THE SQUARE. 2017, Ruben Östlund

Dueño ya de un estilo personal y definido, Ruben Östlund afronta con The Square su película más ambiciosa hasta la fecha. No por las circunstancias de la producción, sino por la apuesta arriesgada que propone el argumento, basado en un concepto que se observa desde diferentes ángulos: la disrupción. Östlund juega en todo momento con el espectador a contravenir sus expectativas, introduciendo secuencias que alteran la trayectoria del guion y señalan una característica de la condición humana: la prevalencia del impacto sobre la reflexión como método para suscitar la atención popular, aunque sea empleando falsas transgresiones y posturas artificiosas vacías de contenido. Esta denuncia se ilustra mediante la figura del cuadrado, una forma sencilla que poco a poco se va contaminando de las influencias externas que tergiversan su significado y donde se sitúa, en un plano simbólico, el personaje protagonista. Christian es el director del Museo de Arte Contemporáneo de Estocolmo, quien comienza la historia con una buena acción altruista y termina enredado en una espiral de decadencia. The Square contiene una interesante reflexión acerca de las contradicciones del mercado de la creación y los nuevos escenarios que promueven la pantomima.

Hay distintos niveles de sorpresa durante la narración, algunas de ellas con el objeto de generar desconcierto (personajes que aparecen y desaparecen del film, subtramas de apariencia irrelevante) y otras para transmitir incomodidad (la performance de la cena de gala), todas bajo el cariz del sarcasmo. Durante ciento cuarenta minutos, Östlund dispara a todo lo que se mueve relacionado con el negocio artístico: galeristas, creadores, publicistas... incluso a la audiencia que asiste a las inauguraciones, cuyo verdadero interés parece concentrarse en los aperitivos. El director sueco pone en práctica su singular manera de distinguir lo que aparece dentro y fuera del plano, eligiendo encuadres que relacionan los elementos que intervienen en la imagen de manera directa o en off. También la angulación y la frontalidad de la cámara respecto a lo representado es un recurso que sirve a Östlund para inducir determinadas sensaciones en el espectador, dentro de un lenguaje sugerente y muy cuidado.

Otro punto fuerte del cineasta es la dirección de actores, y aquí es necesario destacar la interpretación de Claes Bang. Nadie diría que se trata de su primer papel principal, por la seguridad y la destreza con la que resuelve la complejidad de un personaje que tiende a interiorizar sus reacciones. Los demás integrantes del reparto tampoco desmerecen, con la particularidad de que la actriz Elisabeth Moss permite a Östlund intercalar los idiomas inglés y sueco.

En conjunto, The Square es una película audaz que Ruben Östlund resuelve con pulso firme e imaginación, cualidades necesarias para aligerar la carga de profundidad que contiene el film. La selección de músicas de Bobby McFerrin que suenan en la banda sonora ayuda a marcar el tono y a endulzar la hiel que supura de los fotogramas, en un divertimento que debería ser tomado en serio por quienes entregan la vida al arte y no al revés.