Bob el jugador. "Bob le flambeur" 1956, Jean-Pierre Melville

El nombre de Jean-Pierre Melville está inevitablemente unido al cine polar francés, un género que él ayudó a definir tanto en estética como en contenido. Después de iniciar su carrera con algunos dramas intensos, Melville se adentró por los caminos del noir con Bob el jugador, una recreación del París más canalla y nocturno. Planteada como un homenaje al barrio de Montmartre, la película consigue extraer belleza de los garitos de apuestas abiertos hasta el amanecer, los locales de alterne y las calles por donde trasnocha el lado salvaje de la vida.
Ya desde el mismo título se presenta al protagonista del relato. Bob el jugador pertenece a la estirpe de los veteranos buscavidas que  han labrado su reputación sobre los tapetes de juego. Todos le conocen, todos han perdido frente a él. Comisarios, ladronzuelos, barmans, apostadores... Una joven prostituta se cruza en su camino, añadiendo luminosidad y candor a la historia. El guión del film funciona a medias como un thriller de género y a medias como un reportaje costumbrista de los rincones menos conocido de la urbe. En este tránsito la película encuentra una atmósfera hipnótica y propia, donde los personajes se van desarrollando con sus miedos y sus pasiones, sus triunfos y sus fracasos.
A pesar del humor, un halo de fatalidad se cierne sobre los personajes a medida que avanza la acción. Bob el jugador es cada vez menos realista y cada vez más impostada, como si la postal de costumbres que aparece al principio fuese depurando sus tonos hasta alcanzar los estrictos blanco y negro. El desenlace trae consigo una lectura moral cargada de ironía, que deja traslucir el carácter del autor.
Roger Duchesne presta sus rasgos a Bob, cuya elegancia otoñal contrasta con la belleza en crudo de la debutante Isabel Corey. Criaturas que se encuentran y se desencuentran en mitad de una mesa de juego con forma de ciudad. Para retratar este ecosistema urbano Melville emplea un estilo dinámico y vigoroso, con una cámara en constante movimiento y un montaje que imprime ritmo a la narración. En nada se parece este Melville al que una década más tarde filmará El silencio de un hombre, obra cumbre de la síntesis formal y del minimalismo dentro del género. Bob el jugador contiene la frescura de la nouvelle vague y la robustez del cine negro norteamericano, referencia fundamental en la obra de cineastas como Godard, Truffaut o Melville.
A continuación, el vídeo-ensayo que Cristina Álvarez López y Adrián Martín realizaron en 2013 conectando los puntos comunes en la obra de Melville. Un pequeño placer para amantes de los inventarios: