Donkeyote. 2016, Chico Pereira

Transcurrido un lustro desde la realización de El invierno de Pablo, el director Chico Pereira afronta su segundo largometraje y elige de nuevo a un hombre maduro como personaje central del relato. Esta vez la implicación es mayor si cabe, porque además ese hombre es su tío, y muchas de las situaciones que aparecen en la pantalla son el reflejo de experiencias compartidas hace años: las noches al raso en el paisaje andaluz, la relación con los familiares, con el entorno, con los animales... Se trata de un documental, pero que adquiere la categoría de ficción por la manera en la que se presentan los hechos y por las referencias cinematográficas y literarias.
El argumento de Donkeyote contiene elementos de drama, comedia y western, además de las reminiscencias cervantinas a las que alude el título. Manolo encarna a un moderno Don Quijote, que aprende inglés a duras penas mientras sueña con un viaje imposible a los Estados Unidos. Su objetivo es seguir la Ruta de las Lágrimas, la misma que recorrieron los indios Cherokee en su desplazamiento forzado del Este al Oeste del país. Los molinos de viento son ahora turbinas eólicas, hay carreteras en lugar de caminos y el caballo Rocinante responde al nombre de Gorrión, un burro tan terco como su dueño, a los que se suma la pastora alemana Zafrana. Con semejante elenco, está claro que Donkeyote no es una película como las demás ni un documental al uso.
Para empezar, está el diálogo entre las imágenes y la narración. Hay una línea estética muy elaborada que conjuga bien con la frescura y la inmediatez que requieren la trama, un buen combinado de reflexión y sentimiento. La lente de la cámara fija sus límites en el enfoque, planteando una dualidad que distingue la figura del contexto, así como los diferentes puntos de vista. Unas veces es Manolo quien gobierna la subjetividad del relato, otras veces es Gorrión, y otras veces es el propio director, cuya voz incluso interviene en una de las escenas rompiendo la cuarta pared cinematográfica. De esta manera, Donkeyote no solo establece vínculos con los personajes sino también con el público, atento a las evoluciones de cuanto sucede en la pantalla.
Y todo ello sin trucos ni concesiones al espectador. Tampoco banda sonora, pues no hay otra música que la diegética. Pereira firma una película de apariencia sencilla que guarda, bajo su impecable factura técnica, un arsenal de ideas no aptas para mentes perezosas. Es cine de autor asequible a todas las audiencias, un cruce de caminos perfecto donde se congregan John Ford, David Lynch, Víctor Erice y Terrence Malick. En suma, cine capaz de concitar diversas sensibilidades por medio de pequeños instantes cotidianos.