Mi vecino Totoro. "Tonari no Totoro" 1988, Hayao Miyazaki

"Mi vecino Totoro" es un ejemplo -uno más- del talento de Hayao Miyazaki para la fabulación. La creatividad y la imaginería que este artista único despliega en sus trabajos le emparenta con otros autores de distintas disciplinas como los hermanos Grimm, Christian Andersen y, más directamente, con Lewis Carrol. De una naturaleza profundamente oriental, las películas de Miyazaki hablan de tú a tú con las grandes obras de estos autores, y tienen la misma capacidad intemporal y la misma virtud de seducir a públicos de todas las edades y latitudes sin hacer ninguna concesión. Hay un vaso comunicante entre las imágenes de Miyazaki y el subconsciente del espectador, y es, seguramente, el referido a la infancia. El director japonés sabe trasladar a la pantalla como pocos ese universo misterioso y reconocible de una forma natural, asombrosamente sencilla. Por eso sus historias, hasta las más fantásticas, tienen un fuerte componente naturalista. En unas más que en otras, conviven sin esfuerzo la fantasía y la realidad, el ensueño y lo cotidiano, de tal forma que ambos territorios se solapan y arrojan luz para crear cuentos tan maravillosos como "Mi vecino Totoro". Los espectadores libres de prejuicios disfrutarán con la experiencia liberríma de sus imágenes, y tendrán el privilegio de retornar a lugares que probablemente tenían olvidados. Del resto de público sólo cabe compadecerse.