Historia de una pasión. "A quiet passion" 2016, Terence Davies

Resulta paradójico que un director tan británico como Terence Davies se haya decidido a llevar por primera vez al cine la figura de Emily Dickinson, una de las más reconocidas poetas norteamericanas. O tal vez no. Al fin y al cabo, Massachusetts fue una de las trece colonias inglesas donde prendieron los valores religiosos y morales propios de la vieja Europa durante los siglos XVII y XVIII. De allí provenían los antepasados de la escritora, una circunstancia que ejerció una gran influencia sobre su carácter y su estilo literario. Esto es lo que pretende Historia de una pasión, establecer el vínculo entre la experiencia y la obra de una artista cuyo talento no se le reconoció en vida y que todavía hoy continúa siendo un misterio.
Davies traza el relato a través de diferentes episodios, desde la salida de Dickinson del seminario donde empezó a revelar su fuerte personalidad hasta su temprana muerte, fruto de la enfermedad. Hay diversos personajes que completan el retrato de la poeta: párrocos, amigos, vecinos y, sobre todo, su familia, el único núcleo al que se aferró hasta el final de sus días. Todos ellos encarnados por actores muy bien elegidos, cuyas interpretaciones refuerzan y complementan la de Cynthia Nixon, la actriz protagonista.
La película hace honor a su título original, A quiet passion. Davies traduce en términos cinematográficos la rebeldía silenciosa e íntima de Dickinson, a través de una planificación elegante y sobria, que insiste en algunos de los rasgos estilísticos propios del director: las composiciones geométricas, las referencias pictóricas tanto en el encuadre como en la iluminación, y la alternancia de imágenes estáticas y en movimiento, según su cometido dentro del relato. Florian Hoffmeister extrae el máximo partido de la fotografía para realzar los decorados, el vestuario y los demás elementos de la producción, cuidada con detalle. En ocasiones, Davies adopta decisiones arriesgadas, como presentar a un personaje a través de su evocación (la sombra del reverendo Wadsworth sobre los visillos de la ventana), u otras alegorías visuales (la puerta que primero se abre y luego se cierra al ritmo de la música, como símbolo del enclaustramiento de la escritora). Son recursos teatrales que encajan bien con el espíritu del film y que el director asume con naturalidad y comedimiento. Así, es difícil encontrar una elipsis más bella que la que avejenta el rostro de los personajes en el estudio de fotografía, todo un ejemplo del sentido plástico que caracteriza la trayectoria de Terence Davies.
Lo mejor que se puede decir de Historia de una pasión es que respeta el nombre de Emily Dickinson sin idolatrarlo, mostrando sus luces pero también sus sombras. A pesar de la retórica de los diálogos y de cierta afectación, que obligan al espectador a permanecer atento, la protagonista queda humanizada gracias a la mirada cómplice del director inglés y al esforzado trabajo de Cynthia Nixon. Entre los dos conducen esta película aparentemente sencilla y compleja en su interior, como un poema de Dickinson revelado frente a la cámara que, por fin desde el cine, hace justicia a su autora.