MARIBEL Y LA EXTRAÑA FAMILIA. 1960, José María Forqué

En 1960, después de realizar algunos dramas y de contribuir al noir español de la época, José María Forqué regresa a la comedia adaptando una obra teatral recién estrenada con éxito, Maribel y la extraña familia. El libreto original de Miguel Mihura centra su comicidad en el contraste de dos mundos opuestos: la tradición provinciana frente a la modernidad de la urbe, lo que en términos morales sería: la pacatería frente a la concupiscencia. Ambos extremos están representados por una familia de empresarios provenientes de un pueblo de Zamora y por un cuarteto de alegres prostitutas que ejercen en Madrid, con Marcelino y Maribel como protagonistas. Él es un joven viudo propietario de una fábrica de chocolatinas al que pone cara Adolfo Marsillach, que en su ingenuidad se enamora ciegamente de una meretriz encarnada por Silvia Pinal, sin sospechar el oficio que ella desempeña. La posibilidad del matrimonio supone una oportunidad para cambiar de vida y un cúmulo de situaciones divertidas, primero en la ciudad y luego en el campo, basadas en la idiosincrasia de los personajes secundarios.

Siempre se ha dicho que uno de los principales valores de esta edad dorada del cine español reside en la calidad y en la variedad de los actores, buena parte de ellos procedentes del teatro. Lo cual se puede constatar en Maribel y la extraña familia, donde brillan desde las veteranas Julia Caba Alba y Guadalupe Muñoz Sampedro, hasta las más jóvenes Carmen Lozano, Gracita Morales y Trini Alonso. Todas ellas imprimen su personalidad y construyen, con unos pocos rasgos, el tono ágil y desenfadado del conjunto, valiéndose de recursos físicos y verbales para exprimir los diálogos al máximo.

El director logra que no se pierda ninguna de las cualidades de la obra en su paso a la pantalla, gracias a una puesta en escena eficaz y muy dinámica, que da importancia al movimiento interno del plano y al externo de la cámara, así como al montaje. Forqué pone cuidado en las imágenes y saca provecho de los escenarios, realzados por la fotografía en blanco y negro de José Fernández Aguayo. En suma, Maribel y la extraña familia es un ejemplo perfecto de comedia clásica con influencias de Lubitsch y La Cava, una producción de impecable acabado técnico que sabe dotar a la dramaturgia de verdadero sentido cinematográfico.