Cimarrón. "Cimarron" 1960, Anthony Mann

Adaptar una obra literaria a la pantalla implica, la mayoría de las veces, un ejercicio de recorte y de selección del texto original, de concreción de unos elementos en favor de otros. En el caso de una novela de la envergadura y ambición de "Cimarrón", la tarea se presenta doblemente complicada, ya que abarca un periodo fundamental de la historia de los Estados Unidos, el comprendido entre finales del S.XIX y principios del XX, durante la colonización de las últimas tierras vírgenes y su posterior desarrollo industrial.
La inclusión de multitud de personajes con perfiles variados permite al director, Anthony Mann, completar un gran fresco con los acontecimientos de la época que sirve a la vez como exaltación de las virtudes del sueño americano y como acusación de sus defectos. El problema es que ante la dificultad de comprimir el caudal de la historia, "Cimarrón" opta primero por el detalle, después por la premura y al final por la dispersión. La película funciona mientras el personaje interpretado por Glenn Ford que da nombre al film conduce el relato y es presentado el resto de personajes y escenarios, con una escena antológica, la de la colonización del estado de Oklahoma, como emblema cinematográfico. Transcurrido el primer tercio, el personaje interpretado por Maria Schell cobra importancia al tiempo que las situaciones se aceleran y los elementos antes presentados se desarrollan abriendo nuevas vías en la narración, hasta llegar a a parte final, donde algunos de estos elementos buscan precipitadamente su conclusión o desaparecen ante el desconcierto del espectador, como sucede con el personaje encarnado por Anne Baxter. Para entonces, el que comenzó siendo el protagonista, el mismo Cimarrón, ha sido barrido de la historia obligando a Schell a asumir la imposible tarea de atar los cabos sueltos y de justificar la dudosa lección moral que ofrece la película.
Sólo el depurado sentido épico de Anthony Mann y su capacidad para narrar con imágenes poderosas y elegantes, mediante un acertado uso del scope, permite que el armazón argumental de "Cimarrón" se sostenga en pie, dando como resultado un espectáculo estilizado que navega desde la contundencia hasta la divagación. En definitiva, una gran película imperfecta.