Sangre en la luna. "Blood on the moon" 1948, Robert Wise

Cuando Robert Wise realizó el primero de sus westerns en 1948, contaba con el bagaje adquirido en otros géneros en los que se había curtido como director. Por un lado estaba el cine negro y policíaco de Juzgado criminal y Nacido para matar, por otro lado estaba el thriller de aventuras de Mademoiselle Fifi y Misterio en México, sin olvidar la intriga sobrenatural de El regreso de la mujer pantera y Ladrones de cuerpos. No es extraño que con semejante escuela, tutelada por el productor Val Lewton en los estudios de la RKO, se apartase de los cánones y las convenciones que abundaban en las películas ambientadas en el lejano Oeste para acometer esta curiosidad que es Sangre en la luna. Un título que, ya de por sí, define el carácter oscuro y extraño del film.
Wise traduce los códigos del noir al lenguaje del western tanto en el contenido argumental como en las formas. La trama de Sangre en la luna contiene las relaciones de poder propias del cine de gánsters, los mismos personajes esquivos y la predominancia de escenas nocturnas, elementos que terminan de definirse en la presencia del protagonista encarnado por Robert Mitchum. Su figura a caballo emergiendo de la bruma y la tormenta en la primera secuencia de la película, marca el tono del resto del metraje. Las imágenes en blanco y negro obra de Nicholas Musuraca están iluminadas empleando fuertes contrastes y angulaciones de influencia expresionista, creando espacios adecuados para que los personajes escondan sus intenciones. Se trata de una obra de gran estilización visual, lo que no significa que el aspecto narrativo quede relegado a un segundo plano. Al contrario: ambos términos se enriquecen y se complementan, revelando la madurez incipiente del joven director. La riqueza en la planificación que exhibe Wise es producto de su experiencia acumulada en el montaje, lo cual le confiere también un dominio del tempo que se empieza a concretar a partir de entonces.
Aun con sus particularidades y sus rarezas (atención a la escena de la pelea entre Mitchum y su oponente interpretado por Robert Preston, todo un ejercicio de contundencia), Sangre en la luna conserva algunas claves del género extraídas de la novela de partida de Luke Short: el protagonista descreído y sin pasado que llega a una pequeña población, el conflicto por las tierras, el enfrentamiento entre los que detentan el poder y los campesinos... sin que falte la historia de amor, tan contenida por las circunstancias que solo puede finalizar bien. La actriz Barbara Bel Geddes compone un personaje que, al igual que los demás, oculta más que muestra, dentro de un reparto compacto en el que brilla el siempre genial Walter Brennan.
Por estos y otros motivos, Sangre en la luna supone un paso más en la formación de Robert Wise como un cineasta sólido y de talento, que estaba a punto de eclosionar en grandes películas y que deja aquí sobradas muestras de sus capacidades como narrador.