Imitación a la vida. "Imitation of life" 1959, Douglas Sirk

Douglas Sirk fue coronado, durante los años cincuenta, como el rey del melodrama, un género que él ayudó a definir y que depuró hasta su última película, "Imitación a la vida". Tras una carrera apelando a los sentimientos del público, Sirk se despidió de la realización cinematográfica con todo un paradigma de la sublimación del folletín, un film desmesurado en el fondo y en la forma que, no obstante, mantiene el interés que otras obras del director alemán han perdido con el paso del tiempo. Porque películas como "Imitación a la vida" hace años que ya no se hacen, y sólo el talento de Sirk como cineasta y el pulso que exhibe mediante la planificación y la puesta en escena salva a esta historia de quedar obsoleta. Si los amantes del naturalismo pueden sentirse agraviados, no negarán que hace falta situar muy bien la cámara para no perderse en la maraña de personajes atormentados y de situaciones límite que llenan la trama. Sirk consigue la mayoría de las veces, gracias a su elegancia y a su particular sentido estético, desvincular el drama de lo superfluo y la emoción de lo cursi, algo que no siempre sucede en su filmografía. Cierto es que "Imitación a la vida" exige cierto voluntarismo por parte del público, el cual disfrutará más o menos según su grado de implicación con un relato que, si bien puede partir de situaciones reales y reconocibles, siempre está a un paso de resultar inverosímil. El plantel de actores, con Lana Turner a la cabeza, se limita a aportar sus bellos rostros y a darle empaque al conjunto. Tan sólo la joven actriz Susan Kohner consigue perfilar un personaje con cierto trasfondo, el resto de sus compañeros o bien cumplen con corrección (Juanita Moore) o bien naufragan en el cliché (John Gabin). Es digna de mención la generosa intervención, en el clímax de la película, de la gran cantante de gospel Mahalia Jackson, un regalo para los oídos que los espectadores melómanos apreciarán más que cualquier otra cosa. Relájense y disfruten: