El Navegante. "The Navigator" 1924, Buster Keaton / Donald Crisp

Si alguien ejemplifica a la perfección la lucha del hombre contra los elementos, ese es sin duda Buster Keaton. Prueba de ello es "El Navegante", una comedia que mantiene la estructura clásica basada en la sucesión de gags es un entorno determinado - el barco que da título a la película - para alcanzar un objetivo romántico que en un principio parecía imposible. Keaton elabora como nadie este tipo de comedias a través de una realización prolija y efectiva, siempre al servicio de la acción, un ritmo perfectamente medido y una dirección de actores que se concentra en su propio rostro y en el de Kathryn McGuire, una actriz que asume el reto de completar cada uno de los gags de Keaton sin palidecer ante el talento tranquilo y arrollador de su compañero. "El Navegante" es un magnífico divertimento, el ejemplo de que frente a la ausencia de diálogos, hubo una época en la que bastaba con la elocuencia de las imágenes.


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La red social. "The social network" 2010, David Fincher

Resultará muy interesante recuperar esta película transcurridos unos cuanto años. Porque "La red social" funciona como una fábula moderna sobre mitos antiguos, a modo de drama acerca del poder y del efecto que causa en quienes lo detentan, a la vez que supone una lúcida y certera crónica de su tiempo. Tomando como base el libro "Multimillonarios por accidente", que relata los avatares de los creadores de Facebook, David Fincher es capaz de retratar el repentino cambio de paisaje que las nuevas tecnologías han propiciado a principios del siglo XXI en lo que a relaciones sociales se refiere, la revolución tecnológica de internet y su incidencia en las personas. En ese sentido, "La red social" cumple sus objetivos. En los demás también, porque resulta a ratos divertida, a ratos emocionante y siempre muy entretenida, todo por obra y gracia de un guión bien construido y bien rodado por un director que parece alejarse ocasionalmente de las concesiones a la taquilla para elaborar un trabajo pulcro y exigente. Bien es verdad que hay elementos disonantes (el videoclip de la competición de remo o la afectación de algunas interpretaciones) pero la buena elección del actor protagonista, Jesse Eisenberg, es también responsable de que "La red social" se siga más que con interés, con fascinación.


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Fantástico Sr. Fox. "Fantastic Mr. Fox" 2009, Wes Anderson

Después de una carrera jalonada por comedias extrañas que han ido construyendo un estilo personal muy reconocible, el cineasta Wes Anderson se estrena en la animación con una película deliciosa, inteligente y tremendamente divertida. Con un acabado formal que explota todas las posibilidades del absurdo, Anderson demuestra su buen pulso a la hora de conducir un relato cargado de situaciones y de personajes, mediante secuencias cortas, de gran concisión narrativa y con un ritmo apabullante, en el que tienen la misma importancia los diálogos que las acciones.
La vieja animación en stop-motion se vuelve moderna gracias a un sentido de la estética depurado y carente de elementos superficiales, más cercano a la ilustración clásica que a las nuevas tecnologías. Esta conjunción entre vigor narrativo y estilización formal da como resultado una comedia brillante, capaz de seducir por igual a grandes y pequeños, y que sabe trasladar a la pantalla el universo mágico y con trasfondo de Roald Dahl, autor al que Fantástico Sr. Fox adapta de forma ejemplar. Sin duda, un divertimento fascinante que el espectador exigente sabrá aprovechar tanto en el fondo como en la forma, un maravilloso cuento sobre las consecuencias de madurar en un entorno que te obliga a ello.

