Érase una vez... en Hollywood. "Once upon a time... in Hollywood" 2019, Quentin Tarantino

Más que un bonito título, Érase una vez... en Hollywood es una declaración de intenciones. La frase con la que empiezan casi todos los cuentos define a la perfección el carácter del noveno largometraje de Quentin Tarantino, mitad realidad y mitad fabulación. Muchos de los personajes que intervienen en el argumento recrean nombres verdaderos (Roman Polanski, Steve McQueen, Bruce Lee...) y los demás están basados en figuras representativas del cine de los años sesenta y setenta: antiguas estrellas que vieron declinar sus carreras ante el empuje de la televisión, incipientes promesas de la pantalla con nuevos métodos, productores buscando la gloria... en total, una amplia representación de la fauna que poblaba la industria durante el ocaso del sistema de los grandes estudios.
Identificado ya el trasfondo de la película, queda definir el hilo argumental. Lo que no resulta tan fácil, ya que éste se hace preciso al final, con la llegada de los títulos de crédito. Antes de entonces, el espectador puede tener la impresión de estar asistiendo a una arbitraria sucesión de historias con personajes en común, cuya relación se va concretando a lo largo de los ciento sesenta minutos de metraje. Dicha estructura narrativa de afluentes que acaban en un río ya ha sido practicada por el director en anteriores ocasiones (Pulp fiction, Malditos bastardos) y aquí establece términos más difusos, llegando a forzar los límites que separan la casualidad de la causalidad. Solo cuando acontece la conclusión del relato, el conjunto adquiere coherencia y cada pieza cobra su sentido exacto. Esto se explica, por ejemplo, con las escenas del rodaje de Los 14 puños de McCluskey y el enfrentamiento entre los personajes de Cliff Booth y Bruce Lee: al principio pueden parecer ocurrencias innecesarias y onanistas de Tarantino, hasta que obtienen plena justificación con la llegada del clímax del film. Y es que además de rendir tributo al cine y a las numerosas películas que le han influido, Tarantino también se hace un homenaje a sí mismo. El que fuera reconocido como enfant terrible del negocio es ahora un señor cercano a los sesenta años, con una libertad ganada a pulso dentro de la industria y un buen número de profesionales que desean trabajar bajo sus órdenes. Lo que le permite desplegar sus particularidades: canciones de culto que pronto integran bandas sonoras de éxito, escenas que van ganando en duración, reinvenciones del pasado como forma de ejercer la justicia poética, artificios metacinematográficos... aparte de exhibir sus fetichismos personales (planos de pies, cultura pop, violencia extrema, automóviles, drogas). Unas constantes que sus admiradores reconocen y aplauden, y que encuentran acomodo en Érase una vez... en Hollywood.
Debido a que se trata de un film desarrollado por medio de situaciones que se van concatenando, más que de una trama lineal y concisa, los actores obtienen gran importancia, ya que sus personajes son el cemento que permite que la arquitectura de la ficción no se desmorone. Tarantino vuelve a contar con intérpretes de su confianza como Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Kurt Russell o Bruce Dern, y trabaja por primera con otros a quienes reserva secuencias de lucimiento (Margot Robbie, Al Pacino, Margaret Qualley, Emile Hirsch). Todos ellos y muchos más integran un reparto extenso, capaz de homogeneizar diferentes estilos interpretativos y donde brilla con especial fulgor la pareja de amigos formada por DiCaprio y Pitt. El primero vuelve a realizar un ejercicio de virtuosismo que abarca todos los registros posibles, desde la bufonada que representa su arquetipo del vaquero televisivo hasta el drama complejo de la celebridad en horas bajas que lo interpreta. DiCaprio da vida a un Quijote que empieza a ser consciente de sus debilidades y que se hace acompañar de un Sancho con los rasgos de Pitt, en el papel del especialista que lo mismo ejecuta escenas de acción que arregla chapuzas domésticas. El segundo impone su presencia mediante un trabajo eminentemente físico, completando un dúo que se podría comparar con el que Newman y Redford realizaron en la época que se recrea en Érase una vez... en Hollywood. Ambos actores se complementan y se mejoran el uno al otro, añadiendo los nombres de Rick Dalton y Cliff Booth a la excelsa galería de criaturas tarantinianas. El montaje de las escenas sucesivas en las que los dos personajes se muestran en la intimidad de sus hogares (uno en la mansión en lo alto de una colina en Los Ángeles, otro en una caravana estacionada junto a un autocine), ilustra la diferencia entre los personajes pero también su coincidencia: la soledad. Por eso su camaradería sostiene uno de los dos argumentos centrales del film. El otro es el ciclo vital del éxito, que languidece en el caso de Dalton y comienza en el personaje de su vecina, la incipiente Sharon Tate, a quien la actriz Margot Robbie presta sus rasgos y su carisma.
La película tiene la singularidad de que es la primera en la filmografía de Tarantino alejada de los hermanos Weinstein, lo que no impide que posea el cuidado diseño de producción que es habitual en su cine, aunque sí reincide con el director de fotografía Robert Richardson en uno de los equipos más estimulantes y creativos de los últimos años, tiñendo la pantalla con los colores y las luces características de aquella década. El resultado plástico del film termina de redondear un conjunto que, si bien podría haber escatimado en minutos, hará las delicias de los aficionados al cine en general y a Tarantino en particular. Llegados a este punto, es necesario advertir que para el verdadero disfrute de Érase una vez... en Hollywood se requiere información previa acerca de lo sucedido la noche del 9 de agosto de 1969 en la residencia del matrimonio Polanski-Tate, así como conocer las múltiples referencias cinematográficas que se aluden en la trama. Por supuesto no es una condición obligatoria para el público, pero ayuda mucho a digerir el torrente que se vierte en la pantalla y otorga el privilegio de intercambiar guiños no solo con el cineasta, sino sobre todo con el cinéfilo que es Quentin Tarantino.