El niño de la bicicleta. “Le gamin au vélo” 2011, Jean-Pierre y Luc Dardenne

Cronistas del lado menos amable del estado del bienestar, los hermanos Dardenne continúan diseccionando las historias y los nombres que aparecen detrás de las estadísticas de sucesos. Familias desestructuradas, los estragos del desempleo, la inseguridad… todos esos problemas siguen presentes también en esta película, sin embargo, “El niño de la bicicleta” contiene algunas variaciones respecto a anteriores films de los Dardenne. Entre las rendijas de su celuloide seco y austero se cuela algún rayo de esperanza, un aliento de optimismo que, ahora sí, no desemboca en fatalidad. ¿Significa esto algún tipo de concesión o ablandamiento, han bajado la guardia los vigías de la conciencia social en Europa? De ninguna manera, más bien puede decirse que los Dardenne reservan en esta película espacios para el consuelo, sin caer por ello en la moraleja ni en el mensaje aleccionador. Dicho en términos musicales, se trata de variaciones sobre un mismo tema: el rechazo que lleva a cabo el sistema sobre determinados individuos que están condicionados por su entorno y procedencia. Con estos hilos se pueden coser pocas comedias, así que los Dardenne, conscientes de que el melodrama conlleva ciertos clichés con los que ellos no comulgan (rasgos estilísticos propios, subrayados musicales, narración enfática) recurren al modo documental no sólo buscando credibilidad, sino potenciando sobre todo el acercamiento con el espectador. Éste se sentirá afectado pero no agredido por cuanto sucede en la pantalla, y así, también en “El niño de la bicicleta” se obra el milagro del realismo atento y concienciado, nunca concienciador.
Los cineastas belgas invocan el espíritu de Antoine Doinel, y lo suben a una bicicleta para escapar del destino fatal al que parece abocado. Pero que nadie espere finales felices. Esos aparecen en otras películas lejos de la órbita de los hermanos Dardenne.