También la lluvia. 2010, Icíar Bollaín

Cineasta comprometida y siempre dispuesta a señalar con el dedo acusador de su cámara, Icíar Bollaín une sus fuerzas al también combativo guionista Paul Laverty para firmar su película más ambiciosa. “También la lluvia” es un alegato de denuncia que funciona, a su vez, como ejercicio meta-cinematográfico y como crónica documental de los acontecimientos sucedidos en Cochabamba, Bolivia, en al año 2000, durante la denominada Guerra del Agua. Sin embargo la película, en su afán por tratar estos tres temas sin que el espectador se pierda, tiende a caer en el didactismo y adopta el tono de la corrección, no por seguro menos engañoso. Porque lleva implícitos dos virus tan letales como la previsibilidad y el maniqueísmo, capaces de roer las entrañas de cualquier film por bienintencionado que sea. “También la lluvia” no es, ni mucho menos, una mala película, pero tampoco resulta memorable. Y es que, aunque se trate de la directora de documentos fílmicos tan encomiables como “Te doy mis ojos” o “Flores de otro mundo”, Bollaín no consigue insuflar verdadero aliento a lo que sucede en la pantalla, provocando que el cuerpo de su película contenga alma pero carezca de músculo y vigorosidad. Hay una cierta sensación de pose, de artificio, que acompaña el metraje desde su mismo inicio. Parece que Bollaín desconfiase de la capacidad del público para recibir su mensaje y se lo entregara ya masticado y digerido para su fácil asimilación. A esto contribuyen la mayoría de las interpretaciones, como las de Luis Tosar y Gael García Bernal, los cuales responden a los arquetipos que sus personajes representan, unos perfiles demasiado definidos que, de tan aclaratorios, caen en el simplismo. Así con todo, conviene resaltar los méritos de esta película que podría haber llegado a más: una narración que se sigue con interés, la aproximación a un conflicto poco conocido por estas latitudes, y el retrato de un mundo, el del cine, que muestra más sombras que luces a la hora de conseguir sus objetivos. Por estos elementos merece la pena detenerse en “También la lluvia”.