Irrational man. 2015, Woody Allen

Es conocido el gusto de Woody Allen por la literatura rusa. Desde La última noche de Boris Grushenko hasta Blue Jasmine, su filmografía está salpicada por referencias a la obra de Tolstói, Chéjov y, en especial, Dostoievski. De ellos adquiere la visión del ser humano como un peón insignificante que lucha por mantener su identidad dentro de una sociedad que ya ha programado su destino. Además está el ideal romántico como tabla de salvación y cierta mirada melancólica sobre la vida. En mitad de este caos, surge el crimen como un resorte de poder y de autoafirmación. Allen ha tratado estos temas en Delitos y faltas, El sueño de Casandra o Match point, unas veces recurriendo a la comedia, otras al drama y la mayoría a ese terreno intermedio en el que se siente tan cómodo. Sucede en Irrational man, donde el director vuelve a introducirse en el universo literario de Dostoievski adaptando libremente Crimen y castigo, una de las novelas emblemáticas del escritor ruso.
El actor Joaquin Phoenix interpreta al personaje protagonista, un profesor de filosofía en horas bajas que entabla relación con una de sus alumnas. La trama narra el proceso por medio del cual el profesor pasa de ser un suicida vocacional a convertirse en artista del crimen, un arco de transformación que incluye un asesinato y varios enredos sentimentales. La joven universitaria adopta los rasgos de Emma Stone, actriz que repite con Allen después de Magia a la luz de la luna. Como es habitual, el trabajo de ambos intérpretes es solvente y asume el mismo riesgo que la película: una tendencia indisimulada al cliché y la ligereza. El hecho de que una obra de la trascendencia de Crimen y castigo se haya trasladado a la pantalla en forma de divertimento refleja la inteligencia de Woody Allen. Pocos como él saben suavizar el contenido moral de sus referencias con el tono de comedia adecuado, acercando los tótems de la alta cultura (Freud, Kafka, Bergman) al público mayoritario. Esta actitud le ha valido algunas críticas que le tachan de superfluo y de descuidado en lo formal. En efecto, Irrational man es un film despojado de todo artificio y ejecutado sin ambiciones estéticas. ¿Se puede considerar esto un error? Si lo que se pretende es santificar el nombre de Dostoievski y dotarlo de sofisticación y complejidad, entonces sí lo es. Allen ya había cumplido el protocolo en Delitos y faltas, una de sus mejores películas, por lo que volver sobre el camino andado hubiese sido redundante, algo de lo que también se le suele acusar.
En definitiva, Irrational man nunca se encontrará en una selección de las grandes películas de Woody Allen, pero resultará necesaria para comprender el presente de un autor fundamental en el cine de los últimos cuarenta años. A continuación, un fragmento del documental que Robert B. Weide realizó en 2011 en torno a la figura del director, en el que reflexiona sobre su propio trabajo: