El prisionero de Zenda. "The prisioner of Zenda" 1952, Richard Thorpe

Richard Thorpe pertenece a la estirpe de los directores considerados artesanos del cine, aquellos que pusieron su talento al servicio de las historias que rodaban sin añadir señas de identidad ni estilos personales, para hacer que las películas destacasen por sus propios méritos y no por los de sus creadores. El nombre de Thorpe es hoy poco considerado, sin embargo fue capaz de realizar prodigios cinematográficos como “El prisionero de Zenda”, paradigma del género de aventuras cuyas virtudes no han envejecido con el paso del tiempo. Thorpe contó con una producción importante y con un buen plantel de actores, todos ellos magníficos, para desarrollar este clásico de la literatura de capa y espada. Los rostros de Stewart Granger, Deborah Kerr, Louis Calhern y un James Mason inolvidable, dan vida a unos personajes que se mueven siempre entre la emoción y la comedia, entre la acción y el romanticismo. Las buenas labores de Alfred Newman en la partitura y de Joseph Ruttenbergh en la fotografía redondean un círculo prácticamente perfecto, trazado por una línea narrativa ágil e inspirada. La puesta en escena de Thorpe saca el máximo partido a la variedad de decorados, en un despliegue de inventiva visual y de dominio del espacio que enriquece cada imagen acudiendo a referencias pictóricas del clasicismo para dinamizarlas con emplazamientos de cámara bien medidos y bien ejecutados. De esta manera, la sensación de asistir a una sucesión de estampas añejas desaparece inmediatamente bajo el influjo del puro divertimento, del espectáculo ajustado hasta el detalle y de la emoción del cine de género más directa, aquella capaz de evocar la infancia de cualquier espectador sin que éste lo perciba.
A continuación, una de las grandes escenas de “El prisionero de Zenda”: el duelo de espadas. Una especialidad de Stewart Granger y todo un ejemplo de la coreografía cinematográfica de Richard Thorpe. Pónganse en guardia y disfruten.