Anomalisa. 2015, Charlie Kaufman y Duke Johnson

En el año 2008, Charlie Kaufman debutó en la dirección con Synecdoche, New York, una película que prolongaba el universo creativo de su etapa como guionista para Spike Jonze y Michel Gondry. El resultado fue una genialidad con vocación kamikaze, la confesión de sus obsesiones artísticas.
Siete años después, Kaufman vuelve a ponerse tras la cámara en compañía del realizador Duke Johnson, esta vez con un film de animación en stop motion. Pero el cambio de técnica no es la única sorpresa que depara Anomalisa. El cineasta hace un ejercicio de depuración respecto a su obra anterior, barroca y compleja, sin atenuar por ello el discurso. El pesimismo lúcido sigue ahí, impreso en cada fotograma, la diferencia es que ahora se expone con sencillez y de manera directa. Kaufman simplifica su estilo y toma atajos donde antes construía laberintos narrativos. ¿Búsqueda de un público más amplio, concesión a la taquilla? De ninguna manera. Se trata más bien de concretar la retórica y la línea de pensamiento que el director había practicado hasta entonces, plagada de esquinas y de rincones oscuros. Lo que no significa que Anomalisa sea una película simple.
El argumento contiene pocos personajes y escenarios muy localizados, como si fuese una pequeña pieza de cámara. Además, el protagonista posee el perfil clásico dentro del imaginario kaufmaniano: el genio en estado de quiebra emocional, a la búsqueda de sí mismo y de un amor que le redima. Historia de soledades y de derrotas, Anomalisa deja entrever un cargamento sentimental que no requiere más explicaciones que las que exige el relato. En este sentido, se parece más a un cuento que a una novela. Conviene no revelar demasiados detalles de la trama, solo decir que los admiradores de Kaufman volverán a encontrar motivos de regocijo y algunos guiños que el director parece dedicarles ex profeso.
Kaufman pone especial esmero en el tempo narrativo y en dotar de humanidad una técnica de animación hiperrealista que conjuga bien con el espíritu del film. Los decorados, el vestuario, la iluminación... cada elemento está representado con detalle, sin filigranas pero con inspiración. La música de Carter Burwell interviene de forma decisiva en la atmósfera lacónica y tristona que envuelve Anomalisa, una joya capaz de comprimir el carácter peculiar y fascinante de Charlie Kaufman.