La película da protagonismo a la palabra pero también a las imágenes, hay una concordancia de ideas y de símbolos que resulta muy estimulante. El discurso que mantiene Morais en torno a la posición comprometida con su tiempo de ciertos directores, así como el ámbito que ocupa el cine en el devenir del público, son expuestos mediante meditaciones lúcidas y una planificación que busca la armonía en los encuadres y en el montaje. Morais da a las composiciones de los planos un valor casi espiritual, semejante a los paisajes metafísicos de Giorgio de Chirico, dejando que la mirada se recree y complete lo que expresan los protagonistas. Cada uno desde un sitio que les identifica y con una puesta en escena aparentemente sencilla que es, en verdad, fruto de la depuración de elementos estéticos. Un lugar en el cine tiene la virtud de conversar con el espectador y de ofrecer por igual respuestas y preguntas, con momentos memorables (Ninetto Davoli recreando un pasaje de Uccellacci e uccellini, o la canción escrita por Pasolini que entona Nico Naldini). En suma, se trata de una obra a la vez compleja, misteriosa y sencilla, como el comportamiento de un niño. La fabulosa carta de presentación de un director que en adelante dará pasos siempre interesantes dentro de la ficción, y que aquí debuta con un film-ensayo dotado de singularidad y belleza.
UN LUGAR EN EL CINE. 2008, Alberto Morais
El director, guionista y productor Alberto Morais se estrena en el cine con un documental que reflexiona sobre el propio medio, a través de testimonios de autores como Theo Angelopoulos, Víctor Erice o Tonino Guerra. Un lugar en el cine establece un diálogo entre el pasado y el presente para entender la experiencia cinematográfica a partir del neorrealismo de Roma città aperta. El recuerdo de Roberto Rossellini da comienzo al film y traza un eje simbólico con Pier Paolo Pasolini, ambos configuran los escenarios de la creación, de la vida y la muerte: la via Raimondo Montecuccoli en la que Anna Magnani caía abatida por los disparos nazis, el pueblo segoviano de Hoyuelos donde se filmó El espíritu de la colmena, la playa de Ostia en la que mataron a Pasolini... son los lugares en el cine a los que alude el título, espacios que Morais retrata en súper 16 mm. con serenidad y bajo la luz fría del invierno.