El castillo de Cagliostro. "Rupan sansei: Kariosutoro no shiro" 1979, Hayao Miyazaki

En el año 1979, Hayao Miyazaki era un realizador con amplia experiencia en series televisivas de animación que afrontaba su primer largometraje para la gran pantalla. Su nombre figuraba en los créditos de algunos iconos de la época como Heidi, Marco o Ana de las tejas verdes, títulos que dieron la vuelta al mundo y que en su mayoría provenían de fuentes literarias o del manga japonés. Este era el caso de Lupin III, uno de los personajes más celebrados dentro de la trayectoria iniciática de Miyazaki, que recuperó para su debut cinematográfico.
Así pues, El castillo de Cagliostro es la película-puente que une al Miyazaki de la televisión con el del cine, y donde se encuentran puntos en común entre las dos etapas. Por un lado, el autor retoma la comedia y el sentido de la acción desbordante de la serie original y de Conan, el niño del futuro. Por otro lado, se ensayan la épica y las estructuras argumentales de futuros films como El castillo en el cielo o La princesa Mononoke. Con El castillo de Cagliostro, Miyazaki cierra una etapa y busca su propio estilo antes de la creación de Ghibli, el estudio con el que transformará el anime para siempre.
La película es un derroche de energía cinética, un espectáculo total. Hay diversión, aventura, romance, misterio... a la manera de los cuentistas clásicos, Miyazaki despliega todo su arsenal narrativo y su capacidad para la fabulación con deliciosa ligereza. Es el Miyazaki joven y desenfadado, con la misma fascinación por la cultura europea que en el resto de su obra. La gran diferencia es que al contrario de lo habitual, El castillo de Cagliostro está protagonizada por un personaje masculino (las otras excepciones son Porco Rosso y El viento se levanta). Por lo demás, la película disemina algunas claves de estilo que el espectador aficionado disfrutará reconociendo y que se desarrollarán en adelante en su filmografía: la constante de los castillos (El castillo en el cielo, El castillo ambulante), los coches a toda velocidad (Ponyo, la serie de Sherlock Holmes), o el gusto por la aeronáutica (además de las ya mencionadas, Nausicaä del Valle del Viento o Nicky, la aprendiz de bruja), entre muchas otras referencias.
Por todas estas razones, debe considerarse El castillo de Cagliostro como una película seminal, un debut que Miyazaki no pudo afrontar con la libertad que deseaba pero que anuncia el talento de un artista inmenso, un creador en potencia. Habrá quien lo despache como un film menor: se equivoca. Se trata del primer paso necesario para el largo camino que vendría después, una trayectoria plagada de joyas entre las que El castillo de Cagliostro ocupa el puesto de salida.
A continuación, el prólogo del film que toma su influencia de las películas de James Bond. Acción y humor a raudales en una escena que sirve para presentar al personaje protagonista. Que lo disfruten: