Asalto a la comisaría del distrito 13. "Assault on precinct 13" 1976, John Carpenter

Director de culto por excelencia, John Carpenter ha sido erigido como un icono de la serie B por una parroquia de devotos del cine de terror y fantástico. Sus méritos resultan evidentes para unos y cuestionables para otros: en líneas generales, se le atribuye una capacidad para crear atmósferas inquietantes y para transmitir desasosiego con los recursos mínimos. Representa el sueño de todo productor porque sus rodajes son rápidos y baratos, multiplicando las ganancias notablemente cuando se produce un éxito de taquilla.
Gran parte de esta leyenda se generó al comienzo de su carrera, con películas como "Asalto a la comisaría del distrito 13", en la que el director expuso las claves de su estilo. Un sello de autor bastante discutible porque, como el mismo Carpenter se ha encargado de señalar, está basado en modelos anteriores y en géneros de larga tradición. Así se pone en práctica ese viejo refrán adaptado al cine que dice: dime en quién te inspiras y te diré quién eres. Pues bien, el director ha reconocido su deuda con el western en general y con "Río Bravo" de Hawks en particular, a la hora de narrar el asedio a una comisaría en desuso por parte de una sanguinaria banda de delincuentes.
Carpenter sabe que mentar a Howard Hawks es ganarse la simpatía de buena parte de los cinéfilos, sin embargo, su película está más ligada a otras referencias cercanas en el tiempo como "La huída" o "Tarde de perros". En efecto, hay algo de Peckinpah y de Lumet en las imágenes del film, además de otros cineastas como Sam Fuller o, más directamente, Roger Corman y George A. Romero. La diferencia es que el apasionamiento de Carpenter por el cine no se trasluce en el resultado de "Asalto a la comisaría del distrito 13". El guión está pobremente escrito, con personajes sin definición, diálogos faltos de naturalidad y situaciones incoherentes. El texto se ha construido sobre los tópicos más manidos (el policía bueno, el criminal desalmado, el aspirante a cadáver plañidero...) y los elementos novedosos que se introducen, como la identificación entre criminales y muertos vivientes, no termina por concretarse en el desarrollo de la trama.
Pero el problema no se reduce al guión. La película está dirigida con tosquedad, no consigue resolver la escasez de presupuesto y se desvela torpe en la planificación y en la puesta en escena. Como en otras ocasiones, Carpenter compone la banda sonora del film, tan austera en medios como en creatividad y ejemplo de la crueldad del paso del tiempo sobre determinados sonidos que entonces se antojaban modernos.
Por otro lado, las evidentes limitaciones de los actores se suman a la incapacidad de Carpenter para extraer de ellos algo parecido a unas interpretaciones creíbles. En suma, "Asalto a la comisaría del distrito 13" luce una apariencia demasiado amateur que imposibilita tomársela en serio. Y aquí es donde reside, paradójicamente, su virtud. Porque a pesar de todo lo escrito, hay algo en la película que nos obliga a aguantar hasta el final. Tal vez sea la incredulidad de lo que se está viendo, tal vez la profunda ingenuidad que gobierna el metraje, o tal vez esa atracción por lo imperfecto que se encuentra también en el cine de Ed Wood. El caso es que la película, de tan irregular, consigue ser divertida y despertar curiosidad. Algo que los seguidores de John Carpenter estarán dispuestos a rebatir, sobre todo los que consideran "Asalto a la comisaría del distrito 13" como la Piedra de Rosetta de su filmografía.
A continuación, el documental hagiográfico "John Carpenter, el hombre y sus películas", producido en el año 2000 para ensalzar la figura del director. Una declaración de amor que, aunque escamotea algunas de las sombras de su carrera, proporciona información jugosa y de interés: