El planteamiento de El taxista ful es realmente atractivo:
acuciado por el paro, un hombre trata de ganarse la vida conduciendo taxis que
no son suyos. Cuando le acusan de robar vehículos, él se defiende
argumentando que se trata de la adquisición eventual de unas herramientas de trabajo.
Al finalizar la jornada, el taxista furtivo devuelve el coche con parte de las
ganancias para cubrir los gastos de combustible.
Esta es la premisa con la que Jo Sol plantea su segundo
largometraje como director y guionista. Las escenas que suceden a partir de
entonces narran la relación que entabla José, el taxista ful del título, con
colectivos sociales que poco a poco irán influyendo en su toma de conciencia y
en su posicionamiento ideológico. Aunque la película se estrenase en 2005,
trata cuestiones de plena vigencia como el desempleo, la escasez de recursos
para la vivienda y la falta de referentes en una sociedad cuyas expectativas de
progreso han sido cercenadas por políticos incompetentes y banqueros avariciosos. Problemas endémicos en la España de la burbuja
económica.
Sobre el papel, El taxista ful cuenta con elementos
suficientes para construir un drama de altura. Jo Sol opta por el género del
falso documental para transmitir verismo y dar certificado de credibilidad a la
historia. La calidad deliberadamente amateur de las imágenes, el sonido en
crudo y la interpretación realista de los actores ayudan a que el espectador se
sienta testigo de lo que acontece en la pantalla. No hay más artificio ni más sofisticación
que la necesaria para que el relato avance, cumpliendo con los criterios narrativos
de la ficción, pero siempre con un pie en el documental. El director consigue
que la película parezca construirse frente a los ojos del público, sin embargo,
no logra evitar que el metraje vaya perdiendo fuerza y termine defraudando
algunas de sus promesas. La primera de ellas, la de la emoción.
Una vez
que se han tensado los hilos del relato, el film se estanca e incurre en la
reiteración. El error de Jo Sol es el de travestir lo que parecía un
originalísimo docudrama en un panfleto a favor del movimiento Dinero gratis,
sin duda una causa con fines nobles pero que pone en evidencia la pereza
narrativa del cineasta catalán. El discurso, por muy interesante y necesario que
sea, no puede sustituir a la trama, ni siquiera cuando se aspira al
hiperrealismo de El taxista ful. Jo Sol sabe que tiene un planteamiento brillante entre manos, pero abandona su desarrollo a la propaganda de unos
hermosos ideales que no bastan para sostener en pie el armazón argumental de
este film que pretendía más. Una lástima, teniendo en cuenta el magnífico papel protagonista de Pepe Rovira y las buenas intenciones de El taxista ful, una película que si bien no resulta redonda, merece atención en estos tiempos de incertidumbre y de crisis.