El día más feliz en la vida de Olli Mäki. "Hymyilevä mies" 2016, Juho Kuosmanen

Hay películas que llegan de improviso, cuando nadie las espera. Películas que entran sin hacer ruido, que están un rato y que después se marchan dejando un hondo recuerdo. Pueden venir de Finlandia, por ejemplo, estar rodadas en blanco y negro y tratar temas como el romance, el boxeo o el éxito. Digamos que un púgil se está entrenando para competir por el título de campeón mundial, aunque en realidad es panadero. Por fin encuentra la oportunidad de convertirse en una figura de renombre, y en esa fase trascendental de su carrera, se da cuenta de que está enamorado. Una circunstancia habitual en la vida de cualquier persona, que trastoca sus aspiraciones y las de quienes le rodean. Pues bien, esta película existe y tiene título: El día más feliz en la vida de Olli Mäki. Es una de las sorpresas más estimulantes que puedan contemplarse en una sala de cine, una gema oculta, un motivo para conservar la fe delante de la pantalla.
El director Juho Kuosmanen firma su segundo largometraje que es, en verdad, una declaración de principios. Porque el Olli Mäki del título personifica su propia situación como creador, indefenso ante las expectativas de un público que ha depositado en él sus ilusiones tras debutar en 2010 con Taulukauppiaat. Así pues, El día más feliz en la vida de Olli Mäki supone la prueba de reválida de Kuosmanen, la ocasión de ascender de peso ligero a peso pesado. Y bien que lo consigue. La fórmula es (o debería ser) sencilla: un guión trabajado, unos actores comprometidos y una producción consciente de sus dimensiones.
La película está ambientada a principios de los años sesenta, cuando las parejas que viven en distintas ciudades deben aguardar horas para comunicarse y los tratos se cierran con un apretón de manos. Una época en la que todavía resulta verosímil la inocencia. Los actores Jarkko Lahti y Oona Airola forman una pareja enternecedora, cuya relación se hace creíble mediante miradas cargadas de humanidad y de emociones que esquivan el fingimiento. Kuosmanen captura las imágenes con una cámara en mano de 16 mm. y emplea un montaje con cortes abruptos entre escena y escena, sin embargo, la narración mantiene un profundo aroma clásico. Entre los fotogramas del film se pueden adivinar evocaciones al free cinema (la boda del principio), a la nouvelle vague (el espectáculo de lanzamiento de bolas), al realismo poético francés (la escena de la cometa) o al cine de Chaplin (el final junto al río). Referencias que, premeditadas o no, están ahí, como parte de la memoria del espectador. Porque El día más feliz en la vida de Olli Mäki es una película que trasciende los calendarios y las fronteras, cuyo alcance se expande sin hacer alardes ni concesiones al público. Es el cine más difícil que existe: ese que parece sencillo y hecho de forma natural, pero que guarda tras de sí la sabiduría de quien sabe narrar con imágenes.