Amy. 2015, Asif Kapadia

Lo malo de las biografías es que siempre se sabe cómo terminan. En el caso de Amy Winehouse, solo podía ser mal. Sus últimos meses de vida fueron un desastre retransmitido en directo que prueba, una vez más, que el éxito profesional no es sinónimo de felicidad. Este contraste sostiene el argumento de Amy, biopic sobre la breve pero intensa trayectoria de la cantante británica.
Era cuestión de tiempo que la historia fuese llevada a la pantalla. Transcurridos cuatro años de la muerte de Amy Winehouse, el proyecto toma forma de documental de la mano de Asif Kapadia. El director cuenta con una basto material proveniente de grabaciones caseras, entrevistas y fragmentos televisivos, para completar un mosaico apasionante y revelador. A pesar de su juventud, Winehouse hizo correr ríos de tinta y generó infinitas imágenes, unas de gloria y otra de derrota. El documental sabe equilibrar ambos términos sin chapotear en el sensacionalismo que critica el argumento, mostrando respeto por el personaje pero sin eludir los aspectos más incómodos de la crónica de una muerte anunciada.
No hay frialdad en el discurso de Kapadia. La película toma partido y señala a los culpables: el padre oportunista, el marido aprovechado, los medios voraces... pirómanos que prendieron fuego sobre un terreno altamente inflamable. Tampoco la protagonista queda exenta de culpa. Sus pecados fueron la vulnerabilidad del sentimiento a flor de piel y la predisposición a todo aquello que podía hacerle daño. Como Janis Joplin o Billie Holiday, Winehouse recorrió el lado salvaje de la vida derrochando compulsiones y talento. La película hace un recorrido pormenorizado por las aventuras y desventuras de la artista de forma lineal, mezclando el reportaje con el artículo de opinión, la exclusiva con el análisis. Es en este mestizaje donde Amy encuentra su propia voz y logra captar el interés de devotos y profanos.
Si el montaje de cualquier película supone un acto de selección y de descarte, en el caso de Amy cobra protagonismo por lo ingente del material y por la adopción de un punto de vista que nunca es equidistante. Por eso puede ser considerado un documental de autor. Kapadia cuenta su versión de la historia, probablemente la más triste y la más honesta con el personaje. Un retrato nada hagiográfico que hace justicia al inmenso talento de una artista que se marchó demasiado pronto, el último juguete roto de la depredadora industria del espectáculo.