Vals con Bashir. "Waltz with Bashir" 2008, Ari Folman

Las buenas obras no permiten disociar la forma del contenido. Y "Vals con Bashir" es una gran película cuyas imágenes animadas ayudan a digerir lo que se cuenta, que son los terribles sucesos de la guerra del Líbano. El fascinante aspecto visual de este film, la fuerza que su sencillez otorga, sirve de vehículo para que el espectador se adentre en terrenos que, bajo otra mirada, nunca querría visitar. Esa es la hazaña que el director israelí Ari Folman logra con este relato valiente y descarnado que encuentra en la indefinición otro de sus atractivos. En efecto, allá donde tantos narradores se estrellan, Folman consigue que las piezas de este puzle formado por la ficción, el documental, el drama y el ensayo lleguen a encajar y alcancen la coherencia final sin que el objetivo último de "Vals con Bashir", que es la denuncia, se vea afectado. Tan solo cabe lamentar una tendencia mal disimulada por la violencia y su exhibición, lo que está a punto de transformar en algunas ocasiones el retrato del horror en regodeo, trivializando el discurso antibelicista y haciéndolo naufragar en una suerte de pornografía de la violencia. En cualquier caso, "Vals con Bashir" merece un puesto de honor dentro del cine de animación, en el que se sitúa en vanguardia, al tiempo que convierte su visionado hipnótico y atroz en un ejercicio necesario. Forma y contenido, en fin, que se dan aliento mutuo en la pantalla y hacen que la crítica y el espectáculo se conjuguen en el mismo verbo.

LEER MÁS

El forajido. "The outlaw" 1943, Howard Hughes

El multimillonario Howard Hughes quiso convertirse en un gran director de cine empezando desde arriba. Así, para su segunda y última película como realizador contó con los mejores profesionales posibles: Gregg Toland en la fotografía, Victor Young en la música, Jules Furthman en el guión, y un elenco en el que sobresalen Thomas Mitchell, Jane Russell y un genial Walter Huston. Sin duda, "El forajido" es una producción ambiciosa que Hughes no logró redondear en su conjunto, debido a algunos desajustes con el ritmo y con la mezcla de géneros, que terminaron aligerando el elemento dramático de la película y añadiendo cierta trivialidad al relato. Y es que en "El forajido" cobra mayor importancia la parte sobre el todo, haciendo que el metraje tienda a la dispersión, en especial desde que el personaje interpretado por Jane Russell, la inolvidable Río, pierde importancia dentro de la trama. Ella es el verdadero puntal de la película, y su exuberante presencia es la responsable de que "El forajido" haya trascendido hasta nuestros días. Paradójicamente, algunos de los defectos del film son los que han acabado por definir su carácter, confiriéndole cierto halo de extrañamiento y de peculiaridad que le alejan de ser un western al uso, una comedia o una película romántica convencional, sino todo ello al mismo tiempo y a su modo. Por estos y otros rasgos se puede definir "El forajido" como una película irregular que es necesario ver, aunque sólo sea para comprobar cómo los mitos de Pat Garrett, Doc Holliday y Billy el Niño son reducidos a escombros por el mito corpóreo de Jane Russell.
Sirva como homenaje a la actriz el siguiente montaje de fotografías, con un catálogo de cortinillas que no tiene desperdicio, animado por un tema musical interpretado por la propia Russell. Y es que hubo una época en que los artistas sabían cantar, montar a caballo, practicar esgrima e incluso actuar. Que lo disfruten.

LEER MÁS

Capitalismo: una historia de amor. "Capitalism: a love story" 2009, Michael Moore

El documental fue el primero de los géneros cinematográficos, y desde aquellos golpes de manivela de los pioneros hasta las últimas capturas digitales se ha recorrido un largo camino que ha transformado sustancialmente la forma de retratar la realidad de numerosos cineastas. Uno de los cambios más importantes tiene que ver con la búsqueda de la objetividad y de la imparcialidad, directamente heredados del periodismo, una pretensión que a lo largo de los años se ha visto afectada por la intromisión del concepto de autor, menguando las facultades del reportero para potenciar las del narrador. En este ámbito, el nombre de Michael Moore se ha revelado como el último de sus profetas, librando al documental de algunos de sus corsés y molestando a los que creen en la inalterabilidad del género. Moore puede ser al documental lo que Tarantino a la ficción, esto es, un enfant terrible que subvierte las reglas a su antojo en pos de un resultado que logra contentar a un público fiel. Por lo tanto, la capacidad del espectador de participar en el juego que Moore propone condicionará su empatía por una obra de la cual "Capitalismo: una historia de amor" supone el último eslabón. Sus armas resultan tan infalibles como de costumbre: una pluma ágil y mordaz, cargada de veneno, una inteligente captación de ambientes y de personajes y, sobre todo, un habilísimo empleo del montaje que convierten el visionado del documental en un ejercicio apasionante y revelador. Los críticos de Moore le acusan de demagogo, narcisista y sectario. Los seguidores ven en su cine el altavoz perfecto para difundir mensajes combativos y necesarios, proclamas que alienten el debate y la rebelión contra lo que se quiere acallar. Mientras tanto, el cineasta disfruta con ambas perspectivas, la de sus críticos y sus seguidores, porque su objetivo es el de colocar bombas-trampa disfrazadas de películas para provocar y azuzar las conciencias de un público que, a favor o en contra, nunca puede permanecer indiferente. Y esto es lo mejor que se puede decir de un autor cuyo trabajo es el producto de estos tiempos burdos y terribles, de los cuales él extrae litros de jugo de creatividad y clarividencia, mediante una fórmula que conjuga humor, compromiso y emoción. No se trata de dar respuestas, sino de plantear las cuestiones adecuadas. Y es que si no existiese Michael Moore, habría que inventarlo.

LEER MÁS

La mujer rubia. "La mujer sin cabeza" 2008, Lucrecia Martel

Con apenas tres películas, la cineasta argentina Lucrecia Martel se ha confirmado como una atenta retratista de los dobleces del alma humana. Su terreno natural son las aristas, y sus historias van completando un mosaico donde la vulnerabilidad de las personas y su atracción por la fatalidad son piezas clave. "La mujer rubia" esconde en sus imágenes todas estas señas y muchas más, que el personalísimo estilo de su autora nunca convierte en evidencia, sino más bien sugiere o insinúa, haciendo partícipe al espectador de cuanto sucede en la pantalla. Con un lenguaje visual fascinante y arriesgado, basado en el encuadre y en el desencuadre, y que juega en todo momento con la subjetividad del personaje protagonista, Martel nunca llega a completar su relato, sino que lo apunta mediante pinceladas cargadas de intencionalidad que establecen un diálogo a media voz con el público, testigo y cómplice de los avatares que se narran. La labor interpretativa de de María Onetto termina de redondear el conjunto, y hace que el infierno doméstico que retrata Martel resulte extraño y cotidiano al mismo tiempo, una habilidad de esta autora que se ha destacado por crear atmósferas y personajes al borde mismo del desastre. Argumentalmente, "La mujer rubia" podría ser considerada como una hija ilegítima de "Un cierto día" de Ermanno Olmi, filtrada por el carácter de una de las figuras más interesantes del reciente cine hispano.

A continuación, un interesante cortometraje documental con la firma de Lucrecia Martel.



LEER MÁS