Todo cambió en los años setenta.
La industria de Hollywood tuvo que reinventarse por motivos financieros (el
declive del sistema de estudios, la crisis económica) y biológicos (los grandes
productores dejaban de estar en activo). El público estadounidense también
había cambiado, con su inocencia hecha pedazos tras el fracaso en Vietnam y el
escándalo Watergate, lo que afectó a su percepción de lo que veía en la
pantalla. Ni siquiera los géneros cinematográficos quedaron inmunes a todo este
torbellino de acontecimientos.
Uno de los géneros de más larga
tradición había sido hasta el momento el musical, blanco fácil por contar con
presupuestos abultados y con unas inherentes dosis de optimismo. Películas tan diferentes entre sí como
"El violinista en el tejado", "Cabaret", "Jesucristo
Superstar" o "The Rocky Horror Picture Show" tenían algo en
común, y era su origen teatral. Los éxitos de Broadway fueron puntualmente
adaptados a la pantalla por directores que, en la mayoría de los casos, se
enfrentaban al género por primera vez. Un ejemplo fue Milos Forman, que después
del triunfo arrollador de "Alguien voló sobre el nido del cuco",
decidió traducir en imágenes lo que entonces se definía como un musical de
amor/rock tribal americano: "Hair".
La pregunta resulta inevitable:
¿Era Forman el director más adecuado para llevar este espectáculo al cine? Su
reciente pasado como estandarte de la Nueva Ola checa y su espíritu iconoclasta
parecían ser las mejores credenciales, sin embargo, el musical es una
disciplina selectiva que no admite a cualquiera. El problema comenzaba desde el mismo planteamiento: El equilibrio necesario entre las canciones y
el argumento que las contiene quedaba roto por la sobreabundancia sonora y la
pobreza de la trama.
La historia de un ingenuo
provinciano a punto de embarcar a Vietnam que descubre, en su llegada a la gran
ciudad, un mundo nuevo de libertad representado en un grupo de hyppies, es
tan esquemática que casi resulta infantil. Y eso que la película está cargada
de referencias al amor libre, los estupefacientes y la lucha contra el poder
establecido. "Hair" sigue al pie de la letra el manual básico del perfecto hyppie, con una lectura que se
encuentra entre la loa y la caricatura. Las situaciones y los personajes son de
un simplismo que resta eficacia al relato, apoyado en exceso en los momentos
musicales. Las poco convincentes interpretaciones de los personajes tampoco
ayudan a hacer verosímil lo que sucede en la pantalla, dando la impresión de
que Forman ha confiado tanto en el material de partida que ha descuidado su
puesta en imágenes. La planificación y el montaje son de una tosquedad que se
apartan de los anteriores trabajos del director, transmitiendo una cierta
dejadez en el conjunto.
La película contiene temas
musicales que ya han alcanzado la categoría de iconos ("Aquarius",
"Let the sunshine") y exhala una alegría casi primitiva, aunque bien
es verdad que todo esto ya estaba en la pieza teatral que Forman adapta con
parca imaginación. A diferencia de "Grease", musical hecho un año
antes que también bebía de la nostalgia por otros tiempos, "Hair" es
austero en sus coreografías y lo que es peor: consigue que aquello que pretende
homenajear termine pareciéndose a un chiste. Una oportunidad perdida y la única
incursión de Milos Forman en un género, el musical, que vivía entonces la
última de sus grandes etapas en el cine.
A continuación, uno de los números más acertados de "Hair": la canción "Ain´t got no", compuesta como el resto de la partitura por James Rado, Gerome Ragni y Galt MacDermot. Que la disfruten:
A continuación, uno de los números más acertados de "Hair": la canción "Ain´t got no", compuesta como el resto de la partitura por James Rado, Gerome Ragni y Galt MacDermot. Que la disfruten: