SENTIMENTAL. 2020, Cesc Gay

La trayectoria de Cesc Gay ha estado ligada de alguna u otra manera al teatro. Ya sea por influencia directa (Krámpack, V.O.S.) como indirecta (Hotel Room, Una pistola en cada mano), sus películas ponen especial importancia en los diálogos, la interpretación de los actores y la relación de los personajes con el escenario. Por eso no es raro que en algún momento debutase como autor dramático y que, después, hiciese la correspondiente adaptación a la pantalla. Es el caso de la obra Los vecinos de arriba y de la película Sentimental, dos miradas sobre la misma historia que contiene algunas de las obsesiones de Gay: el conflicto entre la verdad y el fingimiento, la pareja, el amor, el sexo.

Sentimental posee los elementos necesarios para que el film supere su raigambre a las tablas y adquiera identidad cinematográfica: un guion con conversaciones ágiles, un montaje que imprime ritmo, una puesta en escena que trata de romper la unidad de lugar cambiando el emplazamiento de los personajes dentro de una misma vivienda y, sobre todo, unos actores con capacidad para sostener los primeros planos y el peso de la narración. El plantel formado por Javier Cámara, Griselda Siciliani, Belén Cuesta y Alberto San Juan encarna las virtudes de lo dicho anteriormente y añade otras más respecto a su manera de estar frente a la cámara, natural pero consciente del artificio que identifica el conjunto. Porque Sentimental tiene esa rara virtud de algunas ficciones que juegan con el espectador a la expectativa y la sorpresa, estableciendo un vínculo de complicidad que aprovecha los recursos de la comedia.

Cesc Gay y Andreu Rebés, su director de fotografía de cabecera, dotan a las imágenes de la atmósfera adecuada para transmitir la intimidad de un hogar de clase media, cultivado y urbanita, que define el tono del film. Sentimental no trata de exhibir un humor demasiado sofisticado sino de conectar con cierta realidad contemporánea, basada en la contradicción que existe entre los vínculos afectivos y sociales. Un choque de apariencias que hace que la película se siga con interés y con una sonrisa, a pesar de que el trasfondo a veces no sea tan divertido. La mirada incisiva de Gay no perdona a sus personajes y les muestra vulnerables y desarmados ante el público que deberá juzgarles según su propio criterio, lo que convierte el visionado de Sentimental en una experiencia participativa. Es lo mejor que se puede decir de una película que aspira a entretener y a replantear, de manera desenfadada, ciertos aspectos de la condición humana. Nada más ni nada menos.