaticinar numerosos desastres asociados a la ñoñería, la desmesura, la simpleza... nada de eso se encuentra en el primer largometraje de Roy Andersson. Una historia de amor es un detallado ejercicio de naturalismo que narra la relación iniciática de dos jóvenes rodeados de adultos a los que no comprenden. La confrontación entre pubertad y madurez define el idilio, tantas veces reflejado en el cine con desigual fortuna.

Cuando Andersson emprende la película, ya tiene el bagaje de dos cortometrajes y un mediometraje en los que ha plantado la semilla de Una historia de amor. Son pequeñas obras que ofrecen una mirada cercana sobre situaciones comunes muy enclavadas en la época, una actitud que el director perfecciona en su opera prima. La cámara no se aparta de los personajes y predominan los primeros planos, con imágenes de gran belleza que poseen la calidez y la textura del kodachrome. Andersson todavía no ha desarrollado el estilo que le hará reconocible, pero sí deja entrever algunas obsesiones como son la familia y el absurdo de determinadas situaciones que revelan la condición humana. De hecho, Una historia de amor tiene un núcleo central en el que se aborda las evoluciones de la pareja protagonista (que representa el mundo juvenil) antecedido y precedido por escenas en las que son desplazados por los adultos y cuya atmósfera se enrarece, alejando la película de lo convencional. El conjunto puede desconcertar en un primer vistazo, sin embargo, esta contradicción marca la personalidad original e inquieta del autor.

La mayoría de los actores del film o bien no son profesionales o bien debutan aquí, lo cual otorga a la película cierta frescura que Andersson refuerza desde la dirección. La lente permanece atenta a los gestos y las inflexiones de cada uno de los rostros, siempre interesada en el comportamiento de los personajes y en capturar el instante preciso para que la historia avance. Sin aspavientos que aparten la película del realismo poético al que Roy Andersson aspira y con el que logra transmitir una sensación de intimidad sencilla y directa, tal y como queda sintetizado en el siguiente tema musical de Björn Isfält compuesto para la banda sonora. Relájense y disfruten: