Stella. 2008, Sylvie Verheyde

Las películas que reflejan el tránsito de la niñez a la adolescencia, con toda su experiencia iniciática de madurez y descubrimiento, suponen un género en sí mismo dentro de la cinematografía francesa. A los nombres de Carné, Truffaut, Malle o los Dardenne, se debe sumar el de la directora y guionista Sylvie Verheyde, que con “Stella” realiza un ejercicio de catarsis cinematográfica a la vez que dibuja un retrato sincero y emocionante de ese desastre maravilloso que es la juventud.
Verheyde demuestra su capacidad para trasladar entornos y personajes creíbles a la pantalla a través de un guión en apariencia sencillo, plagado de situaciones que se mueven entre el costumbrismo y el drama, pero que esquiva en todo momento cualquier atisbo de nostalgia o de sordidez. Y eso que lo que cuenta “Stella” permanece atento a las clases sociales más indefensas y castigadas de la Francia de los años setenta, situaciones que Verheyde recrea con la luz precisa y exhibiendo una especia de conciencia de clase, de orgullo obrero que no parece nunca impostado. El respeto por unos personajes a los que Verheyde nunca llega a juzgar permite que las imágenes del film no se hundan en la ciénaga de lo condescendiente o de lo morboso, muy al contrario, “Stella” es directa sin dejar de ser elegante, es triste y esperanzadora, es sensible y dura como la mirada de Léora Barbara, la niña protagonista, cuya excepcional interpretación pone cara y gestos a la incertidumbre de la temprana adolescencia. Ella y el resto de actores de “Stella” insuflan verismo a una larga lista de personajes que hacen de esta película un valioso ejemplo de honestidad y de belleza natural. Sin fingimientos ni maquillajes innecesarios. Como la propia Stella.