Un grito en la niebla. "Midnight lace" 1960, David Miller

"Un grito en la niebla" es, en muchos aspectos, una película de suspense modélica. Recogiendo el testigo de los dramas de corte psicoanalítico tan en boga unos años atrás, y tomando a Hitchcock como referencia más directa, la historia consigue trazar las líneas necesarias para crear drama, emoción y misterio manteniendo en todo momento el juego de complicidad adecuado con el espectador. El inteligente guión de Ivan Goff y Ben Roberts funciona a modo de ecuación matemática en la que varias incógnitas dificultan la resolución de un problema que sólo se desvela al final, mediante un clímax que cumple las exigentes expectativas generadas desde el principio. Y eso que la dispersión de pistas falsas a lo largo del relato hacen correr más de un riesgo a los guionistas y al director, David Miller, el cual logra sortear estas trampas por medio de una puesta en escena elegante y sobria, de un sentido dramático ajustado como el mecanismo de un reloj. A esto contribuyen las acertadas interpretaciones de Doris Day, Rex Harrison y el resto del reparto, capaces de dibujar sus personajes con el doble trazo de lo que muestran y de lo que sugieren.
Estéticamente, "Un grito en la niebla" es un ejemplo de estilización aplicado al drama. Desde la inspirada fotografía de Russell Metty hasta la ambientación y los decorados, de cierta tendencia teatral, la película adquiere un aire de irrealidad que no sólo favorece al conjunto sino que le confiere, además, una identidad muy británica. Todos estos elementos hacen de "Un grito en la niebla" un placer para los ojos y un entretenimiento muy efectivo, que consigue trasladar al espectador toda la emoción de su historia sin recurrir a golpes de efecto y sin perder el equilibrio incluso cuando camina sobre el alambre y sin red.