El nuevo mundo. "The new world" 2005, Terence Malick

La cualidad que define a un autor es la de tener un estilo propio y reconocible. Ni siquiera es necesario que parta de una idea original, porque lo importante es que sepa apropiarse de sus fuentes de inspiración y convertirlas en algo nuevo. Eso hace Terrence Malick con el popular romance entre el capitán John Smith y la princesa india Pocahontas en El nuevo mundo.
El director se traslada por primera vez hasta el siglo XVII, en lo que supone hasta la fecha su película más costosa. Pero ni el cuidado diseño de producción ni los rigores históricos distraen a Malick de las constantes que se han mantenido a lo largo de su filmografía: un argumento de fuerte contenido literario y una estética preciosista. El nuevo mundo tiene una narración pausada (no confundir con lenta) donde cobran importancia los diálogos interiores de los personajes y la dimensión acústica que aportan los efectos de sonido y la música de James Horner. Como otras veces, Malick emplea el argumento no como un vehículo para la narración, sino como un punto de partida, una base sobre la que desarrollar sus inquietudes intelectuales y artísticas. Por eso, su cine está más cerca de lo sugerido que de lo evidente, de la sensación que de la certeza, de la poesía que de la prosa.
Este discurso no se mantiene sin un buen armazón visual. Las imágenes de El nuevo mundo conducen el relato con la fluidez propia del ensueño, en una especie de gravitación que acompaña el movimiento de los actores y sobrevuela el paisaje. Malick cuenta con su equipo habitual de montadores y con la fotografía de Emmanuel Lubezki, quien sabe aprovechar como nadie los recursos que le ofrece la naturaleza. No es solamente belleza lo que se refleja en el film, es trascendencia.
El plantel de actores está integrado por nombres conocidos como los de Colin Farrell, Christian Bale y Christopher Plummer, aunque la actriz que se encuentra más cómoda en su papel y la que aporta emoción y verismo es la debutante Q'orianka Kilcher. Su presencia llena la pantalla y transmite el ideal de inocencia que defiende la película.
Terrence Malick no se conforma con los retos fáciles. En lugar de hacer la habitual reinterpretación del mito de Romeo y Julieta, El nuevo mundo plantea el conflicto intercultural entre distintas civilizaciones, acompañado de un discurso ético en el que se cuestionan las dicotomías entre el bien y el mal, la tradición y el progreso, las responsabilidades y la libertad. Planteamientos con los que el cineasta demuestra permanecer fiel así mismo, incluso cuando aborda acontecimientos históricos y personajes reales como es el caso.