El silencio de otros. 2018, Almudena Carracedo y Robert Bahar

"De todas las historias de la Historia/ la más triste sin duda es la de España,/ porque termina mal." A estos versos de Gil de Biedma se podría añadir también que la historia de España termina tarde, y que a veces ni siquiera termina. Por eso es importante El silencio de otros. Un documental que trata de consignar el control de daños desde el final de la Guerra Civil hasta nuestros días, cuando muchas de las heridas permanecen todavía abiertas.
Los directores Almudena Carracedo y Robert Bahar afrontan un reto complicado: explorar en qué situación se encuentra la Ley de la Memoria Histórica y las reclamaciones de las víctimas que, cuatro décadas después, siguen sin atenderse, expuestas al vaivén de las circunstancias políticas. El punto de partida es la Ley de Amnistía acordada en la transición, aquel famoso pacto del olvido que dejó impunes a los torturadores y permitió a algunos miembros del régimen seguir ocupando puestos de poder en la democracia. La película se posiciona en favor de la modificación de esta ley y toma partido por restablecer el honor de los damnificados. No hay equidistancias ni puntos de vista objetivos, El silencio de otros mantiene una fuerte vocación de denuncia y lo hace apelando al sentimiento, sin renunciar por ello al rigor ni a la información que se le exige a todo buen documental de este género.
La cámara sitúa el foco en distintos personajes, activistas, jueces, víctimas directas y su descendencia, quienes a veces deciden heredar la lucha de sus mayores cuando estos han fallecido sin que sus solicitudes hayan sido satisfechas. La película cambia constantemente de escenario porque así lo exige la acción, adoptando la estructura de un poliedro. El relato está narrado con concisión e inteligencia, sin ahondar en ningún tema pero exponiendo una visión general de los acontecimientos. No hubiera podido ser de otro modo, ya que de lo contrario la película se hubiese enredado en el hilo de los argumentos y alargado su duración hasta el infinito. Así, la máxima virtud de El silencio de otros es la de comprimir un ingente material de manera sencilla, directa y accesible a un público mayoritario.
La forma del documental también contribuye a la intención didáctica con la que Carracedo y Bahar presentan los hechos. El aspecto visual y la planificación se ven realzados por un montaje de gran expresividad, que conduce la historia con el ritmo preciso. En suma, El silencio de otros congrega la información, la denuncia y la emotividad con una eficacia que trasciende el realismo del formato y adopta la cualidad de la ficción más elaborada, si es que alguna ficción pudiera representar el horror de lo sucedido en España durante demasiados años.