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Una educación. "An education" 2009, Lone Scherfig

La periodista británica Lynn Barber recuperó en sus memorias los acontecimientos que la llevaron a madurar precipitadamente cuando era una escolar en el Londres de 1961. Su relación con un hombre mayor que ella y el descubrimiento de una nueva vida llena de estímulos y de emoción, más allá de los estrictos márgenes académicos y familiares, despertaron el interés del reputado novelista Nick Hornby para darle forma de guión cinematográfico. Se trataba de exponer el retrato de dos modelos de educación tan enfrentados como prototípicos: por un lado, la educación cerrada y restrictiva dentro de una gran ciudad que está a punto de conocer la ebullición de los años sesenta y el advenimiento de los Beatles. Por otro lado la educación personal, basada en la experiencia, aquella que obliga a madurar a golpes para avejentar a los débiles y volver sabios a los fuertes. El guión de “Una educación” trata con gran destreza narrativa todos estos temas sin excesos ni dramas altisonantes, con una tendencia naturalista que encuentra en el rostro de la joven actriz Carey Mulligan su mejor aliada. Su interpretación rica en matices y de una elocuencia siempre controlada, ha provocado el aplauso unánime de crítica y público, el anuncio de que ha nacido una actriz en ciernes, un talento en bruto a la que aguarda un prometedor futuro. Su encarnación de Jenny encuentra en Peter Sasgard la réplica perfecta, pues este actor es capaz de acompañarla en su tránsito a la madurez dejando entrever una ambigüedad que resultará determinante en el desenlace de la historia. Porque “Una educación” es una película de experiencias y de apariencias, de posturas y de imposturas, un film con un amplio trasfondo y de calculada sencillez, que funciona como un relato de iniciación a la manera de las novelas victorianas a las que rinde tributo. Para llevar el barco a buen puerto era necesario situar al timón a una directora como Lone Scherfig, que cuenta en su haber con títulos tan destacables como “Italiano para principiantes” (2000) y “Wilbur se quiere suicidar” (2002). El hecho de que “Una educación” sea una producción británica y esté rodada fuera de su Dinamarca natal, potencia lo que sin duda es una de las cualidades de la película: la recreación de una época y de unos modelos de conducta ajenos a su propia vivencia, algo que ya estaba presente en los textos de Barber primero y de Hornby después, pero que a través de los ojos de Scherfig cobra una fascinación y un sentido de lo plástico de gran personalidad. Las imágenes del film aparecen como postales de un tiempo pasado, y son el decorado por el que los personajes pasean sus anhelos y frustraciones a modo de cuadro naturalista, con una puesta en escena sobria y elegante que coloca a Scherfig en una posición destacada dentro del reciente cine europeo.


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Chantaje contra una mujer. "Experiment in terror" 1962, Blake Edwards

Emocionante película de suspense que demuestra la versatilidad de Blake Edwards y supone uno de sus mejores trabajos como director. "Chantaje contra una mujer" es su incursión en el film policíaco revestido de terror psicológico, tan en boga en la época, mediante un ejercicio de vigor narrativo y de elegancia escénica. Éstas son las mejores bazas de un Edwards en plenas facultades. Por un lado, la realización de la película funciona como un tratado de clasicismo en la planificación y en la puesta en escena. Por otro lado, el eficaz pulso narrativo de Edwards y su inteligente concepción del montaje aportan a "Chantaje contra una mujer" una impronta de frescura y de fuerza que dan como resultado, al mismo tiempo, una obra muy situada en su época y profundamente moderna, dos virtudes que hacen que las grandes películas resulten intemporales. "Chantaje contra una mujer" lo es además por su hábil guión, que sabe manejar con acierto la multiplicidad de escenarios y de personajes, por la dirección de actores, donde brillan con relevancia Glenn Ford, Ross Martin y la excelente Lee Remick, y por una inmejorable factura técnica en la que destaca el montaje de Patrick McCormak y la fotografía en blanco y negro de Philip H. Lathrop, cuya estilización dota de dramatismo unas imágenes capaces de seducir los ojos del espectador y de inquietarle a partes iguales. La sugerente música de Henry Mancini termina de redondear el conjunto de una película que mantiene la tensión de la trama de la primera hasta la última escena. Sin duda, "Chantaje contra una mujer" se encuentra entre las obras más importante de Blake Edwards, un director irregular que vivió aquí su mejor época.


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