Carol. 2015, Todd Haynes

Patricia Highsmith ha proporcionado al cine un material literario tan abundante como diverso. Extraños en un tren, A pleno sol, El amigo americano... reflejaron en la pantalla su particular universo de enigmas y de crímenes. Pero la autora norteamericana hizo incursiones también en otros géneros, en los que reveló aspectos de su personalidad como en Carol. La segunda novela de Highsmith narra la relación entre dos mujeres de diferentes estratos sociales, unidas por la pasión y el afán de escapar a las convenciones de su tiempo. La historia comienza en los años cincuenta, en la ciudad de Nueva York y con una mirada fortuita. Los ojos de Carol se cruzan con los de Therese en mitad del trajín de unos grandes almacenes en víspera de Navidad, y ya nada volverá a ser lo mismo para ellas. A medio camino entre el drama romántico y el relato de iniciación, Carol parece escrita a la medida del cineasta Todd Haynes.
No en vano, Haynes ya había reflejado las servidumbres morales de la época en Lejos del cielo. Ambas películas están cubiertas por un halo de melancolía e intimidad, ofrecen certeros retratos femeninos y conceden gran relevancia a la estética. Enseguida surge el nombre de Edward Hopper como referente en las imágenes, pero en el caso de Carol también hay una invocación a la fotografía de Saul Leiter o Vivian Maier. Artistas que, al igual que Todd Haynes, supieron construir su propia realidad a partir de motivos en apariencia intrascendentes: un cristal mojado por la lluvia, un reflejo, una sombra, el destello de un cartel de neón... Carol incorpora estos elementos para fabricar la atmósfera que requiere el relato. Nada es banal ni arbitrario en el film, ningún detalle deja de ser importante. La sensación de meticulosidad es reforzada por la banda sonora de Carter Burwell, un prodigio de sutileza y emotividad que ayuda a dibujar el perfil de las protagonistas.
Más allá del cuidado diseño de producción y de la acertada recreación del pasado, está el trabajo de quienes verdaderamente soportan el peso de la película. Cate Blanchett y Rooney Mara definen sus personajes con concisión y sin malgastar recursos interpretativos. Basta una mirada, una palabra o un gesto para dejar claras sus intenciones, dar credibilidad a los diálogos y traslucir eso tan complicado que es la humanidad, el sentimiento. No confundir con sentimentalismo. Sus encarnaciones de Carol y Therese insuflan vida a un guión que, tal vez en otras manos, hubiese podido resultar artificioso. Haynes se aleja de tentaciones retóricas y busca transmitir realidad, verismo.
Esta voluntad se manifiesta primero en el plano visual. Llama la atención la imagen granulada y la falta de definición y de matices en los planos de Carol. El director de fotografía Edward Lachman rueda la película en super 16 mm, tratando de acercarse a la estética propia de la época. Luces que se difuminan, contrastes suaves, figuras que se confunden con el fondo... son remembranzas de un tiempo en el que las lentes de las cámaras carecían del actual rango dinámico y salvaban las limitaciones con imaginación y talento. Lachman toma una decisión arriesgada que termina describiendo el carácter del film.
También en el plano narrativo, Carol ofrece propuestas que la separan de las típicas historias de lesbianas. Aquí no hay melodrama ni paternalismo, no hay lectura moral ni incitaciones al morbo del público. Se trata de una aventura amorosa, con sus consiguientes dificultades, que puede concernir a cualquier espectador por encima de su orientación sexual. El argumento contiene la tensión y el lirismo necesario para llenar de contenido el depurado ejercicio de estilo que elabora Haynes. Un director que completa con Carol la trilogía iniciada en Lejos del cielo y continuada en la miniserie de televisión Mildred Pierce. El tiempo dirá si esta apasionante galería de personajes femeninos cuenta con más incorporaciones, y si Todd Haynes se erige como cronista de un pasado que nos ayude a entender mejor el presente.
A continuación, el tema principal de la banda sonora compuesta por Carter Burwell. Relájense y disfruten: