Truman. 2015, Cesc Gay

Más que un buen tema, la muerte es El Tema. Cualquier aficionado al cine, la literatura o el teatro lo sabe bien, y es que la cultura judeocristiana lleva siglos haciendo su trabajo. Lo decía Calderón: La muerte siempre es temprana y no perdona a ninguno. Resuelta entonces la cuestión del qué, queda determinar el cómo. Cesc Gay afronta el reto con su naturalidad habitual, practicando la sencillez donde otros suelen ver trascendencia. Una sencillez aparente, claro está, de las que se alcanzan después de mucho esfuerzo y reflexión.
El director catalán ha demostrado a lo largo de su carrera saber abordar los asuntos humanos (la soledad, las relaciones de pareja, el compromiso, la incomunicación) de manera directa y honesta, sin necesidad de apoyarse en las muletas de la pedantería ni las frases altisonantes. No es pequeño mérito para quien acostumbra a solventar mediante diálogos el desarrollo y los conflictos de sus personajes. Prueba de ello es Truman.
La película retrata el encuentro entre dos antiguos amigos que comparten unos días de camaradería después de largos años de ausencia. La reunión en realidad es una despedida: uno de ellos va a morir y quiere ir atando cabos antes de que la enfermedad lo desahucie. Con un argumento como este, lo difícil está en escapar a la tentación del sentimentalismo y la lágrima fácil. Gay lo consigue encontrando el punto preciso entre el drama y la comedia, lo cotidiano y lo excepcional dentro de una situación límite. Aunque el autor imprime su sello durante todo el metraje, es la pareja protagonista la responsable de que Truman sea algo más que una película meritoria para convertirse en una pequeña delicatessen.
Ricardo Darín y Javier Cámara dan la medida de su talento y exprimen todas las posibilidades de sus personajes, ejerciendo un realismo sin aspavientos. En nada se parece su labor a un duelo interpretativo, sino más bien a un juego de espejos. Cada actor ve en el otro el reflejo de sus propias virtudes y las devuelve de modo generoso y creativo, en un flujo constante de sensaciones que traspasa la pantalla. Es un placer contemplar a estos dos artistas frente a frente, enriqueciéndose y disfrutando en cada plano del film. Cesc Gay aprovecha lo que tiene entre manos y les deja hacer, sin interferir con alambicados movimientos de cámara ni efectos que subrayen. A pesar de que Truman está rodada en tres países diferentes, el grueso de la acción sucede en torno a una mesa, una conversación, la barra de un bar... espacios comunes en los que Julián y Tomás, Darín y Cámara, aprovechan las horas que les quedan juntos.
La película cuenta además con la participación de actores como Eduard Fernández, Àlex Brendemühl, Elvira Mínguez o José Luis Gómez en pequeños papeles episódicos, que riegan con su presencia el terreno fértil de Truman, nombre del perro de uno de los protagonistas. El animal es el vínculo que los unirá para siempre, pero no es el único. También hay una mujer, encarnada por Dolores Fonzi, actriz argentina que trae por primera vez a España su poderosa mirada y su capacidad para el drama.
Gay ha escrito junto a Tomás Aragay, su guionista habitual, una historia conmovedora en su profundidad y contenida en su forma, lo que es de agradecer cuando se trata de un tema tan delicado como el que presenta Truman. La película logra la emoción contenida y la sonrisa triste, está elaborada con inteligencia y con mimo, y supone una de las cotas en la filmografía de su director. Cesc Gay sigue manteniendo el pulso narrativo y demostrando que no hacen falta golpes de efecto para estimular la conciencia del público. Ojalá que este don le dure muchos años.
A continuación, Alex, el cortometraje que Gay rodó en 2010 para Notodofilmfest en el que retrata una escena demasiado común dentro de la exigua industria del cine en España. Esta pequeña pieza, grabada con una cámara de vídeo en casa del actor Àlex Brendemühl, refleja con pocos medios y mucha acidez las miserias de un oficio que sobrevive gracias a la perseverancia de sus creadores. Que lo disfruten: