El héroe anda suelto. "Targets" 1968, Peter Bogdanovich

En el año 1968, Peter Bogdanovich se estrena como director de cine con dos películas de lo más dispares. La primera es una estrafalaria producción de Roger Corman cuyo título lo dice todo: Viaje al planeta de las mujeres prehistóricas. La segunda es un radiante ejercicio de estilo en el que Bogdanovich hace una presentación de sus virtudes como cineasta: Targets, conocida en España con el ridículo nombre de El héroe anda suelto.
La película cumple con los requisitos de toda buena opera prima que se precie: asume riesgos formales, hace inventario de referencias cinéfilas (Hitchcok, Fuller, Lang, Fisher) y trata de construir una identidad como autor que, en el caso de Bogdanovich, tiene el propio cine como motor de inspiración. Es decir, que Targets es una película que se retroalimenta y que propone al espectador un apasionante juego de realidad y ficción.
El guión sigue dos líneas paralelas. En una de ellas, asistimos a la despedida de Byron Orlock, una vieja leyenda del cine de terror que se ha cansado de intervenir en películas intrascendentes y en espectáculos de segunda categoría. La otra línea narrativa sigue los pasos de Bobby, un joven modélico que un buen día decide llevar su afición por las armas demasiado lejos. Ambas historias transcurren en la ciudad de Los Ángeles y están condenadas a cruzarse, ya que tienen como protagonistas a dos tipos diferentes de monstruos. Orlock representa el monstruo irreal que se gana la vida asustando al público cuando, en verdad, se trata de un anciano lúcido y bondadoso. Bobby es el monstruo en potencia, oculto bajo una apariencia de corrección y normalidad. Esta dicotomía es expuesta por Bogdanovich con tensión, sentido del ritmo y un ingenio visual impropio de un debutante. Targets despliega sus numerosas virtudes a través de la planificación, los movimientos de cámara y el montaje, estableciendo también aquí dos tonos diferentes: más tenso y dinámico durante las escenas de Bobby, mientras que las de Orlock adoptan un carácter más reposado y sereno. Las transiciones entre ambos segmentos son imaginativas y mantienen la fluidez que exige el relato (una luz que se apaga, una carretera), hasta la llegada del inevitable encuentro en un magnífico tercer acto. Aquí y en el resto del metraje tiene Bogdanovich un aliado perfecto en László Kovács, cuya fotografía saca buen provecho de los decorados y llena las imágenes de color.
Aunque se trata de una película de suspense, Targets captura además el espíritu de una época que se acaba y otra que comienza, no en vano, el personaje de Orlock está interpretado por Boris Karloff en una de sus últimas apariciones en la pantalla. El veterano actor presta sus icónicos rasgos en lo que supone un trasunto de su propia figura, a la que Bogdanovich rinde homenaje con honestidad y respeto. Y es que Targets es un film sobre el cine, una declaración de amor como otras que el director firmará en adelante (La última película, Luna de papel, Nickelodeon). Sirva como ejemplo la larga escena en el drive-in, un tributo apasionado con resultados recíprocos: Bogdanovich ama el cine, y el cine ama a Bogdanovich. Es una lástima que esta bonita relación no se mantenga durante el resto de su carrera.
A continuación, una pequeña muestra del temprano dominio del lenguaje cinematográfico de Peter Bogdanovich. Una escena con Tim O'Kelly en el papel de Bobby que, al igual que el resto del film, carece de ninguna música que no sea diegética. Esta arriesgada decisión potencia el naturalismo de Targets y da relevancia al sonido. Pasen y vean